Ni el exilio ni la soledad pudieron con Alfredo Zitarrosa, el músico uruguayo que cautivó a Latinoamérica y todo el mundo con sus milongas y poesías: obras maestras de la sinceridad y el talento. El hombre que se hizo voz del clamor popular.
"Hago falta./ Yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco,/ si no estoy. Siento que hay un sitio para mí en la fila,/ que se ve ese vacío,/ que hay una respiración que falta,/ que defraudo una espera./ Siento la tristeza o la ira inexpresada del compañero,/ el amor del que me aguarda lastimado./ Falta mi cara en la gráfica del pueblo,/ mi voz en la consigna,/ en el canto,/ en la pasión de andar,/ mis piernas en la marcha,/ mis zapatos hollando el polvo,/ los ojos míos en la contemplación del mañana,/ mis manos en la bandera,/ en el martillo,/ en la guitarra,/ mi lengua en el idioma de todos,/ el gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos".
La valija está cargada de miles de recuerdos, ahora sólo quedan unos instantes para el regreso. Alfredo ya es un hombre cuarentón. Sin embargo, en la vuelta algo le duele al cantor. Siente que algo le falta, está cansado y sabe que nunca será igual. Una ola de aliento lo impulsa a seguir, su guitarra lo llama. El sabe que le debe todo, sufrimiento y goce. Pero ahora se inclina más por el dolor, siente el dolor de sus compadres, el reencontrarse con las mismas injusticias. Su espíritu está algo cambiado, la madurez arrolla con todo, la melodía acepta o rechaza, uno lo siente. Exige algo. La inconsciencia de la creación, esa luz que hace que uno siga adelante se interrumpe con el pesar, pero sabe que no pude darse el lujo de aflojar. Alfredo Zitarrosa carga con la culpa de ser un elegido en la vida, con la responsabilidad de alegrar la vida de miles de personas con su voz y su entrañable guitarra.
"Me detesto cuando canto. No me gusta. Me fastidian mis discos. En casa les prohíbo que los pongan". Tiempo antes de su exilio en 1976 el espíritu de Zitarrosa cambió: la defensa a ultranza de los oprimidos lo desbordaba, su sensibilidad era golpeada. Por ese entonces su deber ser lo desmoronaba y agotaba. No podía hacer todo lo que le demandaban sus ideales, era una constante lucha contra la realidad, que parecía ganar la batalla.
La periodista María Esther Gilio, en una entrevista del año 1974 para la revista Crisis le preguntó si le angustiaba el oficio de cantor: "En los minutos previos a actuar... Sí, estoy muy nervioso, desde hace un tiempo. Antes no me angustiaba. Ahora siento mi trabajo como una gran responsabilidad. ¿Por qué he de ser yo precisamente el que suba a un escenario y cante para un público anónimo? El público no debe ser benevolente, tiene que exigir; pero mis guitarristas y yo no somos aparatos infalibles. No puedo dejar de preguntarme qué pasará hoy con ellos y conmigo mismo".
Zitarrosa sabía que la felicidad de un ser humano era imposible de alcanzar sin una transformación social, se sentía culpable de ganar dinero, de no aportar al cambio que se diluyó en su país en 1971 cuando el Frente Amplio perdió en las elecciones. Meses antes había declarado públicamente su adhesión. "Hace una semana que me afilié al MPU del FIDEL. Al FIDEL lo voté en el '62 y el '66. Vivo aquí, en la playa, en casa de la familia de mi señora. No pago alquiler, y hoy de noche se inaugura en mi casa un comité de base".
Ya en el exilio soportó la más desgarradora de todas las etapas. Casi no tocaba ante público, no tenía motivación por crear. Estaba consumiéndose lentamente bajo el fuego de la nostalgia: "Mi corazón y mi mente están en Uruguay. Yo vivo aún en Montevideo. Trabajo de cantor popular exiliado. Soy cantor popular exiliado".
La profundidad poética en Zitarrosa voltea los límites de la canción, está arraigada a ciertas posiciones filosóficas, existenciales y sobre todo políticas. Zitarrosa era un intelectual que sabía moverse en todos los planos. El escritor uruguayo Juan Carlos Onetti dijo alguna vez que el intelectual "no desempeña ninguna tarea de importancia social. Le corresponde tener talento". Zitarrosa, demostraba que podía ser algo más que eso y reunía ambas características, exacerbadas por una sensibilidad creadora.
Todo es milonga
Más de una vez dijo: "No soy folclorista; soy cantor popular uruguayo, y mi canto es fundamentalmente de raíz campesina; todo es milonga, milonga madre, madre incluso del tango y del candombe". Amaba profundamente a su guitarra que, como le cantaba a Becho (Carlos "Becho" Eizmendi, a quien le dedicó su genial tema El violín de Becho) por su violín, lo lastimaba pero la necesitaba.
Es tan grande la obra de Zitarrosa que son innumerables las voces de artistas que lo elogiaron y lo grabaron en su propio repertorio. Su compatriota Jaime Roos lo denominó "El dueño de la milonga en el Uruguay" y Atahualpa Yupanqui dijo: "Milonga del solitario la canta mejor que yo". Con alguien que entabló una gran amistad fue con Joan Manuel Serrat que a siete años de su muerte escribió: "Alfredo está vivo. La gente vive en cuanto vive en el sentimiento, en el pensamiento, en el corazón de los demás. Mientras la música de Alfredo siga sonando; mientras nosotros cantemos a Alfredo, Alfredo seguirá aquí.
Lamentablemente, a lo mejor, nosotros nos perdemos algunas copas, pero nuestro hígado lo agradecerá".
Regresó a su país luego de once años de angustia pero a sus 48 aún con "el deseo de aprender de los nuevos, que crearon una obra admirable". A pesar de no sentir las emociones y la frescura de la juventud decía que si se daban los pronósticos le quedaba mucho por crear. "En esta etapa de mi vida me emocionan en primer lugar los niños, pero me emociona todo. Desde la niña que pasa por tu puerta sin calcetines, el árbol de la esquina hasta la nube que cubre el cielo. Un buen cantor en el escenario... Un Pugliese, un bandoneón nuevo... Todo importa en la vida. Los niños en primer lugar, pero me interesa mucho el tema de los ideales, la gente humilde, la gente de abajo. El trabajador en primer lugar, pero hasta el lúmpen también, ni hablar los artistas que de por si son creativos".
Poesía y canto popular
Ya desde sus comienzos la producción artística de Alfredo Zitarrosa estuvo vinculada con los temas que figuraban el mosaico popular de la cultura de su país. "Cantarle y escribirle a la patria grande de Artigas" era, según su propio testimonio, uno de sus mayores deseos.
Desde muy temprano, Zitarrosa destaca dotes para la escritura, que une el refinamiento poético sin abandonar la temática tradicional y la denuncia social. En este sentido, influyen en su ánimo de acercarse a las problemáticas de su gente el largo tiempo que trabaja en radio junto al poeta anarquista Vicente Basso Maglio. De él hereda un simbolismo simple y directo, además de aumentar el compromiso con los sectores más explotados que ya Zitarrosa venía desarrollando (su libro Recordándote, ganador de los premios Municipal y Nacional de poesía, es un ejemplo de esto). Cuando Basso Maglio fue despedido de la radio, y muere pocos días después, Zitarrosa escribe una emotiva carta en la que destaca: "el programa no había cesado por la muerte de su autor, sino que el autor había muerto por el cese de su opinión".
La nota completa en la edición gráfica Nº25
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