Las cosas no se ven del mismo modo desde un furgón. Menos aún, desde el furgón del trencito que viaja de Campana a Ballester. El ojo fotográfico de Matías Barutta se detiene en instantes de lo cotidiano, en abismos de luz de un mundo que, cada día más, cobra la forma de una gran metáfora nacional. Todos al furgón se llama este nuevo libro de fotos, otra apuesta de Sudestada para dar cuenta del devenir diario de tantos trabajadores.
Las metáforas de la actualidad argentina viajan en tren.
Como sus pasajeros, ellas también padecen demoras, ignoran su frecuencia, resisten la travesía, anhelan un destino. Los olvidan apenas llegan a una estación, para volver a pensar en ellos la mañana siguiente. Pero hay trenes que se parecen mucho a nosotros. Trenes marginados, empujados a un costado de un sistema ferroviario que, ya de por sí, hace agua y se desmorona. Un sistema que transporta a millones de trabajadores cada día, pero que no se preocupa por su seguridad ni se inquieta por sus tiempos, que es sombra de un pasado en el que su imagen era vena y arteria de una patria mutilada de abandono estatal y subsidio patronal.
Porque, claro, los que viajan en tren somos nosotros. No ellos.
Los corazones que quedaron en Once, en Castelar, no ocupaban despachos ni peleaban candidaturas, ni se llenaban el bolsillo con el esfuerzo ajeno. Los dueños de la bronca en Haedo y Constitución no saben que el Estado se fue, y cerró la puerta.
Hay trenes que no se esperan ni se toman.
Hay trenes que se agarran.
Hay trenes a los que uno no se sube, sino que se cuelga.
Hay trenes que llueven cuando llueve, que son frío azul en las manos, que son ventanas rotas, piedrazo de un terraplén, barro en el piso, agujero en el asiento.
Hay trenes que, parece, no llegan nunca.
Pero al mismo tiempo son mate dulce calentito, partido de truco, cigarro mañanero, sueño ganado, mochila llena, bostezo interminable, estribo oxidado, cajón de verdura, mirada que se va por el descampado, ganas de llegar. Así todos los días.
Como el tren que viaja de Campana a Ballester. El tren que registró con su cámara Matías Barutta, durante años. Y en el corazón de ese tren que tajea el barrio a su paso, en el rincón más desolado, el furgón. El de las bicicletas, el de las macetas, el de los carros. El de las puertas abiertas, el de los perros polizones. Territorio vedado para el chancho. El furgón de las mínimas historias que germinan en cada imagen. El de estas fotos que son un cuento al que le sobra el texto.
Todos al furgón, o la primera estación en la que este tren llamado Sudestada detiene la locomotora. Ya era hora, dirán los impacientes en el andén. Tras estas páginas, hay un libro que es un viaje. Un viaje hacia nosotros, sin lugares comunes, sin recursos fáciles.
Suben los amigos, suena un silbato. Y arrancamos.
El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.
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