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Editorial

El polvo de todos los caminos

Ahora vendrán las voces, nuevas y viejas, a repetir una y mil veces un nombre presente de historia. Habrá discursos, ensayos, polémicas, documentales y libros en la calle. Su rostro seguirá siendo parte de un proyecto a la espera de tantas cosas pendientes.

Ahora vendrán las voces, nuevas y viejas, a repetir una y mil veces un nombre presente de historia. Habrá discursos, ensayos, polémicas, documentales y libros en la calle. Su rostro seguirá siendo parte de un proyecto a la espera de tantas cosas pendientes.

De nuestra parte, poco afectos al bronce a la hora de escribir y menos amigos del recuerdo lavado o confuso de sus ideas, elegimos para sumarnos una edición especial, de colección, la segunda entrega de esta Sudestada entrañable que propone recuperar todas las notas que lo han tenido como protagonista. Es cierto; estas 72 páginas no alcanzan: afuera quedaron entrevistas y artículos que rozan su figura y que siguen su misma senda. Pero, al final de estas líneas, comienza un viaje desordenado, algo arbitrario, por los episodios que marcan una época. Su paso por el Congo y Praga, su pasión por la literatura y la historia, su imagen en fotos y en viñetas, su gesta en Santa Clara, la leyenda de otros como él (El Vaquerito, Hermes Peña), su sueño en manos de tantos amigos y compañeros... Por eso la inclusión del dossier completo sobre el EGP de Jorge Ricardo Masetti, porque allí respira, inconfundible, el agitado pulso del Che, con sus urgencias a cuestas. Por eso sumamos también un extenso informe sobre la claudicación del PC boliviano y sus consecuencias en la selva de Ñancahuazú, porque aquí irrumpe como metáfora de un destino que se bifurca para siempre: de un lado, Guevara y sus hombres. Del otro, los burócratas y los tibios.

Otra vez el Che se asoma por estas páginas. Otra vez su sombra marca los contornos que dibujamos con trazos de cariño, de admiración y de certezas elegidas, tiempo atrás. Pero no perdamos tiempo. Escuchemos desde ahora a Ciro Bustos y una anécdota mínima: un momento fugaz en la marcha nocturna de la columna guerrillera por la selva boliviana. Cuenta Ciro: "La técnica de mantenerme casi pegado al Che siguiendo sus pasos, para usufructuar de la luz de su linterna, tenía sus ventajas y misterios. Sus destellos de luz me permitían una fugaz visión del suelo por el que debía pasar; sus tropezones, el chasquido de las ramas al resbalar sobre su cuerpo y soltarse como un látigo (que de tanto en tanto me azotaban con fuerza, como castigo por aproximarme demasiado) y oír una que otra imprecación, me daban una información bastante precisa de los obstáculos para enfrentar.

"Pero algo me tenía inquieto: me parecía oír constantemente un sordo rumor, como una letanía, aunque no lograba apresarlo con mis sentidos en toda su significación. En esa oscuridad, llena de crujidos y ruidos humanos, animales y vegetales, resultaba casi sobrenatural. Al menos, monacal. El sonido subía y bajaba de tono, caía en silencios más o menos prolongados, que no parecían tener relación con las irregularidades del terreno ni con los sonidos de la selva. En un tramo más plano, de marcha más serena, se develó el misterio. El rumor fue cobrando cuerpo: surgieron palabras, palabras con un ritmo armónico, sugerente, bello. El Che caminaba recitando poemas, como si estuviera en un balcón de su casa en las sierras de Córdoba, en una noche estrellada. El poeta al que le prestaba la voz era León Felipe:

No es ésta la hora de la flauta.

Es la hora de andar,

de salir de la cueva y andar,

de andar... de andar... de andar...

Yo soy un vagabundo.

No soy un tocador de flauta.

Yo no soy más que un vagabundo

Sin ciudad y sin tribu.

Y mi éxodo es ya viejo.

No viene de ayer como el tuyo.

En mis ropas duerme el polvo de todos los caminos

y el sudor de muchas agonías.

Hay saín en la cinta de mi sombrero,

mi bastón se ha doblado

y en la suela de mis zapatos llevo sangre,

llanto y tierra de muchos cementerios.

Lo sé, me lo han enseñado

el viento,

los gritos

y la sombra... ¡la sombra!...

Y digo que la Poesía está en la sombra...

Así, con el Che recitando en plena marcha, la noche estrellada, la selva boliviana, los versos de León Felipe, comenzamos este viaje...

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Sudestada

El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.