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Editorial

50 años sin el perseguidor

"la droga y la miseria no saben andar juntas. Pienso en la música que está perdiendo, en las docenas de grabaciones donde Johnny podría seguir dejando esa presencia, ese adelanto asombroso que tiene sobre cualquier otro músico. ‘Esto lo estoy tocando mañana' se me llena de pronto de un sentido clarísimo, porque Johnny siempre está tocando mañana y el resto viene a la zaga en este hoy que el salta sin esfuerzo con las primeras notas de su saxo» El perseguidor, Julio Cortázar.

Ahora los diarios recuerdan a Charlie Parker, publican viejas fotos de un joven que se parece mucho a él, pero son noticias de ayer. Qué extraño. Justo él, justo Bird, en las noticias de ayer, en los papeles amarillos de la prensa. Cincuenta años pasaron desde aquel marzo trágico que se lo subió a upa y jamás lo regresó al ruido de los vivos, poco tiempo más desde aquel último recital con Dizzy Gillespie, en el famoso Basin Street neoyorquino. Mientras tocaba, o intentaba, al menos, la heroína lo enterraba en una balacera de la que ya no podría escapar. Demasiado para un pájaro negro. Y sus sonidos mezclados en el aire de un tugurio neoyorquino por última vez, el último soplido, el saludo final, el pájaro que cierra las alas y enfila hacia la salida.

Atrás quedan las discusiones de eruditos sobre el tamaño de su música, el reparo por sus grabaciones desprolijas, su biografía intensa, autodestructiva, pero en vivo, de cuerpo presente, Bird era otra cosa, y siente rabia uno porque apenas puede imaginarse a ese tipo arriba de un escenario, confundido con la oscuridad de las luces ausentes y rozando con su lengua aquellos labios curtidos, marcados por el tiempo.

Los diarios, esos pasquines donde conviven tipos que jamás tocarán como Chalie Parker, lo recuerdan como una ausencia, como un símbolo de una época, como un pintoresco personaje que terminó con su vida reducida al tamaño de la pantalla cinematográfica en una película bastante mentirosa.

Noticias de ayer, justo él, justo Bird. Nada más equivocado. Justo él, si Charlie está tocando mañana, sigue tocando mañana, cómo es posible que los diarios lo encierren en sus columnas de palabras tristes, si su música se escapa de cada última línea, de cada copete aniquilador de detalles, para seguir su vuelo, libre.
Charlie sigue tocando mañana, y, como decía Julio, los demás vienen a la zaga, demorados en una escuela de tiempo. Quién puede alcanzarlo, quién puede sujetarlo a esta página, también, que lo recuerda. No, que lo anticipa. Sí, mañana. Mañana está tocando Charlie, y hay que escucharlo. Mañana está guardado el futuro de Charlie, siempre un día adelante del tiempo, siempre futuro, siempre cortado del resto del pelotón.

Mañana, entonces, te vamos a escuchar, otra vez, Charlie. Pájaro negro.

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.