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Dossier Julio Cortázar

Sara Facio: "Era un apasionado por la fotografía"

Nadie supo retratar los rasgos del escritor con mayor justeza que Sara Facio, armada con su Leica. En su estudio de Buenos Aires, la consagrada fotógrafa dialogó con Sudestada sobre aquellas sesiones, que siguen presentes en su vida cotidiana.

Los retratos exhiben el pasado en primera persona con total displicencia, decenas de rostros de personajes famosos prolijamente enmarcados saludan desde las paredes a los visitantes que pasan por el estudio de la fotógrafa Sara Facio, quien logró retratar las intimidades de Borges en Buenos Aires, de Neruda en Isla Negra y de Julio Cortázar en París, entre otros. Desde 1973, junto con María Cristina Orive, creó en Buenos Aires la editorial fotográfica "La azotea", con el objetivo de reivindicar los libros de fotografías y difundir la obra de los mejores fotógrafos latinoamericanos. Desde entonces, "La azotea" publicó la obra de cientos de fotógrafos en libros de gran calidad, además de tarjetas postales y otros motivos fotográficos. Sin embargo, entre todos sus retratos, ella elige siempre a Cortázar: con él siempre pasaba algo distinto, cada vez que se encontraban la magia era otra, las ganas se multiplicaban y los momentos eran muy intensos. A Julio lo conoció como lectora en la década del sesenta, cuando salió Rayuela. "Fue una especie de revolución en Argentina, porque se leía muy poco a los escritores de nuestro país y prácticamente nada de los latinoamericanos. Por ese entonces, la obra de Julio tuvo una repercusión popular impresionante y se convirtió en un ídolo literario. En aquella época yo estaba en sociedad con Alicia D'Amico, con quien teníamos la idea de hacer un libro sobre Buenos Aires. No el Buenos Aires que veíamos del tipo turístico, de las propagandas oficiales que básicamente tenían escenografías muertas, de edificios públicos como postales, nada más. Queríamos hacerlo del lado de la gente. Terminamos ese trabajo a principios del 67 y, luego de peregrinar por varias editoriales, lo aceptaron en Sudamericana pero con la condición de que los textos que acompañarían esas fotos tenían que ser de un escritor muy reconocido, porque todavía estaba la idea de que la foto en sí no valía si no estaba acompañada por un buen texto. Ahí apareció inmediatamente Cortázar en nuestras cabezas y, desde la editorial, nos dijeron que era el indicado. Fuimos con la maqueta de fotos nosotras mismas a París a mostrársela. Llegando al ansiado encuentro, nuestro corazón latía con gran velocidad. En ese momento, el vivía en lo que se llama Paris 15, con su esposa Aurora Bernárdez, y ahí le mostramos la maqueta y, de inmediato, fue una relación muy buena, muy cariñosa. Nos abrazó y se puso a llorar. Nos dijo que nunca se había sentido tan cerca de Buenos Aires como mirando esas fotos y que el libro, finalmente, lo escribía".

Ver en persona a Cortázar para Facio fue toda una novedad porque, en esa época, no había fotos de Cortázar en los medios, tan solo una de un señor con anteojitos, poco parecido al alto y elegante escritor con quien se toparon en París. A Sara y Alicia, lo que más les llamó la atención fue su estatura, no conocían a nadie tan alto como él, simplemente las dos dijeron "era altísimo", cuando volvían del primer encuentro. Además de llevarles unos cuantos años, las impresionó porque "era muy atractivo, muy simpático y afable, como se lo ve en los reportajes, muy cordial. Pasaron tres días de aquel primer encuentro para que nos volviésemos a ver e hicimos unas fotos en los jardines de la UNESCO, donde él trabajaba como traductor. Hicimos muchas fotos en color en los jardines y ahí salió esa foto famosa que está con el cigarro apagado. Cuando él vio esas fotos que le mandamos por correo, le gustaron muchísimo y nos dijo que la imagen del cigarrillo apagado la quería usar como su 'imagen oficial', entonces le mandamos por correo una decena de esas copias, que empezaron a circular por todos los medios del mundo, lo que nos conmovió. Después que escribió los textos del libro que se llamó Buenos Aires Buenos Aires, que está agotado desde hace años, cada vez que viajaba a París nos encontrábamos, era lo primero que hacía. Íbamos a comer, a espectáculos al cine, todo lo que se hacía cuando uno llegaba a París en esa época"...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada nº61- Agosto 2007)

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Autor

Ignacio Portela