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Polémica: ¿La izquierda en crisis?

(A partir de la publicación del editorial del número 60 de Sudestada, un colaborador de la revista planteó por escrito sus diferencias acerca del contenido del texto. A partir de esta lectura crítica es que ponemos a debate una serie de cartas y posiciones con respecto a los temas más abajo mencionados. Todos los lectores están invitados a participar libremente de este debate que entendemos importante para intentar generar una discusión productiva en torno a un tema que nos preocupa)

(A partir de la publicación del editorial del número 60 de Sudestada, un colaborador de la revista planteó por escrito sus diferencias acerca del contenido del texto. A partir de esta lectura crítica es que ponemos a debate una serie de cartas y posiciones con respecto a los temas más abajo mencionados. Todos los lectores están invitados a participar libremente de este debate que entendemos importante para intentar generar una discusión productiva en torno a un tema que nos preocupa)

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Editorial nº 60, revista Sudestada

La amenaza

Existe el riesgo de caer en lugares comunes, de repetirse. Incluso, el peligro de confundir la palabra de uno con el vozarrón interesado de tantos otros que se dejan escuchar por los medios y que no pueden disimular su desesperado alegato en busca de un voto, un subsidio, una prebenda, un lugarcito en la mesa del poder. Pero el riesgo mayor es dejar pasar la amenaza y no decir nada. También, podría decirse, subsiste el complejo problema de carecer de una alternativa real de la cual aferrarse como oposición y salida genuina. Pero tampoco es excusa hoy.

La derecha avanza, otra vez. Ocupa espacios, recupera minutos, invade páginas, y se mimetiza en el discurso cotidiano de la calle. La derecha se une y avanza, y crece. Tiene nombres y empresas detrás. Tiene medios de comunicación y de los otros. Y cuenta, además, con la fabulosa ventaja de un adversario incapaz de ofrecer nada, porque su política se basa justamente en la continuidad de un proceso que viene con treinta años de desarrollo en nuestro país. Porque el clientelismo es su práctica cotidiana, la represión su baraja en la manga, y la genuflexión su ejercicio diario, por más palabras que estrellen contra las paredes de papel. Y saca ventaja la derecha, además, por la ausencia de una propuesta revolucionaria. Parte de la izquierda argentina hoy agoniza en su naufragio histórico, aferrada a un puñado de votos que le permite sostener su aparato financiero, una pequeña estructura para sus famélicas filas o un discurso siempre altisonante, siempre cerrado, siempre soberbio de respuestas y de saberes sobre todos los temas. Saben todo, claro. Los que no entienden son los otros. Por eso no escuchan, ni leen. Por eso su prensa partidaria es mala e ilegible, o rebosa de consignas huecas con signos de admiración por todos lados. Por eso se regodean en el páramo de sus sectas mínimas, donde se desarrolla la fascinación por un aleph singular: allí está todo, lo único importante y lo que determina sus actitudes, su conducta, su prensa y su línea. Cada vez más lejos de los trabajadores. Cada vez más lejos de la teoría y de la memoria de la ideología que dicen representar, incluso. Porque las ideas no importan. Cada vez más ajenos al universo cotidiano que los rodea, se diluyen en apariciones esperpénticas, en reacciones incons-tantes.

Y la derecha, en tanto, no duda y saca ventaja. Se une, la derecha. Crece.

Pero hay luz, cada tanto. Y uno visita Zanon con su presente de lucha y su futuro recuperado. Y recorre la Biblioteca Popular Bella Vista en Córdoba, y escucha a un barrio latir en sus pasillos. Y escucha crónicas de un pasado de combate detrás de un hombre como el Che, que supo hacer escuchar su voz y jugarse el pellejo por otro continente.

Entonces habrá que seguir buscando, y escribiendo, y pensando. Porque la derecha crece, y la alternativa real sigue pendiente.

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Lomas de Zamora, Julio 2007

Una editorial desafortunada

Cros. de Sudestada: Como todos los meses, he esperado ansioso el nuevo número de la revista. Desde ya que tenía especial interés en esta edición porque estaba la nota sobre Zanon, la que había leído algunos adelantos y quería terminar de leer en forma completa. Desde ya que me pareció muy buena y de cierta forma me reconforta que se le "regale", aunque se lo ganaron los trabajadores con su lucha, una tapa de la revista.

Pero luego de leer la nota, volví al inicio de este número y empecé a leerla como hago todos los meses arrancando por la editorial, y me sorprendí por lo que allí se decía. Desde ya que no acuerdo con su contenido y me gustaría debatir algunos puntos de la misma.

Si bien por lo general, por mis ideas que comparto como militante de un partido trotskista, no llego a un acuerdo del 100% con la línea editorial de la revista, acepto cierto grado de acuerdo con la idea de hacer un periodismo diferente que muestre lo que los grandes medios no muestran, haciendo eje en las manifestaciones artísticas que este sistema margina y en recuperar y poner en debate discusiones políticas a través de un medio hecho seriamente, con calidad y frecuencia regular.

Pero la editorial del número 60 en mi opinión desnuda una lógica autonomista (en una singularidad populista), anti-izquierda sobre todo, y llena de frases no fundadas. No voy a entrar en el debate de cuánto avanza la derecha, si la centroderecha macrista es un avance nuevo más amenazador, peligroso y distinto al kirchnerismo más allá de sus diferencias discursivas, de los votos que consiguió el macrismo en las famosas clases medias porteñas que hace un par de años golpeaban cacerolas frente a los bancos, y qué proyección puede tener el resultado electoral en el futuro en la puja de poderes cuando todos comparten un mismo modelo económico que permite tener ordenada y garantizada la explotación capitalista. No entro en este debate por considerarlo menor, sino que al final de charlas llegaríamos a varias conclusiones comunes y compartidas.

Sí quiero debatir del otro lado de la vereda por dos cuestiones fundamentales:

primero por ser militante de izquierda

segundo, porque me parece en general una crítica infundada (esto lo digo porque al criticar en general a toda la izquierda sin hacer referencias explícitas - algo nocivo en política - lamentablemente uno tiene que salir a debatir que el saco no es igual para todos, pero recogiendo el guante de la crítica)

Parto de tener acuerdo que en nuestro país, como en el resto del continente, no existe hoy por hoy una propuesta revolucionaria de los trabajadores que juegue en todo momento como alternativa, freno o como se quiera llamar a los "avances de la derecha". La ausencia de esta alternativa revolucionaria debe ser criticada a las direcciones de la clase y en especial a su vanguardia, que estará organizada en ligas, partidos o no y teniendo siempre en cuenta los procesos y momentos históricos donde les toca hacer política y las estrategias que levantan para construir realmente esa alternativa de la que carecemos. Es por eso que no coincido en hacer una crítica a la "izquierda argentina" en su conjunto (al no ser explícitos, lamentablemente el uso del sustantivo parte no arregla nada) pero menos aún tomando elementos que, perdónenme si soy duro, son propios del argumentario de la derecha que votó a Macri. A saber, principalmente haciendo referencia a la organización donde milito:

·¿saben compañeros cómo se financia "el aparato"? ¿realmente creen ustedes que son los votos los que puede financiar todas las actividades que realizamos (además que ni siquiera el estado garantiza lo suficiente para una mínima campaña en las elecciones burguesas)? Ustedes conocen la cantidad de producciones que realizamos para difundir las ideas socialistas e intervenir y apoyar las luchas de los trabajadores, y como ejecutores de una revista saben que no son para nada gratis. Y esto se los puedo decir porque yo mismo tengo participación en la organización de las finanzas del partido. Los cientos de trabajadores y estudiantes que militan en nuestra organización son los que garantizan todos los meses la plata para que podamos garantizar un programa de radio (Pateando el tablero), un periódico semanal (La Verdad Obrera), mantener abiertas más de 25 casas en distintas provincias, editar una decena de libros, videos y revistas políticas, solidarizarnos con las luchas no sólo de palabra o con militantes sino con parte de nuestras finanzas destinadas a los fondos de luchas o huelga, y podría seguir enumerando varias destinos más, como garantizar los recursos para extender la organización a otros países (Bolivia, Chile, México, Brasil, Venezuela, Francia, España, etc.) no sólo con militantes que dejan su vida en el país para organizar trabajadores "en otro continente" sino con el aporte económico para crear dichas organizaciones, con plata que sale de la caja donde aportan todos los militantes con parte de su salario mes a mes. Por eso es falsa la afirmación que hacen en la editorial.

·¿conocen compañeros la composición social de la organización a la pertenezco? ¿o son el eco de los fundidos y de los escépticos que sólo piensas que en la izquierda hay estudiantes que luego de los 30 se vuelven canallas? ¿Cómo pueden decir que cada vez estamos más lejos de los trabajadores? En nuestras filas contamos no sólo en la base, sino en la mayoría de las direcciones de zona y del partido a cientos de trabajadores pertenecientes a: ferroviarios, automotrices, alimenticias, colectiveros, aguas gaseosas, fábrica de jabón, metalúrgicas, astillero, petroleros, aeroportuarios, neumático, ceramistas, textiles, docentes, correo, etc. Y no perteneciente a talleres y lugares menores, sino en las principales estructuras productivas y de servicio. En varias con trabajo público ampliamente conocido por todo aquel que milite en la izquierda junto a las experiencias de los trabajadores y en otras con trabajo de organización por abajo, preparándonos para futuras luchas como ocurrió en Zanón. Y no son sólo trabajadores que luchan. Son trabajadores que escriben en nuestra prensa, que estudian y teorizan, dan charlas y cursos. Vale la crítica que realizan para los que perdieron el tiempo buscando atajos en la lucha de clases en sectores dentro de la clase que podríamos ubicar en los bordes, como "parte" de la izquierda (PO-MST-PC por nombrar a algunos) que vieron en los movimientos de desocupados (altamente progresivos) al nuevo sujeto revolucionario, haciendo que efectivamente se alejen de los trabajadores ocupados. ¿Pero vale esta crítica para todos? Hoy hay una vuelta al sindicalismo y a la organización hacia adentro de las estructuras, que por suerte la mayoría de la izquierda está volviendo a tomar ¿esto no lo ven?. Creo que en este punto también vale la autocrítica que no hacen: lamentablemente, muchos de sus lectores que se regocijaron con el fracaso de la multitud, son los que compran la revista y se regocijan ahora con estas editoriales desafortunadas.

·Si hay algo que no existe en nuestra organización es el desdén por la teoría. Y creo que las producciones de libros y revistas, los cientos de cursos abiertos que se dan en todas las casas que mantenemos, las proyecciones de películas, los debates con personalidades reconocidas y con diferencias políticas (desde Petras, pasando por Bayer y con teóricos de otras corrientes no sólo a nivel local sino internacional) dan muestra de que consideramos a la teoría como algo vivo que se debe poner a prueba constantemente con la realidad. El estudio y la discusión es el deber de todo militante en la organización que pertenezco, hacia adentro y hacia afuera, lo que permite generar nuevas producciones y no sólo repetir como letra muerta a la historia. Estimo que desconocer esto, o afirmar lo contrario como hacen en la editorial, será porque muy pocas veces deben haber leído alguna producción nuestra.

·¿Ven a la organización partidaria como coartador de las expresiones del individuo? ¿Por qué hacen extensión del funcionamiento de los aparatos stalinistas a toda la izquierda sin fundamento? Considerar que los militantes somos "estúpidos que repetimos la línea que se baja de arriba" y que eso determina toda nuestra persona, es el argumento pariente que tiene como mismo fin el "no te metás". Hay decenas de compañeros que se dedican a las expresiones artísticas y a desarrollarse como individuos a través de ellas pero sin dejar de responder a la idea de destruir a este sistema. Pregunten sino a los trabajadores militantes de una fábrica de gaseosas cuántas bandas de música formaron con sus compañeros de trabajo. Pregunten a los fotógrafos militantes si sólo sacan fotos de las marchas. Pregunten cuántos hay que escriben poesía, estudian teatro y actúan, pintan, etc. Sí, dedicamos nuestras vidas a luchar por la idea de la revolución, pero eso no significa que no tengamos vida y expresiones más allá del partido, respetando nuestra coherencia como personas.

Hay varias frases más de la editorial que me gustaría desnudar como desafortunadas y contradictorias (como reivindicar a Zanón y desacreditar a la izquierda sin ver el papel de la izquierda en Zanón), pero creo que hay ilustración suficiente sobre lo que quise exponer. Por último, y no por eso menor, creo que deberían rever de qué lado está la soberbia que adjudican a la izquierda. Hay más tono de soberbia en la editorial del número 60 que en toda la prensa de la izquierda de los últimos 30 años, con el agregado de que no hay propuesta sobre qué hacer, más allá de los ejemplos que proponen sobre los que ya trabajó o intentó la izquierda.

Compañeros, he intentado plantearles mis diferencias, que quizás ya conocíamos, pero creo que con esta editorial su opinión de la izquierda se ha vuelto totalmente opuesta con la militancia que llevo a diario, por lo menos por el momento hasta que no haya un cambio de opinión de ustedes, o hasta que me convenzan de cambiar la mía, o hasta que pueda volver a leer en la revista un acuerdo, al menos parcial, de la línea editorial. Por eso, les pido humildemente que por el momento retiren mi nombre del staff. Y no olviden, que el que colaboró con la página, aunque considero que fue una colaboración menor con la gran tarea que llevan adelante produciendo una gran revista como Sudestada, fue un militante de la "izquierda argentina".

Mis más fraternales saludos, Nacho C.

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La respuesta de Sudestada

Al compañero:

1. Con los años, el debate de ideas fue una de las tantas saludables costumbres que la militancia de izquierda en Argentina ha ido perdiendo detrás de posturas más cercanas a la agresión personal y a la chicana que al intercambio de opiniones. En este sentido, no nos queda otro punto de partida que saludar el interés de aquellos que, a partir de la lectura de Sudestada, presentan detrás de argumentos y posiciones ideológicas definidas, una propuesta de discusión.

De hecho, quienes somos responsables de la factura diaria de Sudestada entendemos este interés como un paso positivo: es probable que este mismo debate no hubiera sido planteado un par de años atrás, cuando la revista recorría un universo más limitado de lectores y contaba con una influencia menor en el marco de debates que tienen que ver, ineludiblemente, con una situación de crisis.

2. Como primer aspecto a mencionar, debemos decir que los integrantes de Sudestada nos vemos como parte y no excluidos de la problemática general que afronta la izquierda argentina, vinculada orgánicamente o dispersa. Desde nuestra perspectiva, y observando simplemente los últimos 30 años de historia local (por mencionar apenas un recorte de análisis arbitrario), entendemos que nunca antes la izquierda perdió tantos espacios en el escenario político nacional como en estos días. No se trata simplemente de un debate numérico en base a resultados electorales o capacidad de movilización de masas (aunque también estallan a los ojos y son signos insoslayables los paupérrimos resultados en estos apartados, pero limitarse a ellos sería parcializar la caracterización general): hoy la izquierda argentina ha perdido (y quién sabe hasta cuándo) su papel de actor social protagónico, su función de referencia popular y, principalmente, su responsabilidad de asumirse como parte de una alternativa real de poder.

Esta ausencia de la izquierda, no sólo incapaz de visualizarse como alternativa real para la clase trabajadora sino en franco retroceso en cuanto a la influencia de un discurso cotidiano cada vez más acotado, es lo que nos inquieta. Desde Sudestada, señalamos que esta ausencia le permite a otras fuerzas articularse como opción con mayor velocidad (la derecha, por caso) hasta erigir hoy, como extremo preocupante, al hijo de uno de los explotadores más poderosos del país como punta de lanza de un proyecto que recién se está articulando (y sería un grueso error subestimar la capacidad de la burguesía en Argentina para consolidar figuras y espacios que defiendan sus intereses).

Es decir, lo que intentamos definir en la editorial del número 60 de Sudestada fue este presente de crisis que nosotros definimos "naufragio". La izquierda en Argentina (de la que nosotros nos sentimos parte, valga la reafirmación), ha retrocedido hasta la debilidad actual. Intentar explicar las razones de semejante declive tiene que ver con un análisis que excede este espacio, pero nadie puede ignorar la existencia de diversos factores como condicionantes (por empezar, la capacidad represiva de la última dictadura militar sobre este sector). De todos modos, durante los primeros años del regreso de la democracia parlamentaria en el país, la izquierda contaba con un caudal político infinitamente mayor al actual. No hace falta ser un lúcido analista de la historia para percatarse que, a partir de entonces, se multiplicó una sangría que aún hoy persiste. Se podrán buscar condicionantes externos de esta crisis (desde el desmoronamiento del campo de los países de la Europa Oriental hasta la aparición de fórmulas reformistas y hasta asistencialistas en el ámbito local que fueron cooptando militantes y cuadros de la izquierda para sus filas); pero resulta ineludible -y sería un gravísimo error no hacerlo- intentar señalar que el naufragio de la izquierda en Argentina también está relacionado con su línea política, con su metodología repetida y su funcionamiento sectario, con su discurso y sus formas, con sus modos de mantenerse en contacto con los sectores que dice representar y con su incapacidad para integrar espacios de verdadera pluralidad sin presentar, en muchos casos, los peores signos del aparatismo y la puja descarnada por asumirse "dirección" (un ejemplo de esto último podría ser el triste papel que cumplió parte de la izquierda orgánica durante el proceso de asambleas populares en los barrios, posterior a diciembre de 2001).

Ahora bien, no reconocer este estado de crisis, obviamente, invalida en su totalidad esta posición. En ese caso, en el caso de suponer que la izquierda en Argentina crece, que se afirma en una tendencia positiva y que hoy no para de incrementar su influencia en el escenario político nacional, invalida no solo cada una de estas líneas sino también las ideas que acompañan el editorial de la polémica. También carece de sentido, si este es el caso, discutir si no partimos de una base en común: orgánicos o dispersos, quienes escribimos y quienes leen Sudestada formamos parte de una porción ideológica que nos identifica, más allá de diferencias tácticas, estratégicas y metodológicas.

No se trata, tampoco, de unas discusión dirigida hacia "vanguardias" o "direcciones de clase". Nosotros, desde Sudestada, rechazamos ubicarnos (ni siquiera imaginarnos) en ese lugar, y mucho menos articular un discurso que los tenga como destinatarios. De hecho, sería muy complicado mencionar hoy cuál es la vanguardia ideológica del movimiento obrero, y esa dificultad es otro signo de estos tiempos. De eso se trata también la crítica que propone el editorial. Por eso mismo, lejos de dirigirse a dirección alguna, apenas intenta proponer un debate entre aquellos que, como nosotros, reconocen un universo de ideas como propio y tienen como anhelo una sociedad no capitalista y no imperialista. Al interior de Sudestada, para algunos la sociedad a construir será la socialista. Para otros no, y el objetivo será la destrucción del Estado. En otros casos, no hay una definición concreta. Hay posiciones heterogéneas dentro de la revista, que a menudo se reflejan en sus contenidos (como síntoma saludable de pluralismo, entendemos nosotros).

De todos modos hoy algo nos unifica: la ausencia de una alternativa real de poder de parte de aquellos que nos sentimos parte de la clase trabajadora; una falencia no tiene que ver solo con responsabilidades de dirección, sino con un debate que se hace imperioso expandir lo antes posible. De allí nuestra preocupación ante el avance de la derecha (y no de la centro-derecha, un neologismo inventado por la prensa burguesa que disfraza a la derecha más reaccionaria).

Reconocernos parte de esta crisis, más allá de no cometer algunos o todos los errores que mencionamos propios de parte de la izquierda (por lo menos, de forma conciente) y el intentar proponer un lenguaje propagandístico distinto para comunicar nuestras ideas, es un paso necesario para intentar superar este presente de una izquierda endeble para algunos, inexistente para otros.

Es decir, y poniendo un ejemplo concreto: si mañana alguien escribe una caracterización general de las revistas alternativas, y señala que tienen como condición general una vida breve, que están mal distribuidas y se venden poco, que apuntan a un sector determinado de lectores y muchas veces se refugian en un gueto donde especializan su discurso hasta transformarse en revistas técnicas y con funcionamiento sectario; o bien destaca que su dinámica es expulsiva porque sus integrantes no permanecen en las revistas mucho tiempo por las dificultades que plantea un trabajo no asalariado, y que, en muchos casos, repiten agendas y temáticas de los grandes medios comerciales; en Sudestada no nos quedará otra opción que acordar con la generalidad del análisis. A pesar de no cumplir con muchos (casi ninguno, diríamos) de los preceptos que allí se mencionan, consideraríamos fundado el análisis y en ningún caso, nos desentenderíamos de la dinámica general a la que responden las revistas alternativas. Imposible pretender ser, aún con el más alto grado de voluntarismo posible, una isla de pureza dentro de un océano contaminado. Como parcialidad, formamos parte de una totalidad, y resulta impensable pretender observar la realidad a partir del cristal de nuestra propia individualidad, como si nosotros por sí solos pudiéramos modificar una tendencia a nivel general. No sólo sería soberbio y hasta necio considerarse capaz de influir en la generalidad de la que formamos una mínima parte, sino que hasta podría ser riesgoso perder la noción del espacio que se ocupa en nuestro ámbito de pertenencia.

Sintetizando, a la hora de un análisis o caracterización, siempre se asume una totalidad (por lo que tenemos entendido, una de las bases del análisis marxista es la necesidad de observar, en primer término, la totalidad en el fenómeno particular, y la proyección futura en el momento puntual donde se desencadena). Por eso, puntualizar se torna imposible, no sólo en el vasto universo de las revistas alternativas sino también en cuanto a organizaciones de izquierda se refiere. Las siglas se amontonan, se reproducen y mutan (otro signo inequívoco de una crisis que se acentúa), y los errores suelen ser más comunes que excepcionales. No partir para un estudio de una mirada totalizadora, que integre las propias contradicciones pero que reconozca también la de los otros, es otro error clásico de la izquierda argentina.

Por caso, en la prensa partidaria de la izquierda, es muy común observar ataques directos o críticas concretas contra actitudes y líneas de otras organizaciones vecinas, pero son muy pocos los casos (por no decir ninguno) de poder leer autocríticas de errores propios en la práctica asumida o (mucho menos) en la línea política.

En conclusión, no hay para nosotros una "crítica infundada", porque los fundamentos están a la orden del día: el sectarismo, el estilo con que se trabaja la prensa partidaria y la mala calidad de su redacción, la dinámica interna que envuelve y muchas veces se transforma en prioritario para algunas organizaciones, la apuesta por el electoralismo de una parte de la izquierda que pretende alcanzar -como máxima- un representante en el Parlamento de abrumadora mayoría burguesa a través de invertir en onerosas campañas de publicidad (no de propaganda de ideas, sino limitadas a pegatinas de carteles con la cara de candidatos y una o dos consignas, que no hacen otra cosa que confundir su propio discurso con el de los partidos burgueses que dicen confrontar), son elementos que se cruzan en este presente gris que intentamos analizar.

Se podrá acusar al editorial de parcial, quizá, pero no de infundado o falso.

3. Ahora bien, nosotros subrayamos algunas de las frases de la crítica al editorial para intentar potenciar este debate. Leemos: "¿Conocen los compañeros la composición social de la organización a la que pertenezco? ¿O son el eco de los fundidos y los escépticos que sólo piensan que en la izquierda hay estudiantes que luego de los 30 se vuelven canallas? ¿Cómo pueden decir que cada vez estamos más lejos de los trabajadores?".

En primer lugar, en el editorial no se hace mención alguna a la composición social de los partidos de izquierda. Además, un detalle no menor: la composición social de una organización política no define ni garantiza, en absoluto, su línea política. Sobran ejemplos de aparatos políticos integrados por trabajadores (el Peronismo, como ejemplo saliente, pero también el PT en Brasil) que lejos de representar los intereses de la clase que los componen, se encolumnan detrás de direcciones cooptadas por la clase dominante. Es decir, una composición mayoritariamente obrera o proletaria no es garantía de una línea clasista. Nunca lo fue en la historia. Como tampoco la extracción obrera de un militante es garantía de una postura proletaria o revolucionaria frente a la realidad. Además, y valga la digresión, tampoco es racional rechazar una postura política de un grupo o un compañero que proceda de la pequeña o hasta de la burguesía simplemente por su origen de clase. Sobran ejemplos en la historia de dirigentes revolucionarios, de extracción pequeño-burguesa: de Lenin a Trotsky, de Fidel Castro a Ernesto Guevara, etc.

En síntesis, una mayor o menor composición de trabajadores en el seno de una organización de izquierda no determina su carácter proletario: es su línea política, su propaganda y su acción, vinculadas con el tiempo en que se llevan adelante, las que determinan su condición revolucionaria.

4. Citamos otra frase, referida a la izquierda: "Hoy hay una vuelta al sindicalismo y a la organización hacia adentro de las estructuras, que por suerte la mayoría de la izquierda está volviendo a tomar ¿esto no lo ven?".

La primera observación que surge a partir de la cita es la preocupación, porque nosotros entendemos que la prioridad en este momento no es la lucha sindical, sino la política. Es decir, lo que falta articular como urgente prioridad es una herramienta política que sea capaz de organizar, unificar y multiplicar la fuerza de infinidad de conflictos reivindicativos de trabajadores dispersos y sin ningún vínculo entre sí. No estamos de acuerdo entonces en establecer como positivo que una mayor participación de la izquierda a nivel sindical sea un paso hacia adelante, y mucho menos la participación dentro de estructuras manejadas, en su mayoría, por direcciones burocráticas y corruptas. El papel de la izquierda es participar activamente de cada conflicto, pero intentando proponer una línea que supere lo meramente reivindicativo y alcance lo político a nivel nacional. La disputa sindical tiene un techo insoslayable y la prioridad, en nuestra humilde opinión, no es disputar direcciones de sindicatos corrompidos hasta la médula, sino más bien proponer una alternativa política para la clase.

No vemos, en este apartado, un aspecto positivo. Más bien, lo contrario.

5. Citamos otro fragmento, referido a Sudestada: "Creo que en este punto también vale la autocrítica que no hacen: lamentablemente, muchos de sus lectores que se regocijaron con el fracaso de la multitud, son los que compran la revista y se regocijan ahora con estas editoriales desafortunadas".

En primer lugar, proponer la autocrítica de una publicación por las acciones supuestas de sus lectores es una afirmación más bien temeraria: Sudestada no es una revista partidaria que plantee líneas tácticas concretas a abordar, y osado sería describir para nosotros, que trabajamos todos los días en este proyecto, el estereotipo del lector de la revista. Resulta imposible hacerlo. En todo caso, podemos autocriticarnos por nuestras propios errores, falencias y defectos (lo hacemos a menudo, también, en el espacio del editorial); pero más allá de eso sería confundir un poco nuestro papel como simple publicación de limitada distribución.

En segundo lugar, si bien manejamos rudimentos del marxismo, en Sudestada no somos proclives a utilizar términos tan ambiguos como "multitud", que hoy parecen conceptos acuñados por esos oportunistas travestidos en "actualizadores" del marxismo, entre los que podríamos citar a John Holloway y Toni Negri, como los más destacados. Es decir, preferimos seguir manejando la división de la sociedad en clases y no profundizar demasiado en conceptos que son hijos de teorías que más bien rechazamos enfáticamente por razones que exceden estas líneas.

6. Con respecto a nuestra crítica sobre la actualidad de la prensa partidaria, vemos en ese caso un claro ejemplo de una izquierda "cada vez más lejos de la teoría y de la memoria de la ideología que dicen representar, incluso", citado textual del editorial nº 60. Lenin, por caso, subrayaba el vital valor de la prensa para las estructuras partidarias: la prensa es el rostro de la organización para el exterior, es su presentación pública, su propaganda y lo que la define. En este caso, nosotros observamos que la prensa de izquierda, en su generalidad, es de mala calidad, que la redacción es pobre, que el consignismo repetido y hueco es el único recurso agitativo, y su escasa difusión y distribución confirman que lejos de tensar las fuerzas de la organización, desnudan con atroz precisión sus falencias.

Señalar lo complicado que se hace conseguir la prensa de la izquierda sería redundante. Pero asomarse a ella como lector interesado, preocupa aún más. Basta con detenerse en muchos de los periódicos de organizaciones que postulaban candidatos en las recientes elecciones a nivel municipal: muchas páginas eran ocupadas, directamente, por la imagen de los candidatos, la boleta y las consignas; repitiendo exactamente el mismo diseño que los carteles callejeros.

Décadas atrás, muchas de las mejores plumas del país publicaban sus artículos en la prensa partidaria, pero otros también se esforzaban por escribir de forma prolija, cuidando la redacción, difundiendo las ideas que les interesaba difundir pero no invadiendo las páginas con signos de admiración, rostros de candidatos y panfletos disfrazados de crónicas coyunturales. Había un interés por el detalle que hoy vemos perdido, y un compromiso por la verdad que hoy se trastoca por una colección de victorias obreras en cada página que parecen más subestimar al lector que intentar informarlo de todo aquello que les niegan los grandes medios comerciales. Insistimos hace tiempo en este apartado porque nos parece un elemento sustancial: sin una prensa de calidad, no hay forma de difundir ideas. Sin una prensa de calidad, no hay organización en condiciones de presentarse como alternativa.

7. Con respecto al fragmento que comienza: "¿Ven a la organización partidaria como coartador de las expresiones del individuo? ¿Por qué hacen extensión del funcionamiento de los aparatos stalinistas a toda la izquierda sin fundamento?", sólo nos resta decir que nada de eso se desprende del editorial del nº 60, que en ningún momento se desliza nada parecido y que, incluso dentro de Sudestada, hay compañeros que entienden que la estructura de Partido es la correcta y que el centralismo democrático es la metodología más justa para la dinámica de una organización política. Otros nos piensan de ese modo, pero no hay una sola línea del editorial que de a entender esta idea. Así que no podemos decir nada al respecto.

Citamos otro fragmento: "Considerar que los militantes somos 'estúpidos que repetimos la línea que se baja de arriba' y que eso determina toda nuestra persona, es el argumento pariente que tiene como mismo fin el 'no te metás'...". Otra vez, no hay ninguna línea en el editorial que permita desprender una idea en algo (por más mínimo que sea) emparentado con esta afirmación. Además, el uso del entrecomillado refiere a una cita textual (nos referimos a "estúpidos que repetimos la línea que se baja de arriba"), y en Sudestada ignoramos de qué texto o conversación ocasional proviene esta cita y la rechazamos por no estar para nada de acuerdo con ella. Nadie piensa eso de la militancia de izquierda, y hemos batallado muchas veces contra esa idea equivocada, incluso en otros editoriales.

8. Sobre la expresión citada: "Hay más soberbia en el editorial del nº 60 que en toda la prensa de la izquierda de los últimos 30 años, con el agregado de que no hay propuesta sobre el qué hacer, más allá de los ejemplos que proponen sobre los que ya trabajó o intentó la izquierda".

Con respecto a la soberbia del editorial, no podemos decir mucho al respecto, apenas expresar nuestro desacuerdo.

Pero sobre la falta de propuestas para el qué hacer, podemos decir que quizá no nos corresponda a nosotros, apenas una revista integrada por personas sin ningún vínculo orgánico, de formaciones e historias políticas muy diferentes, y no un aparato partidario estructurado para generar línea política y respuestas tácticas concretas. Tampoco creemos que sea un pecado carecer de propuestas para este presente gris. De hecho y por lo que vemos, no somos los únicos que andamos huérfanos de propuestas convocantes.

De todos modos, cada uno de los integrantes de Sudestada tendrá individualmente sus propias nociones o proyectos a seguir y defender en la parte táctica y estratégica, pero la revista no nos uniforma en ese sentido. Apenas somos una publicación que recorre desde hace casi seis años ideas, recuerdos y referencias comunes. No más que eso. No hay intenciones vanguardistas ni direcciones de nada en la revista, pero sí la sentimos como nuestro espacio y nuestro lugar de pertenencia, nuestra tribuna para decir aquello que pensamos y criticar lo que entendemos preocupante, sin ambigüedades y respetuosamente. El presente de la izquierda argentina, por ejemplo.

9. Por último, nos queda agradecer la oportunidad de generar y participar a la vez de un debate de ideas que esperemos permita avanzar sobre los problemas que nosotros observamos y otros que existen, pero que no vemos. En este sentido, sentimos que no debatimos para cambiarle la opinión a nadie, sino tal vez para reafirmar un poco nuestras propias dudas y certezas y para conocer un poco el pensamiento de aquellos que manifiestan otra forma de analizar la misma realidad.

Por esto mismo y en esta misma dinámica, todos nuestros lectores están invitados a participar de este debate con nuevas críticas o ponencias sobre el tema que podrán enriquecer la discusión o variar el ángulo de lo abordado aquí y en los textos anteriores.

Un saludo afectuoso.

Walter, Hugo e Ignacio; integrantes del Consejo de Redacción de la revista Sudestada

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Primer acuse de lectura a la respuesta

Compañeros,

Primero que nada, gracias por la respuesta y el debate. Acuerdo con ustedes que es necesario realizar este intercambio de ideas y desde ya agradezco que se haga público para los lectores de la revista. Sin crítica y reflexión no hay cambio posible. Y más allá de las diferencias que tenemos, poder poner en práctica estos dos ejercicios de la razón, más hoy cuando todo se acepta sin saber los por qué, lo considero altamente saludable.

He leído su respuesta a mi carta. No quiero contestarla en forma entera o completa ahora, porque hay cuestiones que requieren tiempo de reflexión y elaboración, en varias concepciones políticas que seguimos sin coincidir. Prometo devolverles a su debido tiempo una respuesta bien fundamentada para continuar el debate.

Pero sí deseo aclarar brevemente unos puntos desde los que me contestan, en especial en los que hacen referencia a mi carta.

Antes de esto, quiero aclarar que la carta que les envié fue más personal. Desde ya que tengo acuerdo en publicarla (y aclaro por si queda algún distraído por ahí, que ustedes correctamente me pidieron mi autorización). Lo que quiero decir con esto es que en una carta, uno escribe con pre-supuestos comunes o con conocimientos previos mutuos. Por eso hay varios puntos de mi crítica a la editorial que quizás no están fundamentados en detalle -y no por esto dejo de sostenerlos- sino que si se quiere mi objetivo fue poner sobre la mesa la enumeración de desacuerdo en las concepciones políticas de la revista que me llevaron a tomar la decisión de no seguir apareciendo en el staff. Aclarado esto, y dejando mi promesa de fundamentar en otra carta mis posiciones políticas, paso a las aclaraciones que quiero realizar:

1- Salteo el punto 2 de su respuesta por estar en acuerdo con la ausencia de una propuesta revolucionaria de los trabajadores, si hablamos de un partido revolucionario como lo fue, por ejemplo, el partido bolchevique o de algún partido de los trabajadores que al menos mantuviera la independencia de clase, y al mismo tiempo salteo el punto por estar en desacuerdo en la generalización de las organizaciones de izquierda sin distinción de sus estrategias, prácticas y línea política, lugar hasta donde ustedes llevan la crítica. Repito, esto será el contenido de mi promesa de una respuesta fundamentada. Paso al punto 3 donde se me cita en referencia a la composición social del partido. La retórica de mi pregunta viene a la afirmación que hacen de que la izquierda está "cada vez más lejos de los trabajadores". Mi respuesta contraponía su afirmación con el resultado (aún parcial) de la política adoptada hace años por el PTS de centrar todos sus esfuerzos en la clase obrera ocupada, recuperando para la clase y para las ideas revolucionarias y socialistas a sus elementos más destacados y de ocupación estratégica en la lucha de clases, quienes apostamos que sean los sujetos imprescindibles en la construcción de esa organización revolucionaria de la que aún carecemos. Y esto no de palabra sino en hechos, desde lo más simple que es llevar candidatos obreros en el terreno de lucha de las elecciones burguesas, por ejemplo, como hasta que se conviertan en los principales dirigentes de nuestra organización y primeros impulsores de la política, justamente para potenciar el acercamiento al resto de los trabajadores. Por eso, por esta diferencia que mantengo con ustedes en la relación que existe entre composición social de una organización y su línea política (que ustedes separan, yo junto), es que no se entiende mi formulación. De todas formas creo que queda explicada luego en mi carta en ese mismo punto al debatir con la línea adoptada por otras corrientes. Y justamente, como no nos alejamos de "la teoría y de la memoria ideológica" esta decisión estratégica la tomamos del debate que Trotsky tiene con Cannon, Schatman y Abern alrededor de la composición social de la sección norteamericana de la IV Internacional (los invito a leer todo el intercambio epistolar de ese momento, en especial esta carta: http://www.ceip.org.ar/escritos/Libro5/html/T08V336.htm , para reformular la relación entre obreros en el partido y su línea política y los riesgos de desvíos que esto conlleva). En este punto profundizaré otra diferencia más que sostenemos, ya que la composición social del partido sí es necesaria, aunque no suficiente, para que una organización tenga un carácter revolucionario. Desde los tiempos de Marx que los socialistas peleamos por la fusión de la intelectualidad con los trabajadores más avanzados para dirigirse al resto de las clases oprimidas, pero sin estos últimos, los trabajadores, el destino de una organización de este tipo (pequeñoburguesas / burguesas o lo que fuere) será simplemente un grupito con buenas ideas socialistas pero que no aportarán nada a la historia de nuestra clase.

2- En el punto 4 ustedes toman una cita para discutir otro punto distinto, y encima del que coincidimos plenamente. Mi frase está en el contexto del debate del acercamiento o no de la izquierda a los trabajadores, y no sobre la lucha sindical y la lucha política. Al decir que "hoy hay una vuelta al sindicalismo y a la organización hacia adentro de las estructuras, que por suerte la mayoría de la izquierda está volviendo a tomar" me refiero a que luego del desvío de las organizaciones de izquierda que nombro (PO, MST, PC) en colaterales piqueteras y falsos puentes revolucionarios, si se quiere tardíamente al menos vuelven a prestarle atención a las estructura de los trabajadores. Tomando el otro debate que ustedes hacen, desde el PTS hace ya varios años que advertimos sobre el problema del sindicalismo unilateral y la falta de lucha a nivel político para que los trabajadores que salieron y salen a pelear sobrepasen el plano meramente reivindicativo, cuestión que nos llevó a grandes debates con los integrantes del MIC (Movimiento Intersindical Clasista). Al mismo tiempo propusimos una y otra vez la necesidad de que la clase obrera tenga su herramienta política (un partido de trabajadores o como se quiera llamar) justamente para saltar y agrupar las luchas sindicales para que se eleven al plano político a nivel nacional, y fue eje central de nuestro último congreso impulsar esta pelea, aunque por ahora se pueda dar sólo en forma propagandista y muy pequeños pasos concretos. Con los aciertos y errores que tuvimos por la positiva en esta política, creo que coincidimos en la crítica general, pero no totalmente, ya que el trabajo opuesto (negar recuperar los cuerpos de delegados y sindicatos que están en manos de los burócratas) es justamente plantarse como simples consejistas que apoyan luchas, y eso sí llevaría al alejamiento de los trabajadores, más en una situación reformista como la que vivimos. Creo que Zanon y el SOECN son por la positiva un ejemplo en miniatura del valor que tiene recuperar las organizaciones de lucha de los trabajadores, sin caer en el mero sindicalismo, elevando a la lucha política y manteniendo la independencia de clase.

3- En el punto 5 nuevamente no se entiende la retórica cuando utilizo la definición de multitud, que desde ya rechazo la categoría, y nuevamente recuerdo que desde el PTS fuimos los que dimos el debate sobre las ideas de Toni Negri y John Holloway, contra los miles que se enamoraron de estas ideas fracasadas para entender la realidad en plena crisis del 2001 y con los movimientos anti-global en la calle (así también para explicar asambleas populares, movimientos de desocupados como los MTD) y que orientaban su práctica política alejándose del marxismo. Acuerdo en que no se puede definir al lector por el contenido de la revista, pero sí tener una idea de él y para quién se escribe Realizaré un análisis más profundo del contenido de los primeros años de la revista para sostener o refutar mi formulación.

4- En el punto 6, en relación a la prensa partidaria, nuevamente recuerdo que a principios de 2006 realizamos un seminario en la facultad de Filosofía y Letras (donde asistieron cientos de trabajadores y estudiantes) alrededor de la prensa partidaria tomando las discusiones y experiencias de Lenin al impulsar en Rusia, a principio del siglo XX, el Iskra y el Pravda, la adecuación del periódico en las diferentes etapas de la lucha de clases y cómo lo tomaban los bolcheviques como centro organizador de toda la política del partido. Pueden leer todo el seminario ya que lo fuimos publicando en nuestra prensa en varias entregas. Si bien esto no es nuevo para el PTS, retomar las experiencias de Lenin llevó a editar nuestra prensa escrita en forma semanal y a darle un impulso más amplio y profesional al programa de radio, a las publicaciones en Internet (incorporando el video) y en perspectiva (cuando nuestra fuerza no los permita) de realizar un programa televisivo. Como bien dicen ustedes, que no son una revista partidaria, tampoco nosotros editamos una prensa cultural, ya que lo que prima es la política. Pero esto no niega, por ejemplo, que varios segmentos del programa de radio estén dedicados a cantautores, cuestiones históricas, etc., ya que coincidimos con ustedes que es una forma muy viable de difundir nuestras ideas.

Por eso, acá también es necesario separar la crítica según la organización, más allá de la crítica general que ustedes hacen y que acuerdo le cabe a varias prensas (pasquines) de la izquierda.

5- En el punto 7, es bueno escuchar que no piensan en que la organización partidaria coarta o condiciona al individuo. Pero entonces no entiendo en su editorial a qué se refieren cuando dicen: "Por eso se regodean en el páramo de sus sectas mínimas, donde se desarrolla la fascinación por un aleph singular: allí está todo, lo único importante y lo que determina sus actitudes, su conducta, su prensa y su línea". Entiendo que las actitudes y la conducta se aplican a los individuos. Si es por ese lado la crítica, entonces sostengo lo que escribí. Sino, espero me aclaren a qué se refieren. Quizás cometí un error de puntuación al utilizar las comillas, pero no era para citar la editorial, sino a dos frases comúnmente (e históricamente) escuchadas de los que critican la militancia tomando ideas de la burguesía, y pretendí utilizar estas frases sinónimas de la idea que extraigo del determinismo que ustedes hablan y que ahora no me queda claro.

Al igual que ustedes, agradezco el debate generado e invito a que los lectores participen del mismo. Queda mi promesa de sentarme a escribir más profundamente las ideas que sostengo.

Saludos fraternales,

Nacho Correa

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Compañeros de Sudestada:

leí con interés la polémica que generó el artículo editorial de su revista Nº 60 que, al momento de escribir estas líneas, incluía la carta del compañero Nacho, la respuesta de tres integrantes del staff de Sudestada y "el primer acuse de lectura a la respuesta" nuevamente de Nacho. En virtud de lo leído acerco algunas reflexiones, que ustedes considerarán si corresponden ser publicadas en su web. Empiezo con el texto que desató la polémica.

La nota editorial

Al finalizar la lectura del artículo tuve una reacción similar a la que describe el compañero Nacho. Pero más que sorpresa -ya que el conocimiento personal de años hace que pueda contextualizar algunas de sus opiniones, del mismo modo que ustedes pueden hacerlo con las mías- me provocó cierto fastidio. Tanto por la dureza de algunas afirmaciones allí realizadas, como por la lógica a la que tributa: seguramente sin ser la intención, pero a consecuencia de su tono, el editorial termina contribuyendo a un extendido y elemental discurso anti-partido, tan en boga en los '90 y a inicios de este siglo, de cierto activismo político que se autodefine como independiente y que se cree totalmente por fuera de las falencias de la izquierda a la que denosta. Dicho sea de paso, en no pocas ocasiones, esa impugnación sirve como coartada autojustificatoria para no asumir un compromiso a fondo en la lucha por la transformación social. Sé fehacientemente que no es el caso de quienes hacen Sudestada, ya que conozco los puntos de vista de la mayoría de ustedes y el esfuerzo militante que supone dar vida al proyecto en el que están embarcados desde hace 6 años. Pero el despliegue argumentativo que realizan en la nota abona, quiérase o no, alimenta esa lógica. Yendo específicamente al análisis del editorial, creo que parte en su crítica de diversas debilidades de la militancia de quienes somos parte de organizaciones de izquierda, pero absolutizándolas y generalizándolas de tal modo que termina siendo totalmente "parcial", según sus mismas palabras en la respuesta al compañero Nacho. El resultado inevitable de esta generalización es que las opiniones vertidas se convierten, lógicamente, en parcialmente inexactas, precisamente por todo un conjunto de prácticas positivas de la militancia de izquierda que quedan injustamente negadas en sus críticas. Además, y ustedes coincidirán, no puede achacarse de igual forma todas las críticas que realizan a la gran cantidad de organizaciones que integran el nutridísimo universo de la izquierda argentina -aunque acotado-, a raíz del variado abanico de estrategias, tácticas y prácticas políticas concretas. En este punto creo que cabe una doble consideración: así como la generalización conduce a errores, la pretensión de suponer que existen organizaciones de izquierda que están totalmente por fuera de la crítica realizada -como si el problema fuera exclusivamente "de otros"- también constituye una equivocación.

El otro problema que identifico, que está estrechamente ligado al anterior, es el tono del texto. El título del editorial es "La amenaza" -en referencia a la derecha que avanza-, pero en el desarrollo de la argumentación, más que en "la amenaza" en si, terminan haciendo el eje en los que ustedes consideran permiten que "la amenaza" avance. Y lo hacen apelando a términos extremadamente duros. Aunque pueda parecer contradictorio coincido con ustedes que en el marco de una nota editorial en una revista del carácter de Sudestada, no partidaria, "puntualizar se torna imposible" o, más preciso tal vez, al menos no imprescindible. Sin embargo, por esa razón el texto debió ser más cuidadoso con los términos utilizados: "agonía", "naufragio histórico", "famélicas filas", "discurso cerrado, soberbio de respuestas y de saberes sobre todos los temas", "los que no entienden son los otros", "no escuchan, ni leen", "su prensa partidaria es mala e ilegible", "consignas huecas con signos de admiración por todos lados", "regodeo en el páramo de sus sectas mínimas", "fascinación por un aleph singular: allí está todo, lo único importante y lo que determina sus actitudes, su conducta, su prensa y su línea", "cada vez más lejos de los trabajadores", "las ideas no importan", "cada vez más lejos de la teoría y de la memoria de la ideología que dicen representar..." Dicho de forma coloquial, se les fue la mano.

Creo que no alcanza con señalar que este tipo de debate ("con ataques directos") es usual en la izquierda, ya que en ese caso estarían reproduciendo uno de los rasgos menos rescatables de la variopinta tradición de debate de la izquierda, con el agravante de que lo hacen sin especificar destinatario. De esta forma, la andanada anterior hace que un planteo crítico legítimo -más o menos acertado según se mire-, se convierta prácticamente en una defenestración, que en términos literales significa "tirar por la ventana". Sé que no fue esa la intención, pero lo que se desprende de la lectura del texto es algo muy parecido a ello.

Algunas discusiones

Milito en una organización de izquierda, M-IR, que es una muy pequeña parte de la izquierda "mínima" de nuestro país, según sus palabras. No es mi intención hacer una defensa corporativa de la izquierda, ni dedicar estas líneas a polemizar con otras corrientes. Me parece que desvirtuaría el sentido del debate. En lo que sigue sólo me voy a referir a algunos ejes puntuales sobre los cuales me interesa expresar mi punto de vista para aportar a una reflexión más amplia sobre el tema. Aclaro especialmente que lo hago desde un "nosotros" inclusivo -en tanto izquierda-, siendo conciente de las limitaciones estructurales de este "colectivo de identificación", pero que creo válido exclusivamente en el marco de este debate a raíz de cómo se desencadenó:

Los trabajadores y la izquierda: es obvio que el desarrollo de las fuerzas de izquierda en el seno de la clase trabajadora y del pueblo en general es marginal. Sería necio negar la endeblez de la estructuración e influencia de los sectores clasistas, antiburocráticos y de lucha en la clase obrera, por ejemplo, frente a la fortaleza que aún mantiene la burocracia sindical peronista. Pero asimismo es innegable también que en prácticamente todas las experiencias más avanzadas de organización y lucha de la clase trabajadora (subtes, Zanón, Garrahan, Suteba's combativos, ferroviarios, Hospital Francés, Simeca, etc.) existe una participación -más o menos determinante-, de militantes de organizaciones de izquierda. No son experiencias que se desarrollan "a pesar de", sino con los aciertos y errores que tiene la práctica, y en función del grado de influencia, de la o las organizaciones de izquierda que intervienen. Lo anterior no justifica una práctica errónea que suele ser frecuente en el seno de la actividad de la militancia de izquierda: la de presentar o intentar convertir determinados conflictos o luchas obreras en propiedad privada de "mi" partido.

Tipos de prensas, la teoría y la izquierda: una parte de la crítica que se realiza en la nota editorial se detiene en las limitaciones de los partidos para transmitir sus ideas. Claramente este es un déficit, que es necesario repensar en función de un nuevo contexto social donde los medios masivos de comunicación juegan un rol determinante. La primacía de los medios audiovisuales y el surgimiento de las tecnologías digitales plantean nuevos desafíos a los que las fuerzas de izquierda se han adaptado de forma desigual, con dispares resultados. A su vez, la burguesía cuenta en esta etapa histórica con una inédita disposición de medios y herramientas comunicacionales para moldear la percepción ideológica y la mirada del mundo de los explotados y legitimar así su orden social. Esta persistente tarea de construcción de hegemonía por parte de las clases dominantes, complejiza significativamente la difusión y el desarrollo de una perspectiva política alternativa de carácter socialista. Claro está, que la dificultad de la tarea no exime ni exculpa de los errores cometidos al emprenderla.

También cabe señalar que las prensas partidarias tienen características específicas, precisamente por su función. Y que de algún modo la calidad también va de la mano del problema de la magnitud y cualidad de la inserción: en la clase obrera, sectores populares y también en la intelectualidad comprometida con la lucha revolucionaria. También aquí, al igual que en la composición del partido -coincido con el compañero Nacho sobre el punto-, la conformación social de la organización política es vital, condición necesaria aunque no suficiente desde ya. Otro aspecto son las particularidades propias de las prensas orgánicas. El marxista peruano José Carlos Mariátegui reflexionaba sobre ese tema y señalaba: "El periódico de partido tiene una limitación inevitable: la de un público y un elenco propios. Para los lectores extraños a su política, no tiene sino un interés polémico. Este hecho favorece a una prensa industrial que mientras se titula prensa de información y, por ende, neutral, en realidad es la más eficaz e insidiosa propagandista de la ideas y hechos conservadores y la más irresponsable mistificadora de las ideas y hechos revolucionarios. (Artículo publicado en Labor Nº 2, noviembre de 1928).

Por esa razón, frente a esas restricciones "de género" llamémosle, Mariátegui proponía: "Hace absoluta falta, por esto, dar vida a periódicos de información, dirigidos a un público muy vasto, que asuman la defensa de la civilidad y el orden nuevo, que denuncien implacablemente a la reacción y sus métodos y que agrupen, en una labor metódica, al mayor número de escritores y artistas avanzados. Estos periódicos son susceptibles de adaptación progresiva al tipo industrial, si el criterio administrativo se impone al criterio docente, y de desviación reformista, si los absorbe gradualmente la corriente democrática, con sus resquemores y prejuicios anti-revolucionarios. Pero, de toda suerte, constituyen una empresa que es necesaria acometer, sin preocuparse excesivamente de sus riesgos" (JCM, Ibíd.) El impulso de estas publicaciones "de información", con mayor variedad en sus temáticas y miradas, de carácter genéricamente anticapitalistas, con sus tensiones y riesgos, son muy importantes para ir abonando en el terreno de la subjetividad de sectores sociales más amplios las semillas de una sensibilidad y proclividad hacia las ideas socialistas. Creo que Sudestada encarna con singular calidad este tipo de publicaciones.

No es mi intención buscar consuelo con las dificultades históricas de las prensas partidarias, ni dejar de lado las responsabilidades por la factura de publicaciones de decidida mala calidad, sólo lo pongo a consideración para aportar algunos elementos más al debate. Ante el previsible contra argumento, apoyado en las enseñanzas de Lenin acerca de la prensa y su rol como propagandista y organizador colectivo, desde ya que eso tiene plena vigencia, pero en un nuevo contexto que resignifica cualitativamente su papel. El contexto social ha variado cualitativamente en lo que refiere al tema puntual de las herramientas de comunicación de nuestro enemigo y también las propias (en los aspectos reseñados en el primer párrafo de este apartado) y una de las consecuencias directas de esta variación, para las fuerzas revolucionarios, es la necesidad de dominar profesionalmente la técnica digital y dar un inédito impulso a la producción audiovisual para potenciar las labores de propaganda. Para hacerlo se necesita una gran cantidad de recursos técnicos, económicos y, fundamentalmente, humanos, que no se acumulan de un día para el otro.

Sobre el lenguaje de izquierda, repleto de frases hechas y lugares comunes de los cuales no resulta fácil desprenderse, no puedo más que acordar. Y acotar que, como decía el recientemente fallecido Negro Fontanarrosa, la simpleza del lenguaje no es un punto de partida sino de llegada.

Por último dejo el tema de la teoría. Coincido plenamente en que es un gran déficit de la izquierda marxista, aunque no exclusivo de ésta (esto es mucho más notorio aún en otras corrientes políticas del llamado campo popular, por ejemplo, las autonomistas y ni que hablemos de las que abrevan en la tradición nacional y popular). Ante esto no queda más que asumir el déficit e intentar revertirlo. En este sentido, comprendo la respuesta del compañero Nacho sobre el punto ya que particularmente la organización a la que pertenece, legítimo es valorarlo, viene impulsando variadas iniciativas en el plano de la reflexión y producción teórica, en la elaboración historiográfica desde una perspectiva de clase, etc. Nuevamente, la lectura que pueda hacerse sobre el contenido de buena parte de esa producción -con la que discrepo, por ejemplo, en el balance de la década del '70 y la relación entre la radicalización de porciones importantes de la clase obrera y la emergencia y rol de las organizaciones revolucionarias armadas- es parte de otro debate, pero cabe el reconocimiento por los esfuerzos puestos en esa labor.

Para continuar

Desde sus inicios allá por fines de 2001, fui un testigo cercano del desarrollo y mutación constante de Sudestada como proyecto de periodismo alternativo. Ese derrotero puede seguirse claramente en la bajada del nombre de la revista: nacida como "Revista cultural de Zona Sur", el crecimiento en su tirada y colocación hizo que al poco tiempo la restricción geográfica quedara de lado. Después la incorporación de otras temáticas modificó la bajada: "Cultura, arte y actualidad"; mientras que en el último número puede leerse "Cultura, política y actualidad", seguramente para terminar de adecuar al contenido que la revista viene plasmando de un tiempo a esta parte, con artículos como los de Masetti, Walsh, el Che, el futuro de Cuba, el asesinato de Trotsky, la excelente trilogía sobre el PRT, la más reciente nota sobre el EGP, la entrevista a Ciro Bustos, entre tantos otros.

Por eso acuerdo con ustedes cuando señalan como "un paso positivo" el surgimiento de este debate ya que es absolutamente cierto que el mismo "no hubiera sido planteado un par de años atrás, cuando la revista recorría un universo más limitado de lectores y contaba con una influencia menor en el marco de debates que tienen que ver, ineludiblemente, con una situación de crisis". La consolidación del proyecto periodístico que vienen militando desde hace 6 años, y a su vez el giro más nítidamente "político" que Sudestada dio como publicación, fue lo que creó la posibilidad de que esta polémica tenga lugar. Más aún, y tal vez más importante, es lo que está poniendo a Sudestada frente a la necesidad de repensarse constantemente en tanto proyecto periodístico y también político. La revista, sin duda, es parte de una cultura "de izquierdas", en la que está metida de lleno, y en la que el objetivo, las formas, los compromisos grupales y personales para aportar a un cambio social de raíz, son materia permanente de debate y reflexión. Que tengan que salir a jugar públicamente posiciones netamente políticas, de forma más o menos colectiva, es un saludable síntoma de esto. También lo es que una de las motivaciones del texto que abrió la discusión haya sido las broncas e insatisfacciones que genera la ausencia de una alternativa política genuina de transformación. También en este aspecto Sudestada es un caso singular.

El debate que se abrió es interesante y rico en perspectivas. Tal vez, tenga como riesgo potencial acotarse sesgadamente hacia la dilucidación o no de hasta qué punto tal o cual organización de izquierda, o la totalidad de ellas, estamos incluidas en las consideraciones planteadas en el editorial de la polémica. De ser así, puede perder bastante del sentido y ustedes sabrán hasta cuándo la prolongación de una discusión de esas características tiene razón de ser.

En función de lo anterior les acerco una propuesta que pretende "variar el ángulo de lo abordado aquí", según la posibilidad abierta por ustedes al final de su respuesta al compañero Nacho. En concreto me refiero a canalizar a futuro esta discusión, más allá de la polémica inmediata, en una serie de artículos que puedan dejar un saldo de ideas y reflexiones sobre el eje que ustedes mismos abrieron con la nota editorial: me refiero a las causas, pasadas y presentes, que confluyen en la ausencia de esa alternativa política. Este tema puede ser abordado a través de un debate con múltiples voces y miradas. Otra opción, más lateral pero totalmente vinculada con la discusión, es abordar la compleja y a veces traumática relación entre organizaciones políticas revolucionarias y las expresiones culturales, artísticas e intelectuales vinculadas a ellas. La polémica desatada recrea, a su forma, las tensiones históricas en la relación entre política y cultura y no estaría de más poder profundizar en esta reflexión recorriendo algunos ejemplos históricos. Me parece que allí hay ejes posibles que pueden aportar a un debate que acumule en conclusiones o, al menos, enriquezca el universo de discusión de los que desde distintas trincheras venimos luchando contra la infamia de la sociedad capitalista.

Saludos y felicitaciones por los 6 años de la revista.

Vasco (13/08/07)

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.