Ciencia Ficción

Es verdad. No hay viajes a Marte ni compartimos nuestras vidas con robots caseros. No tuvimos una guerra nuclear ni nos devoraron seres de otras galaxias. No, los universos imaginados por las mentes creativas de escritores de lo fantástico no han llegado. Los rigurosos de la ciencia podrán afirmar, jactanciosos, que Ray Bradbury y Philip Dick se equivocaron, que las cosas no sucedieron como Issac Asimov y George Orwell previeron. Pero lo cierto es que ellos no hablaban de un futuro potencial, sino del presente crudo en el que habitaban. En su literatura, el mensaje no tenía que ver con anticipar episodios o avances tecnológicos, sino con subrayar conductas humanas vinculadas con la autodestrucción y la soberbia. Nadie puede afirmar hoy, a ciencia cierta, si el fin del mundo llegará de un momento a otro, si será un asteroide gigante chocando contra el planeta o un ejército invasor someterá para siempre a los terrícolas. Pero lo concreto es que, en tiempos de guerras preventivas que son masacres, corporaciones mediáticas que son pulpos monopólicos y dirigentes globales que apelan al miedo y al odio para defender sus intereses; nada de lo que sucede se parece mucho a la genial manera de contar que tenían aquellos narradores. Ni ciencia ni ficción, ellos construyeron un mapa para recorrer con la imaginación y la ilusión de cambiar, de una buena vez, el tan temido destino que nos espera.