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Antihéroes

Ortega Peña: el abogado del diablo

Rodolfo Ortega Peña fue algo más que el representante legal de presos políticos durante los años 60 y 70; se constituyó en un observador atento del clima de conflictividad social y un referente a nivel nacional de un heterogéneo movimiento revolucionario, manteniendo su independencia política hasta el día de su asesinato por la Triple A.

Con La ley y las armas, Felipe Celesia y Pablo Waisberg abarcan la biografía de uno de los personajes que tuvo una actuación fundamental en las décadas del 60 y del 70: Rodolfo Ortega Peña, abogado de presos políticos y de sindicatos, creador de la Editorial Sudestada, director de la revista "Militancia Peronista", historiador, amante de la filosofía, militante de la izquierda peronista, entre otras cosas. La figura del "Pelado" -como se lo llamaba amistosamente- se expandió en un espectro tan grande de actividades, que a los autores les demandó más de tres años de investigación y entrevistas; y así, en un camino sinuoso y a veces oscuro, pudieron reproducir -de una manera excelente- la vida de un "provocador", tanto por sus palabras, como por sus acciones.

En charla con Sudestada, los autores nos explicaron la historia, a veces contradictoria, de Ortega Peña que, de una típica formación de clase media acomodada, pasó a la primera línea de la vanguardia en la izquierda peronista. Apuntes para entender una vida apasionada y compleja. Fragmentos para entender toda una época, desde otra visión.

1.

- ¿Qué habrá pasado por la cabeza, ya casi calva, de Rodolfo Ortega Peña, aquella tarde del 20 de septiembre de 1955, mientras los aviones descargaban toneladas de bombas sobre la Plaza de Mayo, y la llamada "Revolución Libertadora" se preparaba para tomar el control y el poder del país? Imposible saberlo a ciencia cierta, pero esa fecha marcó un quiebre fundamental en la vida del "Pelado". Celesia y Waisberg lo señalan como el momento clave, en el que -a los 21 años- Ortega Peña decide ir dejando a un lado su afición por la filosofía, y abandonar de a poco esa cuna de oro que lo cobijaba en el seno de una familia acomodada de clase media porteña. Lo acosa el convencimiento de que habría que reaccionar ante la masacre sucedida, y para darle forma a esa reacción, solo encuentra una manera: hacerse revolucionario. Y la cuestión lo envuelve, lo paraliza, ¿cómo hacerse revolucionario? Debe de haberse preguntado, todavía con su calvicie incipiente avanzando sobre él, como avanzaba a paso firme la llamada "Revolución Libertadora". "Mi reacción fue como de costumbre intelectual, decidí leer, 'empaparme' de pensamiento revolucionario", sostuvo Ortega Peña en el prólogo del libro Imperialismo y Cultura, de Juan José Hernández Arregui.

¿Cuál habrá sido ese primer pensamiento ante el ruido de las bombas? Podríamos seguir preguntándonos; sigue siendo difícil, tal vez la respuesta se encuentra en el lugar que ocupó Ortega Peña en las décadas que estaban por venir.

2.-

Cuando se habla de Rodolfo Ortega Peña, es imposible no mencionar a Eduardo Luis Duhalde, actual secretario de Derechos Humanos de la Nación. La amistad y los proyectos políticos y personales los unieron de tal manera, que se convirtieron en casi dos personas inseparables.

Ortega Peña, en afán de darle respuesta a su interés revolucionario, había comenzado a militar en el Frondizismo y luego en el Partido Comunista, aunque su paso fue muy corto. Duhalde, en cambio, provenía de una militancia universitaria vinculada a Palabra Obrera que practicaba el entrismo en las bases sindicales.

Juntos, comenzarían su proceso de "peronización", a finales de los 50, a través del acercamiento a la Resistencia Peronista, por medio de César Marcos, un dirigente histórico de la Resistencia. Ese proceso los terminaría convirtiendo en asesores legales de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), famosa por su gran poder dentro de los sindicatos y por su tristemente célebre dirigente: Agustín Timoteo Vandor, recordado por siempre como un traidor a los trabajadores.

Allí reside una de las claves de la vida de Ortega Peña, que se vería en los años siguientes: su capacidad para ocupar, dentro de los movimientos, en un lugar importante. Convertirse en abogados de la UOM (el sindicato más poderoso), sacaría a la luz la vocación de poder de los jóvenes.

Los autores de la La ley y las armas sostienen, en ese sentido, que el hecho de su paso por la UOM marca el oportunismo en la política de acomodarse con los grandes, aunque tanto Duhalde como Ortega Peña no despreciaban las conducciones sindicales ni las minimizaban; ellos creían que había que dotar de ideología esas conducciones, no había que apartarlas o marginarlas, sino que, por el contrario, había que educarlas.

Dentro de esa militancia como abogados de la UOM, sucedería uno de los hechos que marcaría los años 60: el secuestro y la desaparición de Felipe Vallese, obrero metalúrgico, delegado, y miembro de la Resistencia Peronista. Tres años después, en 1965, y en conmemoración del tercer aniversario del secuestro y desaparición del joven obrero, para acallar las voces en alzas que reclamaban el lento y casi nulo actuar del gremio en el caso, la UOM editaría el libro Felipe Vallese: Proceso al sistema, de autoría de Ortega Peña y Duhalde, en el que junto con la investigación, se reseñaban las acciones del sindicato en el caso "Vallese". El libro, si bien se montó sobre la investigación previa realizada por el periodista Pedro Leopoldo Barraza, marcaría una nueva bisagra en las vidas de Ortega Peña y Duhalde, que comenzaría a alejarlos del Gremio. Ya con el golpe de Estado comandado por Onganía, el alejamiento pasó a ser definitivo, cuando Vandor comienza a tener un diálogo amistoso con el Gobierno.

3.

Casi un año después del secuestro y posterior fusilamiento de Aramburu en 1969, por parte de la organización Montoneros, la policía detuvo a algunos implicados en el secuestro. Ortega Peña y Duhalde asumirían junto con el abogado Ricardo Smith la defensa de Ignacio Vélez. A partir de esta defensa, se plantearía y se analizaría la necesidad de llevar adelante lo que se denomina como un "Juicio de ruptura", en el que se aprovecha el proceso para denunciar políticamente al sistema, o un "Juicio de Connivencia", en el que no se cuestionaba la legitimidad del tribunal o de las leyes bajo las cuales se lo juzgaba, sino que se intentaba lograr su sobreseimiento.

La defensa de Vélez y la intervención en el juicio de Aramburu, les trajo un reconocimiento. A partir de allí, distintas organizaciones, entre ellas el PRT, comenzaron a acudir a Ortega Peña y a Duhalde para la defensa de los distintos militantes que iban siendo detenidos. Según comenta Pedro Cazes Camarero, "acudir a ellos fue iniciativa de Santucho. Además, tenían otros objetivos: contactarse políticamente con otras organizaciones e iniciar un diálogo para captarlos políticamente", sostiene en La ley y las armas.

El avance represivo de parte del Estado, las múltiples detenciones a militantes y los distintos atentados que iban sufriendo los abogados defensores de trabajadores y presos políticos, llevarían a la conformación de una experiencia inédita en la historia argentina. "La Gremial de Abogados", organización que surgió por impulso de Ortega Peña, Mario Hernández y Roberto Sinigaglia, y que agrupaba a cerca de ochenta abogados provenientes de distintas vertientes ideológicas, pero que fundamentalmente se dedicarían a la defensa de los distintos presos políticos a través de un "sistema de turnos".

Ortega Peña y Duhalde asumirían luego la defensa de los presos políticos del ERP por el secuestro del gerente de FIAT en Argentina, Oberdan Sallustro. Además de tomar nuevamente uno de los casos más renombrados en esa época, los obligaría a intervenir directamente ante la Masacre de Trelew en agosto de 1972, penal en donde se encontraban sus defendidos.

En el posterior juicio por el secuestro y asesinato a Sallustro, en medio de la campaña electoral de 1973, sostienen los autores que "Ortega Peña tuvo una posición fuerte cuando se planteó la estrategia; planteó que la defensa debía ser un juicio contra las transnacionales, un juicio que cambiara el eje", lo que se denomina un "Juicio de ruptura", de denuncia del sistema...

La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº63-Octubre 2007

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Autor

Agustín Comas