Iraq nuevamente se encuentra asediado por bombardeos, combates internos y una reciente crisis política. Con ese panorama, Estados Unidos, la burguesía kurda en el norte del país y el grupo terrorista EIIL juegan sus intereses. Desde el propio campo de batalla, un cronista de Sudestada refleja la actual situación, en la que sobresale la resistencia de la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán.
Una anciana estira sus manos y grita. Todo el mundo alrededor está agotado. Hombres, mujeres y niños han huido de la barbarie, bajo el calor abrasador, dejando atrás sus tierras y sus casas. Muy pocos son los que traen consigo algún ganado, o quienes tienen en los bultos que sujetan algo más que harapos y utensilios insignificantes. Unos sostienen a sus hijos de la mano, otros tratan de tranquilizarlos en sus regazos. No hay absolutamente ninguna sombra en esta interminable estepa. El sol es un anillo de fuego que envuelve la región con temperaturas por encima de los cuarenta grados. La tierra y el fino polvo que levantan al caminar, al igual que las piedras sobre las que se sientan, irradian un calor insoportable. Son decenas de miles de kurdos yezidíes que se dirigen a las montañas.
Cuando la ciudad de Shengal, en el nordeste iraquí, cayó en manos de las bandas criminales del Estado Islámico de Iraq y el Levante (EIIL), el 3 de agosto pasado, miles de personas huyeron despavoridas. Según los conservadores cálculos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), alrededor de 250.000 personas abandonaron sus hogares. El temor y la desesperación curtieron los rostros de quienes subieron a las montañas y a las áreas más seguras, como el Kurdistán sirio (Rojavá), en un éxodo plagado de hambre, sed y determinación de sobrevivir.
El 10 de junio el EIIL logró ocupar la ciudad de Mosul tras una cobarde retirada del Ejército iraquí, apoderándose de casi todos los pertrechos y armamentos, tanques y artillería pesada. Con ese poderoso botín, el Estado Islámico reforzó sus agrupaciones. Dos meses atrás, la organización clandestina del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) en Iraq había enviado a cuatro militantes a la región de Shengal. "Esta región será atacada por las bandas terroristas, y deben ustedes organizar la autodefensa contra esa amenaza", era el mensaje que llevaban a los pobladores de la región. El gobierno autónomo kurdo de Irak, encabezado por Masud Barzani y el Partido Democrático de Kurdistán (PDK), apresaron a esos militantes, con quienes tienen grandes luchas ideológicas.
Luego los Peshmerga -nombre que se les da a los militares, tanto del PDK como de la Unión Patriótica de Kurdistan (UPK)- les quitaron a los yezidíes de Shengal las armas que tenían para su autodefensa, diciéndoles que la seguridad era algo que le correspondía al gobierno autónomo. Cuando la sombra del terror en nombre de Alá llegó a la ciudad y a las regiones de Shengal, los Peshmerga abandonaron sus posiciones y huyeron hacia Erbil, capital de la región.
El pueblo de Shengal se refugió entonces en las colinas del Monte Shengal, donde pasó noches y días con el temor de ser sacrificado. El 4 de agosto, combatientes del YPG y del YPJ (Unidades de Defensa del Pueblo y Unidades de Defensa de las Mujeres, ambas tropas revolucionarias kurdas de Siria) cruzaron la frontera siro-iraquí, rompiendo el cerco enemigo, y lograron alcanzar las montañas de Shengal.
La "respuesta" de Obama
En menos de veinticuatro horas, las grandes empresas de información y noticias se encargaron de explicarle al mundo que en el norte de Irak existen kurdos de religión yezidí. En su ignorancia absoluta, también explicaron que son adoradores de una especie de diablo, pero el asunto fundamental era que se encontraban asediados por los terroristas del EIIL, y así crearon un clima de reclamo y justificación de intervención militar norteamericana. El presidente estadounidense, Barack Obama, se limitó a decir que bombardearían algunas posiciones y que lanzarían comida y agua a los yezidíes desperdigados por las montañas. Obama aclaró también, previo a tomarse unas vacaciones, que romper el cerco de los terroristas para salvar a cientos de miles de yezidíes sería una tarea que podría demorar un mes, por ser una operación muy compleja.
Tres días después de esas declaraciones, las YPG y YPJ kurdas continuaron cruzando la frontera, atacando al EIIL y, junto con refuerzos de las guerrillas del PKK, lograron abrir un corredor, rompiendo el cerco de los yihadistas. Así salvaron sus vidas miles de yezidíes, que consiguieron refugiarse donde los revolucionarios les recomendaban: Rojavá, ciudades gobernadas por sectores políticos afines en Turquía, y regiones en el resto del Kurdistán sur de Irak...
(La nota completa en Sudestada N° 132 - septiembre 2014)
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