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Nota de tapa

Miles Davis, retazos de una música inmortal

A comienzos de los años sesenta, el genial Miles Davis eligió interpretar el clásico Concierto de Aranjuez con su particular estilo, y el resultado de su experimento fue un disco inolvidable. Viajando en el límite entre el jazz y el flamenco, secundado por Gil Evans, Miles empujó entonces a toda una época hacia adelante con el aire cargado de talento que generaban sus pulmones.

Destruido por la heroína, confundido por el alcohol y deformado por la hinchazón; Bird miró apenas un segundo al joven trompetista que compartía su mesa entre el estruendo de gritos, luces y licores. Nada personal habían hablado hasta entonces, nada por fuera de cuestiones de rutina de la gira o comentarios acerca de los locales nocturnos más concurridos en cada ciudad. Con la mirada, logró por un segundo la atención de su joven trompetista. Bird no acostumbraba tener esos gestos. "No tengas miedo. Sigue adelante, y toca", le susurró al oído. Nunca más volvió a hablarle de aquella forma al joven Miles Davis, que lo miró un buen rato sin comprender, como esperando nuevas palabras que nunca llegarían. El humo de los cigarros, los vasos vacíos y los golpes de la heroína se fueron llevando lentamente a Bird aquella noche. Una noche que Miles jamás pudo olvidar.

***

Caminando por las calles de Los Angeles, manos en los bolsillos, cigarrillo en la boca, Miles apuraba el paso para no llegar tan tarde al encuentro de un viejo amigo. En su interior pensaba qué hacer luego de liderar recientemente una de las más brillantes formaciones de jazz de la historia, y lo sabe mejor que nadie. John Coltrane, Cannonball Adderley, Bill Evans, Paul Chambers y Jimmy Cobb formaron parte de aquel inolvidable trabajo bautizado como Kind of blue, tal vez el disco más influyente y progresivo del jazz de todos los tiempos. Pero entonces a Miles no le importaba nada de eso, siempre las cosas se daban más o menos así, para él se trataba de una etapa más de su carrera que estaba cumplida. Ahora pensaba, otra vez, qué hacer. Sabía que no podía tocar en vivo porque su licencia seguía suspendida desde aquel entrevero a las piñas con varios agentes blancos de policía a la salida del teatro. Su banda había tenido que terminar todos sus compromisos sin él, reemplazándolo en todas las actuaciones. Pero en la caminata silenciosa se cruzó con la idea de hacer algo distinto. Muy distinto. Pero qué hacer, se preguntaba. Dió la última pitada a su cigarrillo, lo tiró, lo aplastó con su zapato y tocó la puerta de la casa. Tal vez detrás de esa puerta estaría la respuesta a su enigma.

Caras conocidas le abrieron, lo abrazaron y lo invitaron a pasar. Su amigo Joe Mondragón, un bajista de estudio oriundo de México, tenía la respuesta. "Puso una grabación del Concierto de Aranjuez, del compositor español Joaquín Rodrigo, y me dijo: Miles, escuchá esto, vos podrías hacer algo parecido. De modo que me senté a escuchar y a mirar a Joe, diciendo para mí: Maldición, esas líneas melódicas son fuertes. Supe allí mismo que tenía que grabar aquella música porque, simplemente, se me quedó clavada en la conciencia", relataría Miles después, en su autobiografía.

La furia de Miles por aquella pieza lo perseguiría durante su viaje a Nueva York, a la búsqueda de Gil Evans, con quien ya había trabajado en Birth of cool. Le entregó entonces un ejemplar del tema de Rodrigo para ver qué pensaba que podía hacerse. La repuesta no tardó en llegar y en poco tiempo, Gil Evans se puso a trabajar en los arreglos. "Miles encontró un sonido propio y básico, como debe hacerlo cualquier músico. Pero una vez que lo han logrado, muchos músicos mantienen ese sonido más o menos constante. Cualquier variación proviene de la selección afectiva de las notas, de las estructuras armónicas, y los tratamientos rítmicos. Miles en cambio, sabe percibir la totalidad de lo que lo rodea y saca partido de la amplia gama de posibilidades sonoras que existen incluso en el propio sonido básico. En otras palabras, es capaz de crear un sonido particular para cada contexto. La calidad de cierto acorde su tensión o falta de ella, pueden llevar a crear el sonido adecuado. Miles puede poner su propia sustancia, su propia carne en una nota, y después colocar esa nota exactamente en donde corresponde", explicó poco tiempo después Gil Evans sobre su trabajo con Miles.

El Concierto de Aranjuez, interpretado por Miles Davis, no es simplemente el tema principal de su álbum Sketches of Spain (el propio Evans le recomendó a Miles agregar otras interpretaciones de origen hispano como la marcha Saeta, o Solea); se trata de un experimento único en la historia de la música que derribó las fronteras musicales de dos universos tan disímiles como el jazz y el flamenco. Si bien ya existía un acercamiento previo de Miles a los ritmos españoles (ya en Miles ahead tocó Bluela discográfica?. Pero Davis arrojó por la borda todos los interrogantes con la sencillez de un genio en ples for Pablo, y en Kind of blue había interpretado Flamenco sketches); el experimento era riesgoso y bastante osado. Pero Miles no dudó en ningún momento. De hecho, nunca lo hacía. ¿Un afroamericano y jazzero interpretando melodías hispanas?, ¿qué pensarían los críticos?, ¿y no proceso de creación: "Los moros negros estuvieron en España por todas partes, pues los africanos la conquistaron hace mucho tiempo. En la zona andaluza es posible encontrar una fuerte influencia africana en la música, en la arquitectura, en toda la cultura, y mucha sangre africana en la gente. Hay pues, una cosa afronegra en la manera de sentir la música, en las gaitas, trompetas y tambores", explicó Miles tiempo después, justificando su incursión artística por ajenos territorios.


La nota completa en la edición gráfica Nº25

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Autor

Carlos Ortíz

Autor

Hugo Montero