De visita por Argentina, guitarra al hombro, el cantautor Ismael Serrano conversó con Sudestada sobre temas conocidos: la memoria, el olvido, el amor y la guerra. Heredero de esa vasta tradición que arrastra la canción de autor, el español nos acercó su voz para contarnos lo que ven sus ojos a través de algunas palabras que siempre huelen a presente.
Los que suelen resignarse con facilidad, afirman que el viento y el olvido arrasan con todo. Son los mismos que saludan la inevitable victoria del silencio y el imperio de la mentira. Para estos grises sujetos la memoria no es más que una mera pérdida de tiempo, un ejercicio absurdo, un recurso poético pasado de moda. Estos miserables andan por ahí, y murmuran que el viento se lleva, para siempre, algunos versos al abismo del olvido. Pero por estos días anda un español, uno de los suburbios de Madrid, con ganas de agarrar su guitarra y ponerse a recordar. Y su voz recuerda estos versos: "Tristes guerras si no es amor la empresa/ Tristes/ Tristes armas si no son las palabras/ Tristes/ Tristes hombres si no mueren de amor/ Tristes".
Versos que rescata del olvido y hace viento con ellos, y empuja a Miguel Hernández, a sus versos, al presente. Y este presente de guerras de torturas, de miserias sin cronistas y de cotidianos desengaños, se hace carne con sus versos. Y los hace vivos.
Ismael Serrano anduvo de visita por Buenos Aires y su presencia se festeja por todos aquellos enemigos de estos militantes del olvido. Guitarra al hombro, pleno de canciones y opiniones, rebosante de referentes y carente de dogmas; este hispano de Vallekas se subió a escenarios argentinos para cantar sus incertidumbres, para escuchar que aquellos que siguen mirando más allá del horizonte, aún seguimos vivos. Algo tenía para decir Ismael, y Sudestada atrapó sus palabras en pleno vuelo para meterlas, medio a la fuerza, en estas páginas que siguen. Las canciones, que no nos entran en esta revista, dicen el resto.
¿Por qué siempre decís que tenés una deuda con Argentina?
Lo que tengo con Argentina es una deuda afectiva que se generó con el correr de los años, desde el '97. Nos trae aquí la presentación de un nuevo disco, una gira con la que estamos recorriendo toda España y gran parte de Latinoamérica. Es el resultado de una forma de entender la música, de guitarra al hombro, de juglar, de ir de un lado para otro como lo hemos venido haciendo.
Las cosas que uno ha vivido aquí han sido siempre muy intensas, los conciertos por ejemplo, tanto los que hemos hecho en la calle Corrientes como los primeros en La Trastienda. En una de mis primeras visitas me sorprendió que una canción como Papá cuéntame otra vez, que hablaba de mi entorno, de mi soledad, que en cierto modo yo pensaba que era una canción que hablaba del mundo en que vivía, de repente y del otro lado del océano, también había gente que compartía esos sueños, esos ideales, ese compromiso con una canción que tiende a la palabra, a la poesía; que es lo que vengo a ofrecer.
Un diálogo, demostrar que la música en vivo es incertidumbre porque cada público que participa, con el que hay una comunicación bilateral, llena los conciertos de incertidumbre. Uno sabe cómo comienzan, pero nunca cómo terminan.
¿Por qué decís que en muchos aspectos te sentís más latinoamericano que europeo?
Creo que es un sentir generalizado en el conjunto de la sociedad española, no solamente por una afinidad o una coincidencia idiomática, sino por muchos otros aspectos, fundamentalmente culturales. En mi caso, porque gran parte de mis referencias están aquí; referencias literarias que van desde Eduardo Galeano a Pablo Neruda; desde Julio Cortázar a César Vallejo, a Jaime Sabines, a Mario Benedetti. Referencias musicales que van desde Silvio Rodríguez a Víctor Jara, a León Gieco; y referencias ideológicas que van desde el Che a las Madres, a los movimientos indígenas y muchísimas cosas con las que me siento identificado que me hacen sentir cercano a América Latina. Luego, a raíz de las visitas, esa relación, ese lazo se ha construido de una forma más consistente. Pero creo que es generalizado que esos puentes entre España y Latinoamérica que durante el gobierno del Partido Popular han sido un tanto maltratados, forman parte de nuestra naturaleza y forman parte de la historia, siempre han estado ahí.
¿Creés que la presidencia de Aznar debilitó esos lazos?
Bueno, un ejemplo muy claro han sido las injerencias por parte de Aznar en varios gobiernos de países latinoamericanos durante la guerra, durante la declaración de guerra de Estados Unidos a Irak. Sus visitas a México y a Chile para presionarlos como embajador de Bush para que cambiaran su voto en el Consejo de Seguridad a favor de la guerra, pues yo creo que eso ha debilitado un poco nuestras relaciones con Latinoamérica porque el papel de España no debe ser ese, no debe ser un presidente de España el alcahuete de George Bush para convencer a nadie de que se embarque en una guerra absurda, ilegítima e ilegal. Ese y otros muchos aspectos. Para mí fue lamentable en el 2001 escuchar a Aznar después de la crisis de Argentina priorizar los intereses de las empresas españolas antes del bienestar de la sociedad argentina, que estaba sufriendo una debacle muy importante. Lo prioritario era el pueblo argentino, sus necesidades, por más intereses que tengan en las empresas los amigos de Aznar.
¿Cómo ves a Argentina desde tus primeras visitas, con la crisis de 2001 en el medio?
Creo que en estos últimos tiempos lo que demuestra es que en general el ánimo de Argentina se va levantando, sobre todo porque tiene una estabilidad dela que carecía hace unos años. Una estabilidad que conlleva una normalidad democrática que, en cierto modo, hasta ahora no se había vivido. Con un presidente que, con sus errores y con sus aciertos, está consiguiendo que cuando se habla de él se hable de política, no como en el caso de otros anteriores, de los que se hablaba de cualquier cosa menos de política. Y está recuperando la confianza no solamente en lo que es su figura, sino en el modelo democrático, en el funcionamiento de una democracia estable y natural.
En mi modo de ver, sobre todo antes de 2001, Argentina ha vivido un espejismo en muchos aspectos; la paridad peso-dólar era un claro exponente de ese espejismo; antes se vivía de espaldas a Latinoamérica y con la mirada puesta en Europa, y creo que ahora Argentina quiere recuperar su identidad latinoamericana y pone su mirada en sus vecinos, lo que creo le va a hacer bien al país y al continente. Por lo menos, es lo que parece desde fuera.
Vos te definís como un juglar, como esos personajes que iban de pueblo en pueblo cantando realidades, ¿es lo mismo cantarle a un público argentino de hoy que a uno de un par de años atrás?
En lo personal yo sigo cantando las mismas cosas, de hecho canto canciones que cantaba hace siete años con la misma vigencia y con más urgencias. Papá cuéntame otra vez, a pesar de que tengo 30 años y se me hace un poco cuesta a arriba reprocharle a la generación de mis padres el fracaso del mundo en el que vivo porque se supone que es a nuestra generación a la que le toca agarrar las riendas, a pesar de eso sigue teniendo vigencia. Porque seguimos repitiendo los mismos errores, porque más que nunca necesitamos hacer ejercicio de memoria, recordar lo que fuimos para no repetir los errores que venimos repitiendo.
Porque los que anteayer morían en Vietnam, ayer morían en Bosnia, y hoy mueren en Irak. Eso es lo que viene a decir en cierto modo la canción. Y yo creo que el mensaje es el mismo, quizá seamos un poco más que por aquel entonces, lo que demuestra que hay un público que demanda este tipo de música, que cree en la trova, que cree en la canción de autor que es un género en cierto modo denostado por los medios de comunicación, sobre todo porque barajan unos prejuicios en torno a la canción de autor y a la juventud que no hacen justicia. Se habla de una juventud idiotizada, desideologizada, acomodaticia y resulta que no se ajusta a la realidad. La juventud es muy heterogénea como el conjunto de la sociedad, y hay gente joven que pasa de todo, y gente joven que se compromete, que le interesa la música que le ofrecen los cantautores porque es capaz de mirar más allá del horizonte, porque es capaz de involucrarse en las luchas y las tragedias ajenas y por eso tiene sentido más que nunca la existencia de los trovadores. Porque esa mirada crítica que siempre han ofrecido los cantautores en estos tiempos en los que se trata de imponer un consenso de que todo está bien, de que no existen alternativas, es más necesaria que nunca.
En un modelo de sociedad, de globalización que nos aísla, una sociedad atomizada, creo que es más necesario que nunca este tipo de canción que rompe esa burbuja que nos atomiza y que nos enseña que en todos hay un sentimiento generalizado que exige alternativas al modelo de sociedad y al modelo planetario en el que hoy vivimos. Que exige paz, por ejemplo. Las manifestaciones contra la guerra demuestran eso, que la gente ha asumido la responsabilidad que le tocaba y ha exigido ser escuchada, por lo menos en España e incluso en Estados Unidos. El reclamo ha sido dirigido a una clase política que por lo general no atiende las necesidades de la mayor parte de la gente...
(La nota completa en la edición gráfica Sudestada N°29)
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