Referenta ineludible de la pelea por los derechos humanos, abanderada de la resistencia de trabajadores, pueblos originarios y de los oprimidos en general, feminista de la primera línea y divulgadora de los beneficios del cannabis medicinal, Norita Cortiñas cumple el 22 de marzo sus 90. Por eso, la convocamos en esta entrevista: para repasar parte de su historia, para analizar el presente político de nuestro continente, para seguir en la búsqueda de la memoria, verdad y justicia sin vueltas de páginas y, además, para aportar algunas pistas de cómo será su particular festejo. La Madre de todas las batallas no descansa y su lucha es bandera de cientos de militantes que se apoyan en su ejemplo para seguir adelante.
Es de mañana en Castelar, pleno feriado de carnaval, pero ella no descansa. En su living repleto de libros, regalos y pedidos Nora atiende llamados de periodistas y amigos militantes, contesta mensajes y repasa su agenda. Siempre con una mueca de humor para que la lucha se defienda con alegría. Todos los días del año, a la hora que sea necesario. Hace más de cuarenta años su vida cambió para siempre: la desaparición de Gustavo, uno de sus hijos, motivó una búsqueda desesperada por él y también por los 30 mil detenidos-desaparecidos. Ese andar pasó a ser el eje cotidiano que le dio otra pulsión a sus días. Integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, hoy Nora es un faro para muchos militantes que esperan y escuchan con atención cada una de sus opiniones. También los convoca a participar en la ronda de los jueves en Plaza de Mayo para exponer sus reclamos o contar los atropellos de las patronales. Donde hay una injusticia, ella dice presente. Es una semana particular en la vida de Nora. La entrevista pactada días atrás a partir de su cumpleaños 90, tiene un nuevo eje, a raíz del debate que surgió por los dichos del presidente Alberto Fernández en Campo de Mayo al despedir a un contingente militar (ver recuadro). Como es habitual, Nora Cortiñas no negocia sus palabras: "El presidente Fernández dijo que cuando se equivocara, había que advertirle; yo hice eso. Lo hice desde las vísceras, como siempre, sin especular políticamente. Lo que dije no fue para agredir. Él pidió disculpas y yo las acepto". Auténticas como siempre, sus palabras merecen ser leídas con detenimiento, sin caer en la crítica fácil ni apelar al absurdo de señalar que cualquier corrección o cuestionamiento representa "hacerle el juego a la derecha". Sus noventa años la encontrarán en la calle y en la calle estaremos junto a ella. El grabador está dispuesto, ella toma la posta y arranca: "Mis padres eran muy materos. Yo, si no me lo ceban no tomo, por pereza total", se excusa para que nos hagamos cargo del mate. "Me gusta con hierbas, muy bien", elogia mientras nos disponemos al diálogo.
-¿Cambió algo desde la salida de tu biografía Norita. La Madre de todas las batallas? ¿Sentís que muchas personas pudieron conocer tu historia y, con ella, la de Gustavo y los 30 mil?
-La semana pasada, en la plaza, vino un pibe de unos 20 años que se acercó a la ronda. De pronto se mete en una conversación que estábamos teniendo con un grupo de amigos y me dijo que había leído el libro y que lo había hecho llorar de punta a punta. Yo le dije que no era para tanto, pero él insistía. La semana siguiente, en la fiesta de cumpleaños de Pino Solanas, estaba un dirigente del Partido Socialista de Santa Fe y, cuando le estaba por regalar uno, me dice: "Ya lo tengo, está todo subrayado". Cuando alguien lo tiene marcado así es porque lo leyó en serio, y es una alegría. Me gusta porque el libro dice la verdad, está muy bien escrito y, además, cuenta el contexto, la historia de nuestro país. Está hecho con mucho amor y dedicación. Las entrevistas fueron muy profundas y logramos un clima de confianza porque Gerardo (Szalkowicz) caminó muchos lugares militantes como yo. Eso hace que hable de temas con conocimiento. Muchas cosas se hilvanaron este tiempo. Fijate que León Gieco se entusiasmó tanto al saber de la noticia que salía el libro que escribió uno de los prólogos porque, al ser de la misma generación que Gustavo, sentía que era su historia, que tenía que dar su testimonio. Al principio no quería que se publicara porque yo sé que las madres somos muchas. Por eso quería y quiero que haya un libro con cada historia de mis queridas compañeras. Ojalá Mirta (Baravalle) hubiese aceptado contar su historia, pero ella es tan troska que desconfía de todo el mundo [risas]. Y, sin embargo, Mirta en el 75 y 76, cuando le llevaron a su hija, fue a las cárceles a visitar a los presos políticos cuando no iba nadie, solo un grupo de familiares. Tiene una búsqueda de su nieto o nieta que es tremenda, es inclaudicable. Es muy reservada pero su historia es muy grande...
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