Una obra de teatro también puede ser un repaso por los personajes y conflictos de un autor emblemático como Dostoievsky. Mirta Bogdasarian, autora y directora de Días rusos, se propone justamente ese desafío: releer al autor de Crimen y castigo desde el presente, y aprovechar el lenguaje teatral para narrar un paisaje atormentado y doliente.
"Derrame sangre, sangre, sí. La que todos derraman, la que se vierte y se verterá en el mundo como un torrente, la que corre como champaña y por la cual se coronan vencedores los que tienen poder".
Rodia Rascolnicov, Crimen y castigo.
Un fantasma sobrevuela las calles del barrio porteño de Caballito? ¿Son estas calles azotadas por un frío polar que avecina una copiosa nevada? ¿Es posible poner en tablas gran parte de la obra literaria de Fiodor Dostoievski? ¿Son sus antiguas inquietudes existenciales similares a las actuales?
"Dostoievski escribió novelas que cuentan con extraordinarias situaciones de lo más útiles para la actuación. En algunas de las clases que doy, con alumnos avanzados, he propuesto más de una vez Dostoievski como fuente de improvisaciones. Es un material de alto voltaje, grandes conflictos y estados emocionales intensos, tenés que estar muy afectado para actuar esos hermosos personajes. ¿Por qué dejarlos en el marco de una clase y no hacer una obra con toda esa potencia que circula en Dostoievski? La respuesta es Días rusos", dispara Mirta Bogdasarian, dramaturga y directora de esta obra que vincula grandes novelas del escritor ruso.
Con un trabajo impresionante para encontrar un hilo conductor entre diferentes libros, Bogdasarian logra hacer convivir en su obra a los personajes de Memorias del subsuelo, Crimen y castigo, El jugador, El idiota y Los hermanos Karamazov. De esta manera se ven en escena al idealista Raskolnikov, mezclado con la patética figura casi autobiográfica de Ivanovich acosado por su adicción al juego; al maltratado príncipe Mishkin, compartiendo tragos y disputando prostitutas con Fiódor y Dimitri Karamazov.
Siempre para un autor es complejo saber cuándo aparece ese impulso interior que pone la maquinaria literaria a funcionar. "No es muy mensurable el tiempo. Específicamente para Días rusos en principio fue releer todo Dostoievski, seleccionar conflictos y personajes, releer con mucha minuciosidad lo elegido, y seguir leyéndolo hoy, aún con el trabajo cerrado. El vínculo con su literatura sigue en funcionamiento. Sumando las etapas diría que un año y pico desde que apareció la idea de hacer una obra. Pero el primer acercamiento fue en la secundaria, gracias a una hermosa profesora de Literatura que me tocó en suerte. Muchos años después trabajé como actriz en dos puestas de Tantanian, Los mansos y Los sensuales, allí el vínculo literario se pasó a lo teatral", cuenta Bogdasarian mientras revisa las notas que tomó durante la función. Esos apuntes los lleva luego al encuentro con los actores para marcar cuestiones a corregir.
"Discúlpame, no me hagas caso, no tomes ejemplo de mí, tal vez yo sea peor que vos, o quizá soy igual de desgraciado y me hundo en el lodo para ahogar mi sufrimiento".
Memorias del subsuelo
Uno de los actores es el mago profesional Jorge Ribak que, como la mayoría del elenco (Belén Redondo, Carolina Vega, Cecilia Vago, Gonzalo Carmona, Guillermo Osuna, Gustavo Quezada, Julián Quilaqueo, Lorena Regueiro, Pablo Pagliaretti y Silvina Lombardo), forma parte del taller de formación actoral que conduce Bogdasarian. "Para mí fue una oportunidad impresionante poder salir de mi papel habitual del humor y la magia y meterme de lleno en un trabajo plagado de tragedias personales, crímenes, traiciones entre padres e hijos, pobreza, frío. Todo un mundo hostil que me obligó a una preparación muy intensa".
Días rusos se presenta todos los domingos a las 17 en el Teatro El Piso, Hidalgo 878, CABA. Este espacio cuenta con una sala donde público y actores casi conviven cuerpo a cuerpo. La sala es un rectángulo donde las sillas están dispuestas a los costados, contra las paredes laterales y la escena transcurre en el centro y a lo largo. Los actores, por momentos, parecen mirar, fijar sus pensamientos en los espectadores. Así lo cuenta la directora que, además, describe la dificultad de los proyectos por fuera de la lógica del mercado. "Necesitaba un espacio apaisado, ancho. Eso era irreemplazable. Presentamos carpetas en distintas salas, es muy difícil producir de manera independiente sin tener tu espacio. Es una tarea quijotesca. Muchas salas 'reconocidas' del circuito off ni siquiera contestaron los mails de presentación del proyecto. Son once actores, no hay 'famosos', y no les interesará Dostoievski, supongo. Las salas oficiales, ni hablar. El Piso contaba con una sala que podía ser usada al revés, aprovechando su ancho, y son buena gente, interesadas en el teatro en tanto arte, eso es invaluable. Que el público quedara tan cerca fue algo aleatorio, pero se convirtió en un valor para la puesta: los actores casi rozan con sus vestuarios las rodillas de los espectadores".
Con un vestuario y una escenografía que traslada al espectador a los días de la Rusia zarista, abrigos de época, una estética que mixtura la decadencia de una enorme porción de la sociedad, con la opulencia de los menos. Príncipes y señoras burguesas, conviven con seres desdichados con vestimentas derruidas. "Tanto el vestuario como la escenografía son producto del desguace de mi estudio de teatro Antiprímula, que acopiaba ropas desde tiempos inmemoriales, algún choreo puntual al placard de alguna tía o madre fueron los sustentos. En general son vestuarios caros, pieles, cueros, ropas abrigadas, pero se armó con mucho trabajo artesanal, coser cortinas, bordar manteles, agrandar pantalones, etc. El trabajo detrás de una obra de teatro independiente es inenarrable"...
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