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Murales de sumisión

El paradigma embalsamado

El ofensivo mural de bienvenida que se erige en la localidad chaqueña Misión Nueva Pompeya, y que es denunciado reiteradamente por la comunidad wichi, es uno de los tantos monumentos desperdigados por el país, que intentan continuar con la historia oficial de indios sumisos y españoles salvadores.

A fines de julio, algunos compañeros wichis del Chaco denunciaron un nuevo acto de absurda discriminación contra su comunidad, que tiene relación con un mural en bajorrelieve construido recientemente por el municipio de Misión Nueva Pompeya (MNP). Panel que consideran no solo ofensivo para su dignidad, sino que falsea la verdad histórica, naturalizando la superioridad de unos y la sumisión de los otros. Después de solicitar infructuosamente ante las autoridades su retiro o su modificación, y de aguardar -con esa paciencia mineral que caracteriza a los pueblos originarios- una respuesta que nunca llegó, apelan ahora a la denuncia periodística como medida de presión.

Lo que afecta a los wichis de MNP se trata de un problema estructural de suma relevancia, causado por una serie de monumentos desperdigados como mojones de una geografía sacrosanta a lo largo del país, que institucionaliza una determinada relación dialéctica de amos y esclavos digitada por la Historia Oficial. Sin embargo, esa narración del Estado excede los manuales o actos escolares y se agazapa en sitios tan inocuos como un emplazamiento que da la bienvenida a los visitantes de tal o cual pueblo. Pero entremos en tema y veamos de qué se trata el feo rostro de la serpiente que se esconde detrás de la "inocente" estatuaria, en este caso, la que afecta a la comunidad wichi de un pueblo que, como si fuese un trauma gestacional, arrastra un nacimiento como reducción de indios.

En 1900, al promediar el segundo mandato presidencial de Julio Roca, haciendo gala de una proverbial generosidad con aquello que no le pertenece, el general le obsequia a la Orden Franciscana 20.000 hectáreas para que establezcan una misión en proximidades del Fortín Millán en el Impenetrable chaqueño. La cesión de tierra tiene como objetivo crear una reducción de indios. La MNP estuvo en funcionamiento hasta que la Orden abandona la misión en 1949. Recién durante la dictadura, en 1979, los hermanos Maristas asumen la posta dejada vacante por los franciscanos hasta la actualidad. El edificio de la reducción, construido a principios del siglo XX, fue declarado monumento histórico y restaurado para el centenario del pueblo en 2000. Resulta evidente que esa construcción domina el imaginario local, quizás por esa misma razón lo vemos aparecer hasta en el sello que rubrica los trámites municipales. Hoy en día, MNP cuenta con varias escuelas, intendencia, comisaría, un total de 3000 habitantes, y con un importante porcentaje de wichis.
Sin embargo, la característica más sobresaliente es su lejanía. MNP está lejos, muy lejos, en el extremo noroeste del Chaco, a 280 kilómetros de Castelli, 480 de Resistencia y 1500 de Buenos Aires. La lejanía de este pueblito se mide en algo más que distancias mensurables por metros o kilómetros: se trata de una lejanía que lo ampara de miradas inconvenientes; circunstancia que posibilita que algunos de sus funcionarios dispongan a su arbitrio para hacer o deshacer.

A la entrada del pueblo se encuentra un arco que da la bienvenida a los visitantes, sostenido a cada lado por dos murales inaugurados pocos días antes de las elecciones de 2007. Uno de los paneles muestra el edificio de la misión. El otro mural trabajado en relieve está firmado por "Tuyare". Al mirarlo, de inmediato se percibe al wichi desarmado arrodillado ante el franciscano que viste una larga sotana y una cruz en el pecho; actitud que tanto indigna a la comunidad del pueblo. Sin embargo, si observamos con atención, advertimos otros detalles, quizás menos pregnantes que el sacerdote que viene a imponer su religión, pero que son igualmente problemáticos. Desde el ángulo superior, la rueda del progreso ocupa el lugar del sol, y de allí emerge una mano blanca (vestida) que estrecha la diestra oscura de un indígena (sin ropa). La vestimenta siempre alude a la razón, la civilización y el progreso; mientras que su ausencia habla del salvajismo, el pecado, la lujuria y -en el mejor de los casos- del buen salvaje de Rousseau. El progreso viene con los blancos desde el cielo, y desciende sobre los salvajes semidesnudos. Completan el grupo, una paloma blanca y un libro abierto, tal vez la Biblia, que invita a su lectura.
Es necesario destacar que la Constitución que se reformó en 1994 eliminó aquel artículo que obligaba a la conversión de los indios al catolicismo, algo en lo que las autoridades de MNP parecen insistir. Detrás del wichi arrodillado, se observan tres cabezas de indios de perfil.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 102 - septiembre 2011)

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Autor

Marcelo Valko