A sabiendas que se trata de la última oportunidad que tengo, espero ser persuasivo y ordenado, debido a que me he documentado seriamente para intentar torcerles el brazo a cierta manga de zátrapas que ustedes tan bien conocen.
Empecemos: la fiesta en Adrogué, que tuvo ratos de plenitud que llegaron hasta el aburrimiento liso y llano (imperdible aquellas bellas horas con todas las luces prendidas, en silencio y con los miembros del staff mirándose despavoridos ante el retraso del sonido), tiempo, claro está, que no perdieron para cobrarle los 2 pesos a los desprevenidos invitados que caminaban con desconfianza por el largo pasillo que los llevaba hacia el sueño más profundo. ¡Y después lloran porque les robaron tres Fernet, pero por favor! ¡Basta de impunidad! ¡Estoy hasta las verijas! Otro dato interesante, ignorado por el staff, fue aquella épica y efímera visita a cierto cementerio de Calzada, expedición ciertamente juvenil abortada por unos cuetazos de lo más sonoros a cargo de los responsables de la seguridad de tan sagrado territorio. Muchos pagarían por ver la cara de algunos miembros de Sudestada en ese fugaz instante.
Debo reconocer que escuché rumores de cierta pérdida de importante material periodístico debido al estado etílico de un integrante del consejo de redacción en un colectivo, pero prometo conseguir más información veraz. También vale destacar el espíritu de solidaridad y camaradería que reina entre los mismos miembros de la revista, ya que uno de ellos brilló por su ausencia a la hora de recuperar los cajones de cerveza decomisados ya que prefirió dedicarse a ciertas actividades artísticas. Por cierto, también conmueve el amoroso afecto de uno de ellos hacia su hermano, a quien afectuosamente pasó a buscar (o al menos eso argumentó) de forma muy misteriosa por Temperley.
Señores, tomemos cartas en el asunto, detengamos este culturicidio atroz y amputemos las manos ensangrentadas de infamias de los productores de esta revista. Las nuevas generaciones nos recordarán como aquellos que los liberaron del vicio de una revista cuya existencia es toda una afrenta para la humanidad y para las personas peludas en particular.
El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.
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