Rebeldes, insurgentes y soñadores

Ahí están. Son ellos. Para la prensa burguesa, para los escribas de turno del poder oficial, ellos son los hombres sin patria, los insurgentes del fuego, los rebeldes de la selva y las ciudades, los activistas de un futuro amenazante, los subversivos que llegan para cambiarlo todo. Su escenario de lucha, un continente que no sabe resignarse, que a pesar de las derrotas y las masacres, no cede. Lucha, pervive, insiste y vuelve a intentarlo. Una y mil veces. Debajo de ellos, la tierra seca se agrieta al paso del caballo de Simón Bolívar, se hace surco en la maleza tras los machetazos de Sandino y de sus hombres descalzos, se vuelve refugio y protección para los barbudos de Sierra Maestra... Por eso la reacción de los poderosos, por eso el miedo y el odio de clase contra estos hombres y mujeres de su tiempo que tomaron la historia entre manos, que ignoraron las verdades eternas del enemigo y eludieron los prejuicios sectarios para lanzarse a un combate sin comienzo y sin final, todavía. En la sangre derramada del indio Atahualpa, en la gesta inacabada de Farabundo Martí, en la marcha nocturna del Che recitando poesía, en las cartas urgentes de Carlos Fonseca, en la voz susurrante de Mario Santucho, respira y late un continente vivo. Y detrás de esos nombres, la historia oculta, aniquilada, la anónima epopeya de cientos de americanos libres, que vencieron con su ejemplo al más criminal de los verdugos: el olvido. De allí la decisión de reunir estas crónicas dispersas en casi diez años de trabajo de Sudestada. Porque volver a estos escritos representa un ejercicio de emoción y aprendizaje, porque los debates generados por el zapatismo aún siguen vigentes, porque Cuba sigue adelante con su compleja construcción de un sistema a la medida de su pueblo, porque Roque Dalton y Víctor Jara dialogan hoy con las nuevas gene¬raciones, porque la suerte de los poetas-guerrilleros como Javier Heraud, Rigoberto López Pérez, Leonel Rugama y Carlos Aiub, merece un espacio vital en el pasado de un intento americano. Por eso, y porque esta disputa entre una América rebelde que irrumpe desde las entrañas, contra esa otra América, la de los poderosos, la de los reaccionarios y los explotadores, sigue encendida.

Hay, en estas páginas, voces dispersas de personajes que asumieron el desafío de no resignarse nunca, de no ceder ni siquiera ante la tristeza o el cansancio, de no dejarse engañar por proyectos conciliadores ni reformistas; voces que empujan un proyecto sin nombre, sin categorías fijas, pero que sigue su rumbo dinámico. Por eso le temen, por eso el combate diario. Porque estas voces rebeldes, a lo largo de un territorio cimentado por la sangre de un pasado de resistencia y revolución, cuentan con el peligroso influjo del ejemplo.