Buscar

Cinestada

Burman-Hendler: Lazos Familiares

Con el estreno de Derecho de familia, la dupla Burman-Hendler cierra una trilogía iniciada seis años atrás con Esperando al Mesías. Ariel (alter-ego cinematográfico del director) culmina en esta última entrega el proceso de descubrimiento y búsqueda de sí mismo que se abrió en aquella primera película. Sudestada habló con Burman y Hendler, minutos antes de su viaje a Berlín.

Que algunos directores tienen preferencia por un determinado actor no es ninguna novedad. El binomio director-actor fetiche es un clásico: Tim Burton y Johnny Depp, Richard Linklater y Ethan Hawke, Armando Bo y la «Coca» Sarli. Alfred Hitchcock incluso tuvo dos: Jimmy Stewart y Cary Grant. En este sentido, la dupla más fuerte dentro del cine nacional contemporáneo es la conformada por Daniel Burman y Daniel Hendler. El par suma a la tradición una característica peculiar: el personaje interpretado por Hendler se llama siempre Ariel. No es exactamente el mismo: cambia no sólo el apellido, sino también la biografía y el contexto. Pero entre todos hay varios puntos en común. A lo largo de las tres películas que director y actor hicieron juntos se puede establecer un claro patrón de continuidad en la maduración del protagonista: aunque Ariel sea siempre un personaje nuevo, parece tratarse del mismo joven sumido en un lento y duro proceso de crecimiento, que llega a su fin en Derecho de familia, donde Ariel Perelman -más calmo que Ariel Makaroff, más centrado que Ariel Goldstein, más seguro que los dos- termina de entender a su padre justo a tiempo para empezar a ocupar él mismo ese lugar y, a partir de esa nueva posición, comenzar a construir las bases para una relación con su propio hijo.

1, 2, 3

La historia de la colaboración entre los Danieles (Burman y Hendler) y la trilogía de los Arieles comenzó en el 2000, con Esperando al Mesías, un film en el que Ariel Goldstein -un post adolescente cuya madre muere al principio de la película- intenta encontrar su lugar en el mundo, su propia identidad. Siente que vive en una burbuja y quiere hacerla estallar y ver qué hay más allá. Papá Simón está presente, es el hijo quien casi no aparece por el negocio familiar, "La estrella de Simón". Cuatro años más tarde se estrenó El abrazo partido, donde Ariel (esta vez Makaroff), dando vueltas por una galería del Once, no deja de indagar acerca del padre ausente. Las respuestas que encuentra son escasas, reticentes, y él intenta hacerlas encajar como las piezas de un rompecabezas que sólo comenzará a completarse con el regreso del padre pródigo. Este mes se estrena Derecho de familia donde Ariel Perelman es un abogado hecho y derecho y "en edad de merecer". Sin querer convertirse en su padre, aprende a verlo con nuevos ojos y a comprender su relación como un punto de partida a partir del cual construir una relación nueva, esta vez con su hijo, Gastón.

Daniel Burman dice que el interés recurrente en la relación padre-hijo, "se debe a que es un tema que me interesa. La construcción de la paternidad es muy particular, a diferencia de la relación con la madre que es muy natural, espontánea y de inercia, de la naturaleza." Para el director, Derecho de familia es "una reflexión sobre la paternidad y el momento de la inversión de roles, cuando uno deja de ser hijo y empieza a ser padre."

El papel de Gastón, el menor de los Perelman, es interpretado por el hijo del director. Él explica que la elección se debió a que "no quería tener al padre de otro nene hinchándome las pelotas en el set todo el tiempo, prefería tenerme a mí mismo. Y también, inconscientemente, quería compartir con él algo tan maravilloso y tan divertido como hacer una película."

Para Daniel Hendler, Derecho de familia "es el cierre de una etapa que se inició con Esperando al Mesías y continuó con El abrazo partido. Si bien no es el cierre de mi amistad con Burman, ni espero que tampoco de la relación laboral, al menos sí de esta especie de trilogía." Considera que, en cierta medida, esta película marca un final, "al menos de este personaje en crecimiento, en tres etapas diferentes, que si bien son personajes distintos en su historia y en su contexto, los tres son de alguna manera cercanos a Burman o cuentan etapas por las que él pasó. Creo que este personaje variante acá cumplió un ciclo. Espero seguir colaborando en otros proyectos con él, pero esta trilogía, esta serie de películas que empieza con este personaje como recién definiendo su vocación, su lugar en las relaciones y ahora termina padre de un hijo pequeño y definiendo qué tipo de padre quiere ser, finaliza acá. Me parece que esta última película se despega un poco de las anteriores en cuanto a que es un personaje que ha elegido su propia vida, que está instalado por opción, quizás los anteriores estaban más en conflicto con su identidad. Pero en los tres casos, además del nombre de pila en común, Ariel, hay un punto de vista cercano al de Burman, una cierta mirada sobre el mundo que lo rodea."

El director, refiriéndose a estas tres películas, afirma que "no se trata tanto de un nacimiento consciente como una trilogía, sino que son diferentes reflexiones que tienen que ver con el tema de la identidad, con la cuestión de la paternidad. En la nueva hay un cambio, porque no hay tanta confusión por parte de Ariel. Creo que es el momento final de un proceso de búsqueda de la identidad, de llegar a entender más o menos quién es uno. Sería el final del rito de iniciación."

Como comenta Burman, en Derecho de familia Ariel parece llegar al punto final del proceso de maduración por el que atravesaban los protagonistas de las dos películas anteriores. El Ariel de Esperando al Mesías, entrando en los 20, aún no sabía muy bien quién era, ni a dónde quería ir. Buscaba escapar de un futuro que él veía como prefabricado, por eso poco a poco iba a dejando atrás a Estela (la noviecita de siempre) y a todo lo que ella representaba. En El abrazo partido un nuevo Ariel, ya casi pisando los 30, seguía tratando de comprender quién era, de un modo más activo que el anterior, buscando respuestas desesperadamente, en constante fuga, indagando y huyendo, pero comenzando a reconocer que huir no siempre era la respuesta. Éste Ariel sabía que había dejado a Estela porque ella significaba una estabilidad constante y aburrida, pero aún así, casi arrepentido, se preguntaba por qué lo había hecho. El Ariel de Derecho de familia ya sabe quién es y quién no quiere ser, y no sólo acepta sino que busca fervientemente la estabilidad emocional que esta vez viene no de la mano de Estela, sino de Sandra. Por primera vez Ariel consigue comprender la relación con su padre, cerrando una etapa y abriendo otra, en la que él ya no ocupa el lugar de hijo.

Al preguntarle cuánto hay de él en estos personajes, Hendler sostiene que "todos tienen algo que ver conmigo. Este último creo que es un obsesivo, de alguna manera, defendiendo ciertos conceptos y ciertos puntos de vista sobre la educación. Yo, en paralelo al rodaje, tuve por primera vez una perra y aunque no tenga nada que ver con el hecho de ser padre, hay un rasgo obsesivo en la educación que quizás tenga en común con él; quizás también un cierto rigor o intento de rigor en la materia de estudio y de trabajo, pero me parece que son diferentes las cosas que toca cada personaje. De hecho, cuando llega un personaje, de alguna manera consciente o no, siempre hay un punto de intersección con uno que funciona también como un motor o punto de partida para trabajar otros aspectos. O sea que desde el planteo de las películas de Burman no es que yo diga ‘los personajes son parecidos a mí', pero en el trabajo encuentro siempre algún punto en común."

Felices juntos

Después de tres películas juntos (cuatro, en realidad: Hendler hace una pequeña aparición en Todas las azafatas van al cielo), para él trabajar con Burman "es bastante cómodo porque es un tipo muy activo, con humor, y muy receptivo. Sabe generar mucho entusiasmo en el equipo y en los actores, y está muy abierto para recibir todas las devoluciones que se le hacen. Se da mucho este ida y vuelta, entonces hay dinamismo y no te da tiempo para entrar en crisis o sentir el vacío que a veces implica actuar o estar por empezar una escena, porque siempre hay problemas y todos, de alguna manera, nos unimos para resolverlos. Así que se genera una cosa bastante interesante colectivamente, con un espíritu lindo de trabajo. Además me entiendo muy bien con él, hay complicidad que ha ido creciendo a lo largo de estos siete años que lo conozco, y eso también hace que sea una relación económica en explicaciones y rica en respuestas."

El clima ameno de trabajo es algo que también resalta Burman, quien dice que con los actores "tiene que haber cierta empatía, cierta relación, algo que fluya de una manera relajada y también compartir un punto de vista sobre el trabajo." El director sostiene que le gusta trabajar con Hendler porque se entienden muy bien, "para Esperando al Mesías se hizo un casting, después lo que hubo fue una elección natural, en la escritura del guión yo ya pensaba en él."

Operación Ja-Ja

Esperando al Mesías es un drama que incorpora algunas muy bien dosificadas cuotas de humor, a partir de las peripecias que le toca vivir al protagonista. Las conversaciones que sostiene en el baño con su empleador (Imanol Arias), así como la entrevista a través de la cual consigue el trabajo (escena que vuelve a repetirse y a funcionar en El abrazo partido, en la embajada polaca) son las primeras muestras de un humor sutil, en el que Daniel Hendler sabe deslizarse como pez en el agua, y que poco a poco fue convirtiéndose en una marca característica del director.

Este tipo de humor verbal, construido a partir de pequeños gestos, parece una realización conjunta de la dupla director-actor, hasta el punto que en Todas las azafatas van al cielo, donde Hendler hace sólo una pequeña aparición, los momentos humorísticos también recaen en sus manos.

A partir de El abrazo partido, el humor comenzó a ocupar un lugar cada vez más importante en las películas de Burman. Si bien él sostiene que siempre le gustó el humor y quería incorporarlo en su cine, tenía miedo de que la gente no se riera de las mismas cosas que él. Después de esta experiencia, descubrió que funcionaba. Ahora se siente seguro en ese ámbito y dice que piensa seguir por ese camino. El tratamiento humorístico e irónico de relaciones tan complejas como las familiares es ya una marca registrada del director.

De esta manera, Derecho de familia continúa la línea iniciada por su predecesora, haciendo del humor el cimiento fundamental a partir del cual contar historias que problematizan cuestiones tan profundas como la búsqueda de la identidad, las relaciones familiares y el final e inicio de etapas de la vida.

"Es un tipo que sabe ponerse de afuera a observar una situación -reflexiona Hendler respecto a Burman- y eso en la familia es aún más difícil de lograr porque uno está involucrado, pero él tiene esa capacidad de poder mirar de afuera a su familia, a su vida, a su entorno y eso le permite contar con humor historias sobre los demás y sobre sí mismo, en el entorno de lo familiar. Y eso me parece un valor."...

La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 46 - Marzo 2006

Comentarios

Autor

Anabella Castro Avelleyra

Autor

Jaime Galeano