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Voces de hoy

Pablo De Santis: "Me atrae el ambiente intelectual como escenario del crimen"

Descendiente de la literatura policial y fantástica, Pablo De Santis representa la imagen de la historia, el enigma y la sorpresa.

Capaz de construir un enigma desde los pasillos de una facultad o en una viaje convención de traductores, con el talento necesario para asustar y emocionar a los más chicos con sus historias, el escritor Pablo De Santis es uno de los referentes de una nueva literatura directa, desbordante de imaginación y carente de recursos rebuscados. Este elemento puede percibirse con nitidez en la entrevista que el autor de Filosofías y Letras y La traducción le concedió a Sudestada, aunque esta vez (por una vez), se movió en un clima sin enigmas ni misterios por resolver.

Veíamos en tus novelas hay una relación constante entre el género policial y elementos de la ficción, y queríamos saber si se trata de un formato que elegiste o que se dio naturalmente.

Me gusta la novela de enigma como forma, me parece que le da una tensión al texto, primero por que es una forma definida. La novela como tal no tiene forma, entonces el policial plantea la nostalgia por una forma que no se tiene. A mí me gustan las novelas que comienzan con un enigma que hay algo que resolver, aunque después no marchen como policiales, algunas tienen más cercanía. El género me interesa. Pero novelas policiales buenas hay muy pocas, es un género que tiende a decepcionar al lector, pero el tema que haya algo que resolver incita a la imaginación del lector y el escritor.

Valorás mucho mantener la tensión del relato, es un elemento que esta siempre ahí, como atrás en todo el texto.

Sí, te ayuda, es como si tensaras un hilo, el hilo de Ariadna en el laberinto. Esto te permite saber adónde vas. Después esta forma uno puede llevarla a otros ámbitos, con poéticas totalmente distintas. Así como en una tragedia esta bien definida una forma, pero se puede con ella contar cualquier historia. Además lo que introduce la literatura de enigma es este tema de la resolución final, el hecho de que el misterio sea resuelto. Esto en la literatura tiene un peso muy fuerte, en toda la historia de la literatura. Terminar con una revelación, con que lo escondido sale a la luz.

El clima que armas en tus novelas, el clima exterior, ¿de qué manera contextualiza a los personajes?

Eso es fundamental. Cuando uno escribe debe plantear un mundo con la mayor autonomía posible. Eso, para mí,

es como poner paredes alrededor de lo que se construye para limitar la zona. La atmósfera asfixiante de una buena novela. Una novela tiene que ser algo cerrado en sí mismo. La interpretación la abre, pero al momento de escribir para que algo tenga un peso simbólico tiene que estar cerrado.

Dentro de esas historias policiales, ¿qué cosas te llevan fuera del género?, ¿cuándo te vas a los márgenes?

En La traducción hay un final que es del género fantástico. A mí el cruce entre géneros siempre me gusto, y es muy difícil de hacer. Después en mis libros hay elementos que tienen que ver con la escritura, elementos intelectuales, casi paródicos. Me atrae como escenario del crimen el ambiente intelectual, quizá porque siempre me dedique a los libros, uno tiene puesta más pasión en los libros que en robar un banco o llenarse de plata.

En tus novelas la plata nunca es el móvil de los crímenes.

No, es otra cosa, digamos, capital simbólico.

¿Es un contraste provocado eso de, por un lado la forma policial, tan subestimada a nivel teórico, y por el otro esta esto de que muchos de tus protagonistas son tipos intelectuales, de letras?

Sí, siempre que uno se acerca al policial esta el tema del detective que descifra las pistas, esta en como lo conserva uno. En mi caso son detectives medio casuales, no tiene ninguna habilidad en particular, y van resolviendo las cosas no por su habilidad sino porque son los testigos y a veces se resuelven las cosas un poco solas. Pero el tema de quién va a ser el detective en la literatura argentina esta muy marcado. Muchos autores imitaron la novela norteamericana, las novelas de (Raymond) Chandler, que es más difícil porque ese detective no sólo no existe en la Argentina, sino que tampoco existe en nuestro imaginario privado. Entonces lo que me gusta es encontrar figuras distintas de detectives. En La traducción es un traductor, en El teatro de la memoria es un neurólogo, son gente común que se va cruzando con elementos que por ahí a un detective no le sorprenden tanto.

En el tema de la resolución del enigma, ¿qué priorizás, la sorpresa o que el relato termine de forma natural?

Tiene que ser algo que salga de la poética de la novela, me importa mucho mas que ser sorpresivo ser coherente, que tenga que ver con el corazón de la novela. La búsqueda de la sorpresa es buena si surge. Esto pasaba mucho en la novela del año '40, había todo un dispositivo en el clima. Para mí el final tiene que ser algo que haya estado presente en toda la novela, no puede ser una sorpresa absoluta, no puede incluir elementos nuevos. De la mitad para delante de la novela no se pueden incluir demasiadas cosas nuevas porque esto te destruye el mundo.

¿Cuándo escribís pensás en el que esta leyendo?

Sí, en nadie en particular, sino en alguien que va decodificando. El lector es una especie de ciclo constructivo. Cuando uno hace una casa uno no piensa en alguien concreto, pero sabe que los techos van a determinada altura...

El hecho de usar un lenguaje breve, sintético ¿te genero alguna contradicción al entrar al mundo de la literatura formal para adultos, después de la historieta y la literatura juvenil?

No, siento que aprendí a escribir creando novelas para jóvenes. Antes del '91 yo había escrito un par de novelas para adultos, pero después, sobre todo en los '90, me dediqué a la literatura juvenil. Siento que antes mis novelas eran muy pretenciosas, limpié una serie de elementos. Tiendo siempre a tachar, a sacar, siempre quiero escribir un libro largo, pero después de tachar y sacar me van quedando chicos. Tiene que ver con el material estilístico de cada uno, con la confusión y la claridad, me cuesta ser un escritor de mayor literatura expresiva.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada N°05)

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Autor

Diego Lanese, Hugo Montero