Los dueños de todas las cosas, los patrones del racismo y la xenofobia, los trasnochados que se cuadran ante el pasado represor, los indignados que sueñan con un país uniformado de azul, los hijos del chetaje que se aíslan tras los muros del dinero y el miedo, los ventajeros del agronegocio y el extractivismo que nunca pierden...
Los dueños de todas las cosas, los patrones del racismo y la xenofobia, los trasnochados que se cuadran ante el pasado represor, los indignados que sueñan con un país uniformado de azul, los hijos del chetaje que se aíslan tras los muros del dinero y el miedo, los ventajeros del agronegocio y el extractivismo que nunca pierden, los gerentes que imaginan un país de jóvenes y pobres tras las rejas, los serviles magos que ganan con la explotación de miles y la evasión por millones. Todos ellos tienen hoy un gobierno a su medida. Un gobierno que responde a todas y cada una de sus expectativas: uno que deja trabajadores en la calle, que llena las cárceles de excluidos, que pisotea derechos básicos, que sube precios y tarifas, que se burla de las ideas y los libros, que se jacta de su ignorancia y celebra la estupidez como fórmula de masividad, que anuncia palo y bala a los que se atrevan a inquietar su siesta burguesa, que transa en las sombras con burócratas sindicales, que se sienta en la mesa chica de la política a repartir sus cartas y a tejer alianzas. No queda resquicio alguno por donde la Argentina exclusiva del privilegio pueda quejarse, ahora que se impuso hasta en las urnas. Claro que para lograr esa victoria resonante contó con la colaboración inestimable de sus adversarios de turno.
Ahí andan los derrotados, impávidos ante la sorpresa de encontrarse abajo del escenario: perdieron varios millones de votos en cuatro años, pero la culpa es del otro. Erraron los caminos de la táctica electoral, pero no se cuestionan nada. Fracasaron en su soberbia macartista, legitimando el saqueo minero y el empleo precarizado, pero la autocrítica es mala palabra. Ahora se dividen, se enfrentan, se quedan sin conducción, se acusan de traidores… justo ellos, los que hasta ayer posaban abrazados en los carteles callejeros, los que contaban votos por triunfos. Ahora, vencidos, se sacan los ojos.
Ya quedó claro. No alcanzan las consignas artificiales a la medida de las redes sociales, ni esa militancia de mouse y teclado. No alcanza con la billetera del subsidio y la pauta oficial. No alcanza con la retórica fogosa ante los micrófonos, ni con dirigentes que sólo se preocupan por no ceder ni un centímetro de poder. No alcanza con el absurdo de hablar de "resistencia" y al rato andar afiliando jóvenes para ver al aparato devorándoselos de un bocado. No alcanza con la lógica partidocrática que repite, una y otra vez, la misma dinámica. No alcanza con gobernadores e intendentes que, apenas derrotados, salen corriendo a negociar con los ganadores. No alcanza con juntar a los que durante años hicieron silencio ante los crímenes policiales en los barrios, los que nunca aparecieron en la calle, los que se excusaron detrás del aire acondicionado de su despacho.
Y a mitad de la calle de la confusión y la ausencia de alternativas, vamos caminando. Buscando una salida, sin referencias a la vista, pero discutiendo entre todos. Ejercitando el músculo del pensamiento crítico, saliendo a la calle a poner en juego algunas certezas, defendiendo historias que nos identifican. Lejos, muy lejos, de la Argentina del privilegio que festeja con globos y dólares un gobierno a su medida. Lejos, muy lejos, de quienes pretenden recuperar su lugar en el sillón con las miserias de siempre, como si nada hubiera pasado.
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DE REGRESO
Podríamos anotar una extensa lista de problemas, obstáculos y dificultades para arrancar este 2016 de Sudestada, pero no hace falta. Ustedes, amigos lectores, conocen tanto como nosotros estas variables. Las padecemos todos los días. Hoy elegimos celebrar este regreso en el papel, saludar un año más en la calle y otra etapa transitando junto a la revista Mascaró y su gente. Es cierto que en un presente en el que muchas voces se silencian, nuestro trabajo adquiere otra relevancia. Sin ataduras de ningún tipo, sin compromisos con punteros ni subsidios, sin ceder nada de lo que queremos contar, arrancamos nuestro año número quince en la calle. En silencio, sin lastres, pero alimentando esta revancha gigantesca que tiene forma de revista, que molesta, que discute, que perturba, que sigue esperando cada mes a ese lector amigo que se acerca en busca de una buena historia, de una nota imperdible, de una idea para encender la máquina de la imaginación. Acá estamos, otra vez, buscando. Están todos invitados a subirse a esta locura de papel.
El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.
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