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Editorial

El país profundo

Lejos de las pujas por candidaturas en una interna que no tiene fin. Apartados de las polémicas por la inclusión de un canal en la grilla de un cableoperador o por la suerte de las operaciones de prensa manipuladas desde los grupos monopólicos para resguardar sus intereses, respira el otro país. El país profundo.

Allí, conviene no enfermarse porque las ambulancias no llegan al rescate. Estigmatizada por décadas de indiferencia y desprecio de un Estado que eligió ausentarse, la villa es un territorio prohibido. Está ahí, existe, desluce la imagen de una ciudad que se miente y que elige como gobernante al hijo pródigo de un explotador con experiencia en rapiña y en pactos en la oscuridad. Son ellos, son los otros. Los que amenazan la tranquilidad de una ciudad donde germina, hace muchos años, el huevo de la serpiente. Y claro, las ambulancias no entran a la villa. Razones sobran. Las condiciones no están dadas. Hace casi dos años, Alberto Crescenti, titular del Sistema de Atención Médica de Emergencia (SAME) afirmó que "por las condiciones de inseguridad", las ambulancias no podían entrar a los barrios más postergados de la ciudad.

Un artículo del diario Mundo Villa aporta como información el proyecto que la organización social La Poderosa puso en marcha en la Zavaleta: la cooperativa "Ambulancieros poderosos". Con tres autos aportados por vecinos, siete jóvenes se están capacitando en la pista del autódromo Juan Gálvez y reciben instrucción de médicos voluntarios para tener noción de primeros auxilios y utilizar los botiquines que se compraron. El objetivo es claro: el Estado no existe, entonces hay que reemplazarlo con ingenio y actitud solidaria. No queda otra. Se apunta en el diario, además: "Mientras tanto, hasta que la cooperativa termine de arrancar, se corre a los hospitales en autos particulares, a pie, en carritos, en bicicleta... De todas las formas posibles, menos la más obvia y elemental, que sería sobre una camilla en una ambulancia estatal".

No hay forma de encontrar una línea de esta información en los diarios de tirada nacional, oficialistas y opositores. No hubo un segundo de radio o una breve secuencia en televisión que se detuviera en el proyecto de los vecinos de la Zavaleta. Es que lo que importa son otros temas. Los cruces mediáticos de los vividores de un Estado rengo. Las perspectivas económicas de los dueños de todo, que mueven sus fichas a la luz del día, con absoluta impunidad. La agenda diaria de una prensa comercial que ignora lo que sucede más allá de sus oficinas con aire acondicionado y que puja por ascender en la escala social como anhelo final. ¿Ellos pueden comprender por qué las ambulancias no entran a los barrios? ¿Ellos pueden explicar por qué los pibes tiran piedras contra los trenes? No, no tienen ni idea. Su rol es otro: manipular la mirada hacia la comodidad de una contienda que, más allá de ganadores y perdedores de ocasión, no determinará un cambio sustancial para las grandes mayorías excluidas.

El Estado no está, no aparece. Se borró. La gente en el barrio lo sabe, y por eso busca la forma de organizarse. No es un mal comienzo.

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.