Guitarrista virtuoso, el eco de sus canciones resuena hasta hoy. Un acercamiento al músico que se dedicó a destruir la mentira del "sueño americano" a partir del humor, de su coherencia y de estar siempre rompiendo los moldes.
No hay caso, para algunos artistas el mundo es real, existe, tiene forma, es palpable, tiene sonidos e imágenes. Es la base de inspiración para sus creaciones, un punto de encuentro para dialogar con el presente. Es un mundo feliz en muchos casos. Para Frank Zappa ese mundo nunca existió, o acaso el vivir en este universo se trató de un juego perpetuo para evitar sentirse parte del engranaje que nos tiene funcionando como sociedad desde hace milenios. Los resabios de la forma tradicional de vivir en Estados Unidos, impuesta como "el sueño americano", dieron fruto a cientos de canciones que rompieron el molde de lo que se podía hablar, de los límites de la libertad, del buen gusto. Zappa se ocupó de destruir (pero a la vez reinventar) una carrera artística coherente, se rió una y mil veces de sus colegas, de sí mismo, de sus vecinos, de sus problemas de salud. Creó un mundo en sí mismo, un desafío constante de enfrentarse a los fantasmas que no queremos escuchar, a lo convencional, al camino ya trazado. No es un sendero fácil transitar su música, sus canciones nunca lo fueron para quienes pretenden con la primera escucha llevarse una melodía de recuerdo. A pesar de ser uno de los guitarristas más virtuosos que dio el siglo pasado, fuera del ambiente musical no tuvo el reconocimiento y la trascendencia merecida; era un tipo difícil para los obsoletos medios de comunicación. En esa búsqueda incesante, se reconoció durante toda su carrera. Culminó su extensa producción de discos y películas con un disco sinfónico que dejó boquiabiertos a los seguidores de sus crudos punteos eléctricos.
Decir que fue uno de los artistas más revolucionarios del rock estadounidense del siglo pasado es decir casi nada acerca de este personaje poseedor de la barba y cabellera más copiada en el mundo del rock puertas adentro. Argumentar con letras, declaraciones o escritos que su música les dio un cachetazo a las bandas de canciones estadounidenses que surgieron al clamor de Los Beatles, es hablar de un detalle en su mundo. Fue todo eso, y también fue un defensor de las libertades, un eterno denunciante de los atropellos judiciales y policiales, un estricto músico que ensayaba una y mil veces melodías complejas y hacía respetar su condición de líder en un ambiente propenso a reírse de la disciplina o el entrenamiento para perfeccionar un estilo.
Sobre su biografía, podemos citar que su padre italiano lo inscribió bajo el nombre de Frank Vincent Zappa, que nació en 1940 en Estados Unidos, en Baltimore, la ciudad más poblada del estado de Maryland. De pibe intentó desarrollar su música a través de la batería, pese a que decía no querer ser un "rollingstone", le atraían los tambores y los platillos que podían conformar sonidos por fuera de las canciones pop de moda en aquellos años. Por eso sus influencias venían de otro palo, poco tenían que ver con el rock anglosajón o las bandas más convocantes de aquellos años. Igor Stravinsky tanto como Edgard Varèse, músicos clásicos, habían iniciado búsquedas que le atraían e impulsaban a la creación. Para Zappa, la invasión británica de bandas obligó a un cambio en la forma de tocar de los nuevos grupos. Y eso generó que los empresarios de los bares empezaran a innovar: descubrieron que millones de chicos eran potenciales consumidores, y que generaban mucha plata. "Eso se lograba mediante la venta de piezas circulares de plástico negro en un emparedado de cartón con una foto estúpida en la parte delantera. La década del setenta llegó para que los capitanes de las empresas discográficas estadounidenses se convencieran de introducir la ‘calidez' y la ‘sinceridad' del rock corporativo", explicaba.
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 110 - julio 2012)
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