Creados por los movimientos sociales ante la falta de empleo, obstinados en mantener prácticas opuestas a la lógica del capitalismo, los emprendimientos productivos ingresan hoy en una nueva etapa. Apuntan a una producción a mayor escala, disputan con los punteros del PJ contra la deformación de sus principios, y se asocian para defender sus derechos gremiales. Debates de una tendencia histórica con claroscuros.
Durante el día, Alberto recopilaba chistes para contarles a sus hijos a la hora de la cena. A veces comentaba las noticias del día, pero las risas nunca faltaban. Había sido un tipo alegre y decidido hasta que fue despedido de la curtiembre, allá por el 99. Desde entonces, el ritual de los chistes se había vuelto sagrado. Mantenía la frente en alto, no quería mostrar signos de derrota frente a su familia. Su padre, un hombre de pocas palabras, le había enseñado la dignidad a través del ejemplo. A veces los chistes escaseaban. Últimamente, en el barrio no había mucho ánimo para el humor. Antes, en el taller, las bromas brotaban de las paredes, pero ahora... sin compañeros, sin capataces de quienes reírse... ya no estaba el fiaca, no estaba el buchón, no estaba la chica de la cocina, ni la vieja del teléfono... A pesar de las cifras dramáticas de desempleo, Alberto se sentía más culpable de su situación. Escuchaba voces internas que le reprochaban su quietud. ¿De dónde provenían esas voces? ¿Cómo enfrentarlas para mantener la frente en alto? Esto planteó Alberto en la primera reunión del movimiento.
La lucha por la recuperación del trabajo comenzó a fines de los 90 en Mosconi, Salta, cuando los ex empleados de YPF empezaron a organizarse. Las primeras batallas fueron muy duras... pequeños grupos de hombres y mujeres cortando el acceso a las plantas de las petroleras multinacionales, en las lejanas rutas del norte. Insultos, golpes, frío, balas de goma, cárcel, hambre, bronca... Muchas barreras han sorteado los luchadores de Mosconi para recuperar cientos, miles de puestos de empleo. Y con el tiempo y la experiencia, fueron encontrando nuevas armas para seguir luchando por el "trabajo genuino", entre ellas una: el emprendimiento productivo. Con los primeros grupos, limpiaban plazas, refaccionaban escuelas y hospitales, construían paradas de colectivos y hacían otras tareas comunitarias. Esta vez, además de trabajo, empezaron a pedir materiales para sus proyectos. Sumado a las ganas de recuperar su futuro, contaban con otra fuerza importante: el apoyo de todo el pueblo. Y así, de lo comunitario surgió lo productivo. Huertas para proveer a los comedores y a los mismos trabajadores, ladrillos para las obras y las casas de los compañeros, ropa para aprender y para trabajar... La lucha se amplió. Después le exigieron recursos al Estado, como principal responsable de la crisis social, para sostener el espíritu de trabajo que de a poquito le ganaba la batalla a la muerte lenta de la dignidad.
Cuando Alberto escuchó de ellos, se sintió iluminado, y ya no necesitó chistes para contar en la mesa; miles de ideas y proyectos brotaban de su boca y de sus manos, y con el tiempo, muchos nombres y palabras llenaron de nuevo su casa.
A lo largo de estos años, los movimientos sociales se dispusieron a aprovechar su fuerza de trabajo, despreciada por el capitalista, en producir por ellos mismos, reabriendo las páginas de viejos libros de economía y política. Palabras como autogestión y cooperativismo dieron pie a nuevos reagrupamientos, demostrando que la historia fluye siempre como un iceberg de esta cruda realidad. Desde que aquellos 28 trabajadores textiles de Rochdale, Inglaterra, se juntaron para formar la primera cooperativa, allá por 1844, las tendencias fueron oscilando entre el utopismo y el dogmatismo.
En los 90 ya comenzaban a surgir teorías en torno a la "economía solidaria", que planteaban encauzar estos emprendimientos, surgidos como respuesta al capitalismo salvaje, hacia el control de la producción por parte de la sociedad. Es decir, la posibilidad de que la economía esté regida, no ya por los intereses del capital, sino de las personas.
Otros sectores, sin embargo, advertían en ésta los peligros de la autoexploración por un lado, y de la cooptación institucional por otro, ya que el Estado y los Organismos internacionales inventaron nuevos mecanismos para alejar a las organizaciones sociales de la lucha por el trabajo real.
Ya en 1864, Carlos Marx planteaba los límites y potencialidades del cooperativismo, y el peligro político de hacer de su necesidad una virtud: "por excelente que sea en principio, por útil que se muestre en la práctica, el trabajo cooperativo, limitado estrechamente a los esfuerzos accidentales y particulares de los obreros, no podrá detener jamás el crecimiento en progresión geométrica del monopolio, ni emancipar a las masas, ni aliviar siquiera un poco la carga de sus miserias". Sin embargo, los grupos que rechazaron las formas cooperativas tampoco comprendieron su potencialidad para fortalecer la lucha.
Fue tal vez la maduración política de algunos movimientos sociales la que permitió encontrar formas superadoras, donde la autogestión se convierta en un arma más en el sinuoso camino del cambio social, sin desconocer sus verdaderos límites.
En esta línea, encontramos experiencias de redes productivas entre organizaciones que no abandonan el sueño por una sociedad sin explotados, frentes de lucha contra el clientelismo del gobierno, gran enemigo de la autogestión, y proyectos de asociación gremial para combatir la precarización en el trabajo cooperativo.
Desde el vamos, consideran a los emprendimientos productivos como una herramienta fundamental: "Por un lado, generan trabajo con el ingreso correspondiente para los compañeros y compañeras involucrados, mientras aprenden un oficio y se capacitan. Por el otro, nos permiten poner a prueba formas no-capitalistas de producción y de organización del trabajo, porque no queremos reproducir al interior de nuestras propias experiencias un sistema injusto que tanto daño hace a nivel social. En nuestros proyectos, nos proponemos que los medios de producción sean de propiedad social, de la cooperativa o del movimiento barrial, y que cada trabajador o trabajadora se desempeñe en función de sus tareas, en igualdad de condiciones en el trabajo, sin una estructura jerárquica, donde sean los propios trabajadores los que deciden", explica Pablo Solana, de la Cooperativa de Trabajo Roca Negra, que pertenece al Frente Popular Darío Santillán (FPDS). En esto coinciden los integrantes de la Distribuidora de productos de la economía popular solidaria Puente del Sur: "Para nosotros significan algo opuesto a las formas de trabajo que ofrece el capitalismo. Lo más importante pasa por las decisiones colectivas, todo el mundo decide sobre el trabajo, sin jerarquías, y todo el mundo cobra lo mismo a pesar de las diferentes tareas. El trabajo tiene que permitir crear y permitir crecer a cada uno"....
Para más información: Puente del Sur
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 92 - Septiembre 2010)
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