En octubre del año pasado, el Congreso Nacional Indígena y el zapatismo sacudieron el escenario mexicano con el anuncio de que participarán en la elección presidencial de 2018. Con la mira puesta sobre ese proceso, pero también —lo más importante— para afirmar la unidad de los pueblos indígenas en las tareas de reconstrucción del país, han nombrado a la vocera que hará las veces de candidata independiente. ¿Quién es María de Jesús Patricio Martínez, la mujer a quien todos conocen como Marichuy?
En los sueños de María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, se anunciaba la llegada del tiempo de los pueblos. Hace meses, esta mujer de origen nahua1 comenzó a soñar que una delegación de zapatistas e integrantes del pueblo wixárika llegaban a Tuxpan (ubicado en el sur de Jalisco) en tiempos de fiesta. Ahí se reunían con ella y con nahuas de la región. Sentados en círculo, discutían asuntos en común mientras en las calles continuaba el jolgorio. En ese entonces, Marichuy aún no sabía que iba a ser elegida como vocera del Concejo Indígena de Gobierno –emanado del Congreso Nacional Indígena (CNI) y con respaldo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)–, ni tampoco que se buscaría inscribir su nombre como candidata independiente en las boletas electorales para la presidencia de México en 2018. Aquellos sueños con los zapatistas fueron una revelación, una suerte de premonición, que Marichuy tuvo mucho en cuenta al momento de aceptar ser la portadora de la palabra de los pueblos indígenas: los interpretó como una señal de que ya era el tiempo de convocar a una gran organización nacional.
En los pueblos indígenas los sueños son considerados sagrados y reveladores. En el caso de Marichuy también pueden ser tomados como anuncios: la madrugada del 6 de diciembre de 2011 soñó con gente que comía carne cruda. Ya por la mañana interpretó que ese día podía correr sangre: estaba angustiada por las familias de la comunidad hermana de Santa María Ostula, en la costa de Michoacán. El comunero Trinidad de la Cruz Martínez Crisóforo, líder moral de la lucha por la tierra en Ostula y amigo cercano de la familia de Marichuy, regresaba ese día a su pueblo –se encontraba desplazado porque ya habían intentado asesinarlo–, para participar en una asamblea donde discutirían el tema agrario y las amenazas que había en su contra. En el camino lo interceptaron cinco sicarios y lo asesinaron. El terror que se vivía en aquellas tierras era tan grande que incluso paralizó por meses al Congreso Nacional Indígena.
Casi seis años después de aquel sueño, y ante los tiempos que se avecinan, su corazón le dice a Marichuy que avance; que no ganará la Presidencia de México, porque ese no es el objetivo, pero que los pueblos podrán organizarse "y que estaremos junto a la sociedad civil para planear qué hacemos por esta tierra que se llama México, para enfrentar la guerra todos juntos".
Marichuy es reconocida por sus conocimientos en medicina tradicional. Desde esa mirada, diagnostica que México está enfermo por el virus del capitalismo, un virus que acaba con la vida de la gente, de la tierra, del agua, de los animales, de los pueblos. Se trata, dice, de una enfermedad contagiosa que sólo podrá erradicarse si en todos los rincones del país las personas "nos organizamos para curarnos de ese monstruo".
La Asamblea Constitutiva en la que se integró el Concejo Indígena de Gobierno tuvo lugar los pasados 27 y 28 de mayo en el Centro Indígena de Capacitación Integral Fray Bartolomé de las Casas, A.C.-Universidad de la Tierra (Cideci-UniTierra), en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Tras una serie de deliberaciones, Marichuy fue anunciada como vocera del Concejo. A ella y a los demás integrantes se les tomó protesta. Al recibir el cargo, anunció que la lucha era por la vida, y que esto incluye "la tierra, el territorio, el agua, los árboles, todo, porque se lo están acabando. Si queremos que los pueblos sigan existiendo, si queremos que siga habiendo vida para todos, si queremos que eso que nos heredan nuestros antepasados seguirlo conservando, por eso hemos decidido dar este paso y participar para invitar a todos esos sectores, a la sociedad civil organizada, a la no organizada, a que unamos los esfuerzos y podamos destruir este sistema que nos está acabando a todos".
La que habla es la voz colectiva de los pueblos que integran el CNI, que recibe por igual a los antiguos que a los recién llegados: es una casa a la que pueden acudir cuando quieran. Una de las voces presentes en el Congreso es la de los wixaritari, que desde hace años han recibido en sueños el mandato de rescatar a la tierra de la destrucción a la que está siendo sometida,2 "porque es la madre la que alimenta y da de beber, y a la madre no se le maltrata ni se le mata con proyectos mineros, petroleros, ganaderos o de represas, o echándole veneno".
Marichuy interpreta los calores extremos en México como un grito de la tierra para que "regresemos" a ella, para ponerle atención, para hacer un alto e imaginar qué "tenemos que hacer juntos. […] Los pueblos no tienen la poción mágica, pero entre todos la vamos a buscar, cada quién desde donde está".
En un mundo donde rige la idea del "progreso" y se ve a la tierra como mercancía, resguardar la naturaleza y la vida implica tomar un camino espiritual. El registro de una mujer indígena como candidata independiente –vocera del Concejo Indígena– es tan sólo una estrategia que busca arruinar "la fiesta de los de arriba" (las elecciones); una fiesta, dice Marichuy, "basada en nuestra muerte. Queremos hacer la propia, basada en la dignidad, la organización y la construcción de un nuevo país y un nuevo mundo".3 El recorrido por los territorios adoloridos llamará a sanar en colectivo a un país enfermo de muerte y a soñar cómo regresar la vida a la tierra...
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