Llegar, no llegamos a ningún lado. Eso lo sabemos. Pero vamos yendo, caminando, siguiendo el pulso de un latido que nos marca y deja su huella, tenaz y militante, desde hace seis años. Quién podía imaginarse, acaso, que un grupo disperso de voluntades amontonadas bajo un agujereado paraguas de amistad, podía crecer y seguir adelante frente a todos los problemas. O contra todos los pronósticos (incluso los nuestros), como nos gusta decir entre nosotros.
Hablar de penurias y complicaciones tiene que ver apenas con una parte de este viaje. Pero nos gusta más, en este momento de aniversario, mirar hacia atrás con los pies firmes en este presente que nos propone seguir tirando del hilo por un laberinto que nos va ofreciendo opciones a tomar a cada paso. Y nosotros vamos yendo, caminando. Atrás y con nosotros, vienen las voces que fuimos juntando, las historias ocultas que nos contaron, los amigos que fuimos metiendo en esta travesía de papel y los que, como no podía ser de otra manera, se ocuparon de ir metiendo algunas trabas. Pero allá ellos, atrás también, los burócratas de la cultura oficial, los miserables del papeleo, los dogmáticos de la nada, los figurones del periodismo, los referentes del vacío, los chamuyeros de la anti-praxis, los canallas travestidos...
De este lado de la página, sin pretensiones ni determinismos, elegimos (porque fuimos aprendiendo) un modo de hacer las cosas, un perfil, un lenguaje para comunicar nuestras pasiones, nuestras convicciones y nuestras incógnitas. Ni más ni menos que eso. Cuando largamos con este proyecto ninguno de los integrantes de la redacción superaba los 25 años. Es curioso: justamente la etapa en la vida en que, dicen ellos, las personas suelen ir cortando los lazos afectivos con sus amigos y van perdiendo el entusiasmo en los proyectos colectivos detrás de ambiciones personales más bien burguesas: la casa, la familia, el autito... A nosotros nos salió al revés: fuimos comprendiendo, en estos años, que sueltos por ahí, nuestra voz se desvanece. Que el valor de esta revista reside, justamente, en la potencia de una voz colectiva, heterogénea, contradictoria a veces, pero reflejo fiel de los munditos que defendemos en cada página.
Hoy son seis años, una excusa, apenas. Una ocasión inmejorable para saludar los ojos que hoy nos recorren (los tuyos, amigo lector), como desde hace un tiempo. Ojos ajenos, los de todos ustedes. Ojos que nos definen con mayor nitidez que cualquier colección de palabras festivas. Ojos atentos que nos leen, nos indagan, nos critican y nos ayudan a seguir, con un entusiasmo que parece encaprichado en teñir cada una de estas aventuras compartidas.
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Al troesma, con cariño
Corría el mes de septiembre de 2001. Un grupo de infames festeja la salida de una revista y se propone entrevistar a algunos "peso-pesados". Pero nadie responde al llamado. Excepto uno, una carta que nos llega y que nos invita a charlar un rato. La voz era, claro, la de Roberto Fontanarrosa. Y así fue: el Negro fue el primer "consagrado" que nos hizo un espacio en su fantástico universo para conversar y dejar el sello de su humor en la tapa del número 4 de Sudestada. Hasta apuró un dibujo dedicado para los infames de Sudestada. No somos amigos de las necrológicas, más bien elegimos recuerdos que hoy nos ayudan, también, a agradecer los gestos de un grande de verdad. Una florcita apenas que dejamos, hoy, a los pies de esta página y un puñado de palabras: Para usted, Negro, troesma...
El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.
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