Sutil artesano de la melodía; implacable compositor; la melancolía de su música trasciende las fronteras del jazz. Pero detrás del talento frente al piano, hay una vida cargada de texturas inmortales, solo o acompañado, nadie es el mismo después de escuchar a Bill Evans.
Sus interpretaciones pianísticas, identificables de inmediato, son una auténtica delicia para los oídos. La belleza melódica y rítmica de sus texturas, el delicado lirismo de sus armonías y el tono melancólico de sus composiciones, cautivan; sus solos, suaves y enérgicos, de frases largas e inspiradas improvisaciones, fascinan. En cada audición su sonido introspectivo y la atmósfera intimista que crea, producen siempre una emoción embargante, y es que escuchar a Bill Evans puede llegar a convertirse en una de las experiencias musicales más sublimes, estimulantes y renovadoras que se pueda tener.
Las fotografías y filmaciones lo captan en plena ejecución musical, concentrado, con los ojos cerrados y expresión ensimismada, inclinado sobre el teclado. Viendo estas imágenes, pareciera que entre el músico y su instrumento existía una simbiosis, que el piano fuera una prolongación de su ser. La vida de Evans se asoció por siempre a este instrumento, que constituyó el vehículo principal para la expresión de sus sentimientos.
Su imagen física no parecía la de un músico de jazz. El aspecto del pianista, quien era alto y enjuto, usaba gafas y llevaba el pelo bien peinado, correspondía más con el de un intelectual o profesor universitario. Tal apariencia mostraba, ciertamente, un lado de su personalidad, por cuanto en Evans existía una vena intelectual: era lector asiduo de obras filosóficas y un estudioso de las religiones orientales, en particular de la filosofía zen.
Según las referencias de quienes lo conocieron, Evans tenía un carácter sosegado, retraído y tímido; a la vez, era una persona cálida y generosa y poseía un fino sentido del humor.
En el vasto horizonte de la música, el sonido que creó, en solitario y con su trío, alcanzó cimas insospechadas. Su toque sensible y elegante, las originales e innovadores ideas que plasmó y su formidable técnica lo convirtieron en uno de los pianistas más gravitantes del siglo XX...
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