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Género

Un lugar donde la unión salva

¿De qué son capaces las mujeres cuando se juntan? En el sur del conurbano bonaerense, el refugio Uguet Mondaca alberga víctimas de violencia de género. Provienen de todas las clases sociales. Nancy, su fundadora, tiene espacio para todas. Llegan solas, embarazadas o con sus hijos. Buscan lo mismo aunque no lo sepan: irse empoderadas.

Nancy no tenía mucha relación con su vecina de al lado. Ella apenas la miraba, entraba rápido y con la cabeza gacha. Era habitual que escuchara cómo su marido la insultaba a los gritos mientras ella lloraba. Una noche Nancy se despertó de golpe. Esa vez tuvo el presentimiento de que si no intervenía, la iba a matar. No dudó. Saltó la pared que separaba ambas casas y entró. El tipo la miró con sorpresa, se quedó duro y no pudo reaccionar. Aprovechó ese momento para llevarse a la mujer y a su hija lejos de ahí. No las dejó solas hasta que consiguieron un lugar seguro donde vivir. Esa experiencia, de 15 años atrás, la cambió para siempre. Se dio cuenta de que la rodeaban amigas y conocidas que pasaban por la misma situación. "Quedate conmigo esta noche y después lo solucionamos juntas", empezó diciéndoles y no tuvo que pensarlo tanto. Convirtió su casa en un refugio para mujeres y niños, víctimas de hombres violentos, que no tienen a dónde ir.
"Mi esposo era el dueño de esta propiedad. Antes de morir, le propuse armar el proyecto juntos y dijo que sí. Yo ya lo había intentado en otro lugar", le explica Nancy a Sudestada. Una vez, albergó a cincuenta personas al mismo tiempo y el piso se llenó de colchones. Era un boca a boca sin fin. Unas aconsejaban a otras, decían que ahí les habían dado una mano. Recibían un número y se animaban a llamar o iban directamente. A los pocos meses, con compartir una pieza ya no bastaba. El espacio se tuvo que adecuar para recibir a esas mujeres y sufrió transformaciones edilicias. Ahora hay un cuarto que funciona como depósito de alimentos y unas cuantas habitaciones: la de su fundadora, la del fondo y la de los adolescentes; incluso la cocina está dividida en dos para que entren más camas.
Al principio, sólo los familiares y amigos de las víctimas sabían de la existencia del refugio. Nancy no quería divulgar que en su casa había mujeres escondidas. Pronto advirtió que los violentos accedían de todos modos a la dirección en el juzgado. Estaba escrita en los expedientes judiciales. Hubo que cambiar el protocolo de seguridad y logró que la ubicación ya no figurara más en ellos.
Decidió no privarse de más ayuda. En el sur del conurbano bonaerense todos se enteraron de que allí funcionaba un refugio. Los vecinos de Almirante Brown dejaron de preguntarle si esas mujeres eran sus hijas. Fueron los primeros en ayudar: acercaron ropa, calzado, pañales y útiles para la escuela. Después, empezó a pedir lo que le faltaba a través de las redes sociales.
Hace más de cuatro años, Nancy se reunió con las autoridades locales. En ese momento, su hogar no era reconocido legalmente. Llegaban las mujeres, pero no la ayuda del Estado. "Conseguimos la articulación con las comisarías de la mujer y los juzgados. Las derivan ellos. Hoy casi ninguna viene por su cuenta", explicó. Ese acuerdo también significó un trabajo en conjunto con hospitales y escuelas de la zona. Logró que a las chicas las visiten psicólogos y que, cada semana, la secretaría de Desarrollo Social del Municipio les dé alimentos no perecederos. A veces, colchones. El resto de las cosas las consigue con la cuota mensual de los socios del hogar y con lo que recaudan en la feria americana que hacen todos los días.



La sobreviviente
Alicia Chamorro dice que tiene la suerte de poder contar su historia. El año pasado su nombre empezó a aparecer en los medios. Los títulos de las noticias eran todos parecidos: "Buscó a su novio por Google y se dio cuenta de que era un femicida". Sabe que los armaron así a propósito, que tienen un juego de palabras que vende. Pero no se queja. Dice que al menos difundieron su caso.
Con Martín Romañach empezaron a hablar por Facebook. A las semanas de salir, él le contó un secreto. Estuvo presente cuando una chica cayó al vacío desde un octavo piso en 2013. Le dijo que fue en la casa de su abuela, en Lanús, que estaban tomando algo en la terraza y que perdió la estabilidad: se le enredaron los pantalones cuando estaban por tener sexo. Ella le creyó. Pero con el tiempo empezaron a brotar los celos y el control se volvió absoluto. "Mordidas, golpes, violencia sexual y psicológica. Pasé por todos los estadíos de un psicópata", le dice Alicia a Sudestada.
En uno de esos estadíos, se alejó de la gente que la quería. Al mes de salir con Romañach quedó embarazada. Vivía con sus padres y la reacción de ellos ante esa noticia no fue la esperada. Decidió irse y durante un tiempo se la pasó de casa en casa. "Mis amigos tampoco me querían ver. Yo lloraba porque Martín me hacía daño, pero me llamaba e iba corriendo a verlo", dijo y aseguró que todos los violentos generan esa dependencia: "de repente estás sola y los únicos que te ayudan son ellos".
Empezó a dudar de aquel relato que él le contó cuando parecía un buen tipo. Lo primero fue buscar en Internet. Esa chica de la que le había hablado se llamaba Ornella Ragno. Varios indicios la llevaron a descartar la versión de Romañach, la del accidente. El abogado de la familia de Ornella, Néstor Pardal, aseguró en televisión que el joven la golpeó con un objeto contundente y que ella cayó inconsciente al vacío. En la terraza había sangre y él estaba lleno de rasguños.
Romper con esa relación no fue nada fácil para Alicia. Una de sus amigas le dijo que no podía vivir más así y la ayudó a buscar un refugio para víctimas de violencia de género. Pensó que podía ser la solución. Más tarde, Alicia le mandó un mensaje por Facebook a Nancy y ella le escribió un teléfono. Hablaron a las tres de la madrugada y sin dudarlo le ofreció un lugar. Le dijo que su casa no era un palacio, pero que no le iba a falta nada...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)

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Autor

Agustina Lanza