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Crónica Viajera

Guaraníes: un legado de siglos, un reclamo actual

Pablo Villalba, guía espiritual (verá opiguá) de los guaraníes mbya, tiene 105 años, vive en Santa Ana Miní, en Misiones, y dice que las ruinas son de su pueblo porque ellos las construyeron. Son ruinas mbya-jesuitas, pero nadie las llama así. Un diálogo con las raíces de nuestra historia.

En Santa Ana Miní, en la base del cerro Santa Ana, en la provincia de Misiones, está la comunidad del cacique Ernio Suárez, que tiene el privilegio de vivir junto a Pablo Villalba, el guía espiritual, (verá opiguá) de toda la nación guaraní mbya, que abarca precisamente Misiones, una gran zona de Corrientes, Paraguay y Brasil.

Villalba tiene 105 años. Es diminuto y su sonrisa, que viborea por los huecos de su dentadura gastada, parece eterna y esconde una alegría contagiosa, curativa, reparadora.

El anciano pasa su vida cantando y lleno de gozo. Se dedica a recibir visitas, conversar sin tiempo y acompañar a la naturaleza. Dice que se quedó en Santa Ana porque le gusta el lugar, aunque no tenga casa, ni le interese tenerla, no le hace falta, dice. Así es que mientras habla mira al cielo como preguntando, ¿para qué más techo?

Nuestro viaje irrumpe en la sagrada siesta de los misioneros del interior provincial, pero para la intendenta del pueblo, Mabel Pessoa, no resulta una carga. Para esa mujer, simple y trabajadora, guiar a las visitas hasta la comunidad de Pablo Villalba es un auténtico placer, que logra superar casi cualquier otra tarea diaria.

"Es un hombre extraordinario y todas las semanas me manda noticias al municipio a través de alguno de ellos que baja del cerro"; dice la intendenta, mientras atravesamos los caminos rojos de tierra-sangre, con el verde intenso que nos abofetea la vista y los olores frescos de las hierbas salvajes.

Mabel, con la delicadeza de la mujer misionera, introduce al mundo de los mbya y sin que siquiera pudiésemos percatarnos sugiere "prestar atención a algunas costumbres" incorporadas a nuestra cultura que pudiesen llegar a ofender a los guaraníes.

Después de penetrar en la selva del cerro y escuchar atentamente a Mabel, se volvía una certeza el hecho de que la intendenta gobierna su pueblo con la bendición de Pablo. La mujer hizo detener el automóvil al final del camino, y tras cruzar un cerco, nos acercamos a paso lento al paraje, lo que fue una toldería y hoy es una comunidad. La intendenta se fundió en un abrazo con Pablo. Se saludaron en un dulce guaraní y dieron la sensación de pedirse ayuda mutuamente.

La nota completa en la edición gráfica de Sudestada N°82 - Septiembre 09

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Autor

Pedro Solans y Santiago Solans