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Malditos: Ángel Bengochea

El chispazo que apagó una revolución

. No hay manera de frenar el bostezo. El hambre se hace escuchar tripas abajo. El mate mitiga apenas el frío de Berisso, que hace lo que quiere...

1. No hay manera de frenar el bostezo. El hambre se hace escuchar tripas abajo. El mate mitiga apenas el frío de Berisso, que hace lo que quiere con los gastados burletes del conventillo. De a poco, el sueño conspira contra la atención de los laburantes que rodean al Vasco. Apasionado el tipo, no parece que recién nomás hubiese terminado su turno en la sección gamexane de Duperial. Encendido, sólo su voz retumba en la pensión. El cursito de Historia y Economía política que el Vasco propuso dictar para los compañeros, peronistas casi todos ellos, sigue su marcha. Pero el cansancio y el sueño empiezan a diezmar las filas de los despiertos. Del otro lado de la ventana, una silenciosa multitud de trabajadores avanza por la calle Nueva York rumbo a los frigoríficos Armour y Swift. Son las seis de la mañana, y el tipo se ha ganado el respeto de sus compañeros con un estilo intransigente, pero sincero y bien humilde. Los pocos que conocen algo de trotskismo, no terminan de creerse del todo que el Vasco pertenezca a esa corriente ideológica. No se parece en nada a esos militantes presuntuosos que se las saben todas, que tienen una respuesta a mano para cualquier interrogante y que, al fin de cuentas, nunca terminarán de comprender del todo el fenómeno del peronismo. No se parece en nada, menos todavía, a ese tal Nahuel Moreno, que una vez entró al barcito vestido de impecable traje gris, con estampa de pituco porteño y sobrador, y que copó la parada con un discurso que será muy justo, pero que se hacía difícil de comprender. No, el Vasco es diferente. El Vasco es otra cosa. El Vasco es uno de los nuestros, piensan los compañeros. Después de todo, se lo ha ganado a fuerza de agachar el lomo y laburar el turno rotativo como todos los demás. Pero también porque ahí está otra vez: batallando contra el cansancio para intentar explicar con palabras sencillas qué significa eso de la tan famosa plusvalía, o por qué defiende ante cualquiera que los únicos héroes en este lío son los que se levantan a las cinco de la mañana para ir a trabajar. Y si hay que bancarse el sueño y mantenerse despierto, o calentar otra pava y hacer fuerza para intentar comprender su exposición, todo vale la pena.


2. El historiador que se atreva a encarar el derrotero del trotskismo en la Argentina deberá asumir desde el vamos una singularidad complicada: la historia de esta corriente puede sintetizarse con una sucesión de siglas interminable. Con sólo seguir los pasos de Nahuel Moreno, uno de los pioneros de la Cuarta Internacional en el país, habrá que detenerse primero en espacios marginales como el PORS (Partido Obrero de la Revolución Socialista) y la LOR (Liga Obrera Revolucionaria) en los años cuarenta, pasando después por el GOM (Grupo Obrero Marxista) y el POR (Partido Obrero Revolucionario), sin olvidarse del PSRN (Partido Socialista de la Revolución Nacional) y, por último, detenerse en PO (Palabra Obrera). Pero más complicado que el registro de esta ensalada de siglas, sería intentar dibujar una recta línea de coherencia sobre una estrategia siempre zigzagueante, en la que en varias ocasiones la retórica defendía esquemas que después, en la aplicación táctica, quedaban desautorizadas por volantazos difíciles de justificar para la militancia de base.

Si durante los primeros años del peronismo Nahuel Moreno se había manifestado críticamente, la línea variaría de forma drástica poco antes de la caída de Perón. Algo similar le sucedió con la revolución cubana: de un primer diagnóstico errado, que llegó a postular una defensa del dictador Batista y a cuestionar a los insurgentes por "populistas", pasó a una segunda lectura un poco más ajustada a la realidad. Sin embargo, Moreno nunca abandonó la desconfianza hacia Cuba y menos todavía el rechazo visceral hacia la idea de lucha guerrillera como único camino para la emancipación de los pueblos de la región, una postura que desencadenó una crisis en su propia organización; la que provocó la salida del grupo de Bengochea de Palabra Obrera.


(La nota completa en Sudestada N° 131 - agosto de 2014)

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Autor

Hugo Montero