A mitad de camino entre el esténcil y las superproducciones cinematográficas, el Che también fue una historieta. Con los pies embarrados de emociones y pruebas durísimas, los historietistas (no sólo argentinos) se fumaron un habano y dieron a luz muy diferentes versiones de la vida del revolucionario latinoamericano. Aquí una reseña crítica de las obras más significativas: los maestros Oesterheld-Breccia, el neoyorquino Spain Rodríguez, el coreano Yon-Hwe, el local Canelo y un rescate de Altuna, Quinterno y Cazador. Por Martín Azcurra
Así como la revolución grita "¡pintame en un muro!", toda la vida del Che dice "¡dibujame!"... El lápiz se estremece ante la sola idea de volcar en el papel el movimiento de su cabello indomable frente al viento caribeño, la carbonilla se apresura para retener su mirada de batalla ganada, y la tinta china… ¡ah la tinta china!... no podrá jamás contener su sombra derramada por todo Latinoamérica. Hay un ritual previo antes de dibujar al Che. Hay un acuerdo, una alianza revolucionaria. Hay un trance de artista-luchador. El deseo transferible de ridiculizar a los imperios del norte, de aplastar a los tiranos mediocres, de espantar a sus ejércitos desmotivados, y de abrazar al compañero que da la vida por el socialismo en cada pequeño o gran acto, en cada cuadrito. Pero también hay un desafío, enorme, de pintar la dureza, la disciplina militar, la muerte, el cansancio, detrás de una empresa de justicia popular.
A pesar de esta tentación, no son muchas las historietas que se atrevieron a viñetar la historia del Che. Algunos tuvieron que recurrir a la poesía de Julio Cortázar o de Jack London para meterse en la piel de aquel hombre que desde el principio sabe que puede liberar un país, que lucha contra sus propias flojezas con la misma fuerza que contra el imperialismo. Otros estudiaron a fondo los escritos del Che en su entorno histórico y dieron a luz obras brillantes. Aquí se concentran los esfuerzos literarios dentro de un género oscuro, introspectivo, solitario, como lo es la historieta argentina, hermana de los modelos europeo y norteamericano. Un género que se renueva siempre sobre el molde clásico de aventuras épicas de guerreros solitarios. Un puñado de hombres contra un monstruo en crecimiento. Un terreno difícil, la selva, en las propias narices de los yanquis.
El cómic perseguido
La obra más importante es sin duda La vida del Che, escrita por el desaparecido Héctor Oesterheld, creador del Eternauta, y dibujada por los maestros Breccia, padre e hijo. Una pieza emotiva y poética, hecha con el corazón pocos meses después de la caída en Bolivia del guerrillero, demonizada y secuestrada, a poco de ser publicada, por una dictadura tambaleante. Alberto y Enrique Breccia recibieron de Oesterheld un escrito sobre la vida del Che, pero no era un guión en un sentido técnico, sino un relato que prescindía de indicaciones gráficas hacia los dibujantes. Era sin dudas una invitación a la libre interpretación gráfica, una obra en verdad colectiva.
Cuando el diario La Nación se enteró del proyecto, advirtió en su editorial sobre los peligros de una supuesta historieta acerca del salvaje revolucionario. El editor Jorge Álvarez tenía pensado iniciar con La vida del Che una colección de biografías de protagonistas de la historia latinoamericana, pero se esfumó en la hoguera del Gral. Onganía, quien además de allanar la editorial, secuestró y destruyó los originales. Por esta razón, la colección se suspendió y otros proyectos quedaron inconclusos, como la vida de Evita (que el viejo publicó más adelante con textos de otro guionista). Pero si bien la primera edición fue destruida, la historieta se publicó más adelante en varias oportunidades, por distintas editoriales. El mito alimentado a través de los años cuenta que el viejo Breccia enterró un ejemplar en el fondo de su casa, y gracias a eso se pudo publicar posteriormente. Sin embargo, Enrique lo pone en duda, quitándonos a todos la ilusión del viejo salvador… "¿con qué fin hubiera sido necesario enterrar un único ejemplar? Fueron destruidos los originales, pero no los ejemplares que alcanzaron a venderse, que son los que se siguen utilizando para imprimir las sucesivas reediciones de la historieta".
Dado el difícil momento político, el editor le ofreció a Oesterheld no firmar la obra, pero éste respondió: "una historia con un personaje como el Che no merece que se haga a escondidas… No sólo quiero firmarlo, sino que quiero mi nombre en la tapa". Por su actitud rebelde y disciplinada, podemos decir que Oesterheld era un guevarista de alma, pero además era su admirador: "Es uno de los intelectuales que más defiendo… El tipo más leído en Argentina y el autor más tradicional. El más comentado y el más estudiado. Claro, algunos podrán objetarme que lo que él escribió no era ficción. Sin embargo, Churchill recibió el Premio Nobel de Literatura por la Historia de la Segunda Guerra Mundial. Con ese mismo criterio, el Che merece en Argentina todos los premios habidos y por haber. Su Diario del Che en Bolivia es una pieza única, todavía estamos reeditándola ¿Por qué será?".
Volviendo a la obra, se puede decir que es la historieta más importante sobre el Che, no sólo por su valor histórico, sino también literario y estético. El texto es crudo, extrae grandes insinuaciones políticas de los detalles más pequeños, y apunta a la batalla contra el dolor. La parte más informativa quedó a cargo del viejo Breccia, más hábil con la historieta como herramienta pedagógica. Enrique, en cambio, tomó el período más oscuro del combatiente: su derrota en territorio boliviano. Fue su primera incursión en el mundo de las viñetas, y fue abrupta, con plazos muy cortos, como suele suceder en la historieta, lo que le impidió abordar el género sin la influencia de su experiencia como pintor. En realidad, lo que heredó Enrique de Alberto fue el aprovechamiento de esta concepción plástica en la historieta, corriéndose violentamente de la estética tradicional. Así, fueron maestros en el arte de incluir collage, manchas y mucha textura, o jugar con luces y sombras imposibles con pinceladas gruesas. Este fue tal vez el mejor aporte argentino a la historieta europea, que supo reconocerlo oportunamente. La Vida del Che da cuenta de esta iniciación.
El Che under
Un gran aporte es el del neoyorquino Spain Rodríguez, con una obra de cien páginas ilustradas a puro detalle, titulada Che. Una biografía gráfica, editada por Siglo XXI. Con esta historieta, Rodríguez, uno de los impulsores del cómic underground norteamericano, se recibió de especialista en biografías. En este caso, el autor no busca una alianza emotiva con el personaje, a diferencia de las demás historietas sobre el Che, sino la recuperación de una historia silenciada en el país enemigo de la revolución cubana. Quizás por esta razón, no intenta distraernos con una gran experiencia plástica como en el caso de los Breccia...
(La nota completa en la edición gráfica)
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