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Suburbanos

Omar "Manotazo Fernández" Alegre: "La vagancia me respeta"

Soñaba con ser Carlos Monzón, pero alcanzó la popularidad representando a "Manotazo Fernández", el boxeador que se sentía mujer, que daba consejos a los chicos en Todo x dos pesos, el programa humorístico de Fabio Alberti y Diego Capusotto allá por 1999.

Constitución es su ambiente natural. Desde chico fue un lugar de paso obligado hasta que consiguió laburo de maletero en el tren que va a Mar del Plata y se instaló en ese mundo donde conviven todas las clases sociales por unos segundos, todos los días. Todos lo conocen por "Manotazo", pero en su documento figura el nombre de Omar Alegre. Asegura que inventó la frase ‘jamón del diome', que siempre acompaña con el gesto típico de la cumbia villera. Nació en el Chaco y se vino de pibe para Buenos Aires con la esperanza de sobrevivir a la miseria. Desde su llegada deambuló por unos cuantos barrios y se instaló en Carlos Spegazzini, donde vive actualmente con su mujer y sus siete hijos. "Vine a los seis años a Buenos Aires, en el 66 nos instalamos con mi vieja y mis hermanos en la villa de Olivos, donde me crié. Cuidé coches, trabajé en el cementerio y conocí mucha gente. Con el tiempo me vine a Spegazzini, donde tuve una novia con la que me quise casar pero lamentablemente no pude porque los padres no nos dejaron, una historia triste porque tuve una hija que no lleva mi apellido".

Omar sabe lo que es reponerse en la vida, pelearla para sobrevivir. No conoce ni le da valor a muchas cosas que para otros son indispensables, no supo desde pequeño qué era la posibilidad de elegir, desde un chocolatín hasta la comida de la cena, le da lo mismo tener un pedazo de pan que una factura, y toma mate tranquilo con lo que tenga a mano. "Allá por el año 86 yo comía cabeza de pollo hervida, hermano. Cuando era chico y vivía en La Boca, las ratas me comían los dedos, por eso te digo que conozco las tres sociedades: la de chapotear barro, la que camina por acá y la de un hotel 5 estrellas. Por eso me da pena la gente que me dice que, si no tenés dinero, no podés vivir. Mentira, la sociedad te da la posibilidad. En Constitución yo camino a cualquier hora y nadie me toca, la vagancia me respeta, me tiene afecto, tal vez porque soy respetuoso con ellos. Si me vienen a joder les digo ‘loco, tocá que está todo piola', a lo mejor yo sé códigos, sé de la facultad de la calle, mi respeto desde siempre para la sociedad. Yo antes fui cartonero, que es un oficio, pedía ropa para mis hermanas y no tengo vergüenza de eso y creo que nadie tendría que tenerla."

Si hay algo que se encarga de resaltar Manotazo es que es un agradecido de la vida, de Dios, de las personas que lo saludan, de todos. Se lamenta cuando recuerda a su padrastro, que era alcohólico y no le dio ninguna pista de cómo seguir adelante ante una situación adversa. No lo hace con resentimiento, simplemente sueña con dejarle a sus hijos un legado mejor, un nombre, una enseñanza. "Uno aprende según cómo vive, cómo ve a la sociedad. Yo creo que si vos no hacés daño, la sociedad no te hace daño. Robar, roban en todos lados, acá, atrás, a tu derecha, en tu barrio y en el mío. Pero a mí no me roban porque tengo el respeto y el afecto de la sociedad. No hago daño porque no quiero que me lo hagan, eso siempre se lo digo a mis hijos. Eso sí, si me hacen daño soy bastante groso, ordinario, me peleo con cualquiera".


Al boxeo por azar

Se siente a gusto cuando alguien se acerca a pedirle un autógrafo, disfruta de esas pequeñas dosis de una popularidad que le brindó la televisión y que, pese a que pasaron seis años de sus actuaciones, el reconocimiento persiste. Pero Manotazo antes de pasar por la tele soñó con pelear con los grandes. "Al boxeo llegué por accidente a los 23 años. Mi primera pelea fue en un festival de boxeo en Spegazzini, por un litro de leche. En ese momento yo trabajaba en una química, ya estaba casado y no tenía un mango para comprarle a mi esposa un litro de leche, entonces se brindó la oportunidad, creo que me dieron 500 australes, y dije que sí. Peleé con un pibe que el paragolpe de su piña era mi cara, no sabía nada de boxeo, pero lo hice de corazón. Con el tiempo hubo gente que me vio y se interesó, porque tenía estilo y era parecido a Carlos Monzón. Después me llevaron al Luna Park, en el '84, donde hice un par de peleas amateurs y debuté oficialmente el 22 de septiembre de 1986, ganando por puntos a Silvestre Mendoza. Tuve la dicha de estar con Ramón La Cruz, después con Alberto Andrada. Peleé con la publicidad de Roque Flores. Tito Lectoure, anteriormente me dio la posibilidad de vestirme con ropa Adidas. En ese momento me sentía como el campeón del mundo, qué sé yo. De hecho no tenía diez centavos, hermano, para comprar comida en mi casa, y me daba vergüenza vestirme con Adidas, porque me tenía que colar en el 51, rogar que me lleven hasta Constitución para irme caminando hasta el Luna Park. Después Tito alguna vez me dio para el viaje, Oscar Roque Flores también". Omar recuerda sus primeros pasos como cualquier pinche del box, que en sus inicios tuvo toda la carga de un pasado que muchos aprovecharon para captarlo y manejarlo con muy poco. Sabe cómo se manejan algunos que le venden las botas o los pantalones más caros a los amateurs, sabe de la traiciones y del caretaje en el ambiente. Pero el boxeo se fue convirtiendo en algo complicado, no tenía grandes esperanzas de ser un número uno, y mientras tanto tenía una familia numerosa que mantener y gracias a Enrique Bazán, el almacenero del barrio que lo bancaba con la comida, pudo salir adelante. Pero Manotazo se rindió y cayó en la trampa. "La última pelea fue en 1994 con Raúl Balbi, en Salta. Me tiré en el segundo round, aunque a muchos no les guste. Me hicieron bajar cuatro kilos y medio en el sauna porque me bolacearon que iba a pelear contra un francés y después apareció Raúl. Fui estúpido y con el tiempo me di cuenta que los golpes no son comida, pero bueno, yo no tengo dinero, pero tengo el respeto de la sociedad."...

La nota completa en Sudestada n°37.

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Autor

Ignacio Portela

Autor

Walter Marini