Cuando esta revista llegue a tus ojos, se cumplirán los primeros cien días del gobierno de Alberto Fernández. Y algunas cosas merecen ser pensadas, analizadas y discutidas.
Cuando esta revista llegue a tus ojos, se cumplirán los primeros cien días del gobierno de Alberto Fernández. Y algunas cosas merecen ser pensadas, analizadas y discutidas. En primer lugar, habrá que señalar lo que queda atrás: cuatro años de la gestión más antipopular y siniestra de la democracia argentina; un proyecto de patrones, estancieros y gerentes que llegó a tener la manija del Estado en sus manos, que empujó a la pobreza, la miseria y el hambre a millones de laburantes y que planificó una estrategia para quitarle el plato de comida a nuestros pibes y pibas para beneficiar la timba financiera y multiplicar las ganancias de corporaciones. Ese fue el punto de partida para el nuevo gobierno, con un plus que vale subrayar: un endeudamiento que cobra la dimensión de una estafa gigantesca. Para los recién llegados a la Casa Rosada, el primer punto fue el dilema de la deuda externa y su decisión fue comprometerse con el pago. Esta medida generó la primera controversia profunda en el campo popular: de un lado, los que pensamos que la deuda es ilegítima, impagable e ilegal, que de ningún modo puede ser pagada a costa del hambre de las futuras generaciones; y del otro, aquellos que piensan que los compromisos deben ser asumidos para evitar males mayores. ¿Se puede realmente pensar de forma soberana una gestión política con el condicionante del pago de una deuda "insostenible", adjetivo elegido por el propio FMI para definirla? ¿Se puede negociar con la usura multinacional de los organismos de crédito, los mismos que dejaron en todo el mundo un tendal de hambre y desastre en cada sitio donde negociaron sus acuerdos e impusieron sus modelos de ajuste?
La segunda línea que distanció a propios y extraños fue el manejo de la crisis económica. Ante el desastre generado por el macrismo, el nuevo gobierno asumió decisiones de corto plazo para mitigar un elemento central en la vida cotidiana de millones: el hambre. Hoy, el hambre debería ser el punto principal en la agenda del gobierno. En ese sentido, la implementación de la tarjeta alimentaria fue un recurso de apuro que coincidió con el ajuste a las jubilaciones, otra decisión que despertó rechazo y sembró desconcierto en unos y desengaño en otros...
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