Ofelia y Marta trabajan en el Hospital Argerich. Cada día llegan desde sus casas para pasar doce horas en la guardia. María, en el Hospital Rivadavia. Tres voces hablan por muchas más; representan a las enfermeras de los hospitales de la Ciudad de Buenos Aires, las que reciben las emergencias, asisten a los heridos; las que no se sienten valoradas como profesionales pero sí orgullosas de su trabajo. Dicen, con ese mismo ogullo: "Estamos al pie del paciente". Fotos: Julieta Gómez Bidondo
Ofelia
El Hospital de Agudos Argerich es inmenso; una mole de cemento construida en el 45, a una cuadra de Parque Lezama. Entre las dos mil personas que trabajan y las tres mil quinientas que se atienden a diario1, es fácil perderse. Está repleto de gente que entra y sale, fuma en la puerta o duerme por ahí, a un costado. En el subsuelo -donde funciona la guardia-, debatiéndose entre camillas, jeringas, café y órdenes, Ofelia atiende a todos los pacientes silenciosos de los compartimientos divisorios. Son cerca de cuarenta los que en este momento dependen de ella. Cinco o seis están internados ahí mismo, esperando que se les abra una cama en el hospital. El ritmo es intenso, constante. Una compañera la va a cubrir un rato. Ofelia es tímida y habla con calma: "Hay días que son muy movidos, como los viernes y los lunes. Hoy estoy yo sola porque mi compañera tiene a la hija enferma y no había nadie de otro servicio que pudiera venir a ayudarme. Nos faltan enfermeras".
-¿Por qué?
-Las personas nuevas que entraron estuvieron un poco, pero como el sueldo no es tan bueno se van a trabajar a algún privado. No te rinde trabajar acá. Yo hago un solo turno, pero hay compañeras que están solas o el marido no tiene trabajo, y hacen doble turno.
-¿Fue cambiando el trabajo a lo largo de los años?
-Me parece que no; permanece igual. Por ahí se exigió que el personal se capacite, pero no se tiene consideración con la enfermera, con el trabajo que hace. No se la considera como profesional. Es así, las que se quedan somos nosotras; la que ve la emergencia es la enfermera. Estamos al pie del paciente.
-¿Cómo se llevan entre ustedes?
-La relación es buena; hay de todo. Es lo que pone cada una. En nuestro turno nos llevamos bien. Allá en el vestuario nos cambiamos, pero estamos mucho en esta sala porque nos requieren a cada rato: para sacar sangre, poner vías. Por turno somos ocho. Lo ideal sería que estemos todas, pero nunca pasa; faltan una, dos, tres.
-¿Y la relación con los pacientes?
-Eso lo pone cada enfermera, cómo los tratás. Los pacientes en general vienen tranquilos, pero hay veces que llegan nerviosos, violentos, y hay que manejarlos o llamar a seguridad.
Respecto de los insumos, en los hospitales de Capital Federal se va a escuchar siempre lo mismo: "El Gobierno de la Ciudad hace la compra de los insumos por licitación y todas esas cosas, pero a veces los materiales que se traen son de muy mala calidad. Nos pasa que tenés que desechar tres o cuatro hasta que pueda servir uno para el paciente, y al final es pérdida. Veo que no hay una buena organización. Preguntale a la gente que utiliza el material qué le parece, si sirve o no. Sólo se piensa en los costos. Yo te lo digo por mi experiencia en neonatología; con los bebés hay que conservar mucho la esterilidad y la higiene, y había veces que se te terminaba el material. A veces, si te faltaban sondas, tenías que mandar a que las compraran los padres".
Y en referencia a cómo manejan la tensión del trabajo de guardia, la urgencia, Ofelia cuenta que "cada uno lo maneja como puede, porque no se recibe ayuda de los jefes".
Le consultan a Ofelia dónde está el tensiómetro, si se le puede aplicar una inyección a una mujer que no consigue enfermero matriculado. Piensa, manda a la señora que pregunta, preocupada, a la sala de inyectorio; ahí la van a poder ayudar. Después sigue: "No consideran el estrés que una tiene acá; yo sé que los médicos tienen vacaciones por estrés, pero yo fui a preguntar si las tenía, les dije a los de personal que trabajaba en guardia, y me dijeron que no, que nada más a los ‘profesionales': los médicos. Es tenso. Ahora son pocos, pero a veces hay quince pacientes que esperan internación en el hospital, y a los quince les tenés que hacer todo lo que se les haría si estuviesen internados en clínica médica".
-¿Y para ese trabajo cuántas personas hay?
-A veces hay dos, una se encarga de los internados y la otra de los pacientes que vienen de afuera, de a montones. No hay partidas del Gobierno de la Ciudad para que entren enfermeros nuevos y los que entran capaz que están un par de meses, tardan un montón en cobrar; y cuando ven lo que cobran, renuncian. En un buen privado ganás el doble.
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 104 - noviembre 2011)
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