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Editorial

"Defiéndannos, ustedes que saben escribir"...

Bombas, tierra arrasada, la muerte agazapada en cada esquina. Así era ese 1937 en Madrid, donde un centenar de europeos, americanos y asiáticos se reunían en pleno fragor de la Guerra Civil para el Segundo Congreso Internacional de Escritores. Uno de aquellos hombres de letras que presenciaba el desastre español era el cubano Alejo Carpentier, quien dejó registro de aquellos días en sus crónicas, reunidas con el título "España bajo las bombas".

Allí, Carpentier da cuenta del encuentro con una anciana vestida de negro que en Minglanilla, en las afueras de Madrid, se acercó desesperada para hablarle. La anciana suplicó: "Defiéndannos, ustedes que saben escribir"...

La historia se ha repetido en infinitas oportunidades, se ha empecinado casi en otorgarle a los escritores, a los artistas, a los intelectuales, un lugar de responsabilidad. No un compromiso, sino una responsabilidad. Es el presente el que exige, pero esa exigencia puede ser ignorada sin demasiadas tribulaciones. Miremos, por caso, el mapa argentino. No hay mejor ejemplo para definir con crudeza la habilidad de todo un sector social para eludir preocupaciones que vayan más allá de llenar el bolsillo propio. Hoy, exigir compromisos está fuera de moda, es anacrónico, es romántico, es voluntarista, es erróneo, es absurdo.

Por eso, nuestros afamados escritores, intelectuales, artistas, se debaten por no perder su lugarcito en la mesa del festín de subsidios oficiales. Y la pelea es a codazos.

Está bien, no seamos anacrónicos. No les exijamos a los muchachos que abandonen el aire acondicionado para comprometerse con algo más genuino que rascarse la barba en televisión. Pero uno no deja de sorprenderse con algunas noticias recientes: una docena de artistas bajó de su torre de marfil, apagó el aire acondicionado y bajó a la realidad... para apoyar la gestión del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (aclaración necesaria: el dueño de la caja, el que reparte los subsidios y los cargos, el que les paga sus servicios). En un país donde la crisis pasa por todos lados menos por los medios, en un país de excluidos y marginados, de nula participación política y de cero iniciativa desde la intelectualidad para intervenir de alguna forma, los artistas salen a apoyar a un funcionario. No asoman la cabeza para indignarse por el pago millonario de una deuda injusta, no pisan la calle para exigir una política cultural que integre a algo más que a los vecinos de Palermo, no ponen la cara para apoyar los reclamos de otros trabajadores en conflicto. No, ellos prefieren aplaudir a un funcionario.

Sería curioso invitar a la anciana que se cruzó con Carpentier en Menglanilla para que venga a Buenos Aires. Sospechamos que después de pegar una mirada al vasto mundo intelectual argentino, la anciana bajaría la cabeza resignada y susurraría: "No, está bien, dejen, dejen, no perdamos tiempo. Mejor nos defendemos solos".


24 de marzo

Imposible resulta eludir la significación de ciertas fechas. Marcan en nuestra memoria huellas profundas y cada año que pasa reafirma sensaciones, recuerdos, nombres, todos ellos devastados por un proceso criminal que se impuso desde el 24 de marzo de 1976. En este número, por caso, nos ocupamos de seguir trabajando el nervio de la memoria con un artículo sobre el periodista desaparecido Enrique Raab y otro informe sobre la quema de libros durante la dictadura. Hablar de esta fecha es remitirse, indefectiblemente, a una pérdida. De hombres valiosos, de proyectos nuevos, de ilusiones jóvenes, de un país que pudo ser y lo pisaron... Y una pérdida de semejante valía merece una búsqueda similar. Buscamos, humildemente, rescatar de las garras del olvido algo de todo aquello que los vencedores pensaron olvidado para siempre.

A veces, el mejor homenaje posible es continuar la pelea y seguir trabajando, con todos los medios posibles a nuestro alcance, en esa búsqueda inasible.


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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.