Detrás de la epopeya del Che y sus hombres en Bolivia, se oculta la historia negra de una traición. ¿Quién era Mario Monje y cuál fue su papel durante la famosa reunión en Ñancahuazú? ¿Qué política defendió el Partido Comunista Boliviano entonces? Frente a sus diferencias estratégicas con Guevara, ¿persistieron en sus convicciones o se manejaron de modo oportunista e hipócrita? ¿Por qué el Che confió en el PCB para su proyecto? En este informe, la crónica de un vínculo y las voces de los principales protagonistas de un debate que va más allá de los límites de la selva boliviana.
"Para no luchar habrá siempre sobrados pretextos en
todas las épocas y en todas las circunstancias, pero
será el único camino de no obtener jamás la libertad"
Fidel Castro, en la introducción al
Diario del Che en Bolivia, 1968
1. El callejón es penumbra cuando doblan la esquina. La noche de La Paz no deja resquicio entre los caminantes y el sonido apagado de sus voces, conversando, de regreso a casa. Sólo entonces Mario Monje escucha el ruido. Un chasquido mínimo. El mismo ruido que irrumpe cada noche en su sueño intermitente. Son las mismas sombras. Lo buscan, lo sabe.
Más adelante, un par de siluetas borroneadas por la oscuridad esperan por él. Es invierno, y es noche de 1969 cuando Mario Monje sabe que todo ha terminado, que el estigma de aquella reunión del 31 de diciembre de 1967 en la selva de Ñancahuazú, por fin, lo dejará en paz. Detiene su andar. Tiembla Mario Monje. Su hija, tomada de su mano, intenta descifrar el motivo de aquel cambio abrupto en la conducta de su padre. No dice nada, no murmura disculpa alguna ni procura defenderse la vida. Apenas espera, trémulo, por el epílogo previsible. Entonces intuye la duda entre sus verdugos. El perfil de un arma apuntando hacia él, el sonido de una voz que pregunta: "¿A ella también…?".
No, a ella no.
No, entonces no.
Pues entonces, nos vamos.
Las sombras se pierden en el callejón. La Paz se hace silencio de golpe. Su hija, sin terminar de comprender del todo la escena que se ha presentado ante sus ojos, intuye que no hay preguntas y aprieta la mano de su padre. Mario Monje, inmóvil en mitad de la nada, tiembla. No es el final. El estigma seguirá allí para siempre. No hará otra cosa que visitarlo cada noche, todas las noches.
2. Oculto entre el follaje del árbol más alto, puede observar sin esfuerzo el campamento. No demora tanto en acomodarse sobre una rama como en preparar la pipa. Ata el fusil a un costado y saca su diario. Anota con letra manuscrita: "31 de diciembre". Aspira el humo del tabaco, arriba, sobre una rama resistente en el corazón de la selva boliviana. Y escribe: "A las 7.30 llegó el Médico con la noticia de que Monje estaba allí. Fui con Inti, Tuma, Urbano y Arturo. La recepción fue cordial pero tirante; flotaba en el ambiente la pregunta: ¿A qué vienes?".
A ocho kilómetros de la finca de Ñancahuazú, no muy lejos del árbol que Guevara elige para dejar registro de sus impresiones en su cuaderno, algunas horas antes arriba al campamento el fundador y secretario general del Partido Comunista Boliviano (PCB), Mario Monje. En el aire de la mañana se respira un espeso vaho de tensiones reprimidas. "Monje está muy nervioso –señala Inti Peredo–. En el trayecto de la ciudad a la finca Coco le había dicho que Ramón[1] estaba dispuesto a darle la dirección política al Partido, pero que no le entregaría la dirección militar, lo que él, Coco, consideraba justo. Luego presionó a Monje para que se decidiera a incorporarse pronto a nuestro núcleo. Monje nos dio la mano muy fríamente".
Apenas llegado, Monje elogia la disposición de la defensa guerrillera en el campamento. "Cómo se nota que aquí hay una dirección efectiva que sabe lo que quiere, aquí tiene experiencia", subraya. Un instante después, separa a Inti del resto, mientras a unos metros de distancia adivina la sonrisa irónica de su anfitrión, que viene llegando.
–¿Y cómo está aquí la cosa? –pregunta Monje en voz baja.
–Está muy bien, ya lo verás. Además, llegas oportunamente porque la guerra hay que empezarla pronto. Decídete a luchar con nosotros –le responde Inti.
–Ya lo veremos, ya lo veremos… –musita Monje.
Ahí están los dos. La mano de Monje se estrecha con la mano de Guevara.
–Coño, Che, qué flaco estás –le dice, invitando a la ironía.
–Coño, Monje, qué barrigón estás –escucha como respuesta.
Sin abandonar un segundo esa filosa sonrisa, el Che propone al recién llegado caminar unos pasos, adentrarse en la privacidad de la selva, para conversar sin interferencias.
Ahí están, frente a frente, en un par de fotos deterioradas por la humedad. Apenas se adivinan los contornos de sus rostros. Monje, de camisa clara, sentado, parece escuchar. El Che, recostado sobre una rama, gesticula. No tarda demasiado Guevara en interrumpir la charla superficial para ir al nudo de la reunión.
No hay tiempo que perder.
3. ¿Quién era Mario Monje? ¿Qué hacía esa mañana en Ñancahuazú? ¿Por qué la historia le depararía un lugar tan ingrato en la crónica de una gesta derrotada? ¿Cómo había llegado a esa reunión con el Che que terminaría provocando drásticas consecuencias para el destino de su aventura? ¿Por qué su nombre ha quedado asociado para siempre con marcas tales como la cobardía, el oportunismo y la traición? ¿Fue allí a representar la línea de su Partido o defendió sus convicciones personales? ¿Por qué algunos de sus propios camaradas lo buscaron, años después, para matarlo en un oscuro rincón de La Paz? ¿Por qué tuvo que huir hacia Moscú para nunca más retornar a su patria y sumergirse en el silencio forzado de quienes son llamados, por el azar o la oportunidad, a ocupar un rol en la épica de un sueño y terminan cayéndose a los márgenes de los libros, despreciado por tantos, señalado por burócrata, por claudicante, por manipulador? ¿Quiso involucrarse en esta novela o se vio envuelto en ella sin comprender del todo el epílogo que le deparaba el destino? ¿Fue responsable o "chivo expiatorio" de un doloroso final?
De todas las preguntas que irrumpen, hay una con la que vale la pena comenzar a esbozar algunas conclusiones. El interrogante nos propone conocer las razones por las cuales Guevara decide apoyar buena parte de su proyecto revolucionario en la estructura del PCB. Buena parte de la suerte del aparato de apoyo urbano dependía de la decisión del PCB en una etapa histórica signada por la línea vertical de la URSS, que impone a sus organizaciones satélites en el mundo la "coexistencia pacífica" y el parlamentarismo como herramientas exclusivas para la disputa por el poder, que critica y demoniza la variante "guerrillera" –caricaturizada tantas veces bajo el equívoco nombre de "foquismo"[2]– que irrumpe en el escenario socialista como consecuencia del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y del surgimiento del Che como figura emblemática de esa vía violenta.
Es necesario apuntar primero que el destino elegido por el Che para instalar la columna guerrillera en América del Sur no era originalmente Bolivia sino Perú. Sin embargo, mientras Guevara aguarda por el avance de los preparativos desde su silencioso paréntesis en Praga, los planes en Perú se desvanecen por la ofensiva represiva contra las bases de potenciales aliados de la columna proyectada a la distancia. El fracaso peruano achica el margen: Bolivia, en principio región de paso para la columna, se transforma en el único teatro de operaciones posible a partir, también, de ciertas ventajas estratégicas que el Che se preocupa por analizar en su objetivo de generar, a partir de un embrionario núcleo combatiente en pleno corazón del continente, un fogonazo que pueda irradiar a los países vecinos su ejemplo, que pueda ser utilizado como centro de entrenamiento para revolucionarios internacionalistas y del que puedan desprenderse destacamentos que avancen más allá de las fronteras nacionales, detrás de su decisión de generar "dos, tres, muchos Vietnam".....
(La nota completa en la edición impresa de colección #2)
[1] Ramón fue el nombre clandestino utilizado por el Che durante su etapa en Bolivia.
[2] Tantas veces distorsionada y tergiversada, la noción defendida desde siempre por Guevara se parece poco a la caricatura que se bautizó con el nombre de "foquismo". Si bien la discusión excede estas líneas, vale citar al propio Che en su Diario en el Congo, para precisar su posición sobre el tema: "Es preciso anotar una vez más: la guerra de guerrillas, la guerra del pueblo, es una lucha de masas; no podemos admitir la contraposición a veces establecida entre lucha de masas y guerra de guerrillas (es decir, de núcleos escogidos de combatientes armados); esa idea es falsa, tan falsa si se le considera desde el punto de vista de los seguidores dogmáticos de una estrategia general basada en el predominio de la clase obrera, como si se le considera, por parte de algunos guerrilleros, como un simple instrumento de lucha de los grupos más decididos para quitar el poder a los explotadores. La principal función de la guerra de guerrillas es la educación de las masas en sus posibilidades de triunfo, mostrándoles, al mismo tiempo, la posibilidad de un nuevo futuro y la necesidad de efectuar cambios para lograr ese futuro en el proceso de la lucha armada de todo el pueblo".
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