En "Los indios invisibles del Malón de la Paz", libro del psicólogo Marcelo Valko (*), publicado por el sello editorial Madres de Plaza de Mayo, se narra un hecho significativo que la memoria colectiva no se ocupó de rescatar: la larga marcha hacia Buenos Aires de más de un centenar de kollas en reclamo de tierras que les pertenecían. Un malón pacífico que al llegar a la ciudad, padeció el confinamiento, secuestro y posterior destierro, durante el primer gobierno peronista.
Cuatro años de investigación. Ese fue el tiempo que invirtió Marcelo Valko para escribir un libro que vino a poner las cosas en su lugar. Durante ese lapso, consultó archivos eclesiásticos, legislativos, militares y personales; entrevistó a protagonistas y familiares directos y recorrió cada lugar donde el Malón dejó su huella.
Este libro, también, es una trompada para esos historiadores que durante muchos años miraron hacia el costado, se hicieron los distraídos o que, tal vez, en esa forma de olvido adrede que sufren escritores amnésicos -por conveniencia o por vergüenza dogmática-, dejaron que el acontecimiento se rebajara a la anécdota o al simple expediente de "confuso incidente".
Sudestada conversó con el autor, porque la historia que cuenta Valko nos acerca a una verdad que permaneció escondida durante mucho tiempo, lo que desnuda, quizá, el poco interés que despierta la problemática de los pueblos originarios en Argentina, tanto para los gobiernos de turno como para gran parte de la sociedad.
1. Los indios invisibles del Malón de la Paz cuenta la historia de 174 kollas que partieron desde Abra Pampa, provincia de Jujuy, cerca del límite con Bolivia, y que llegaron a Buenos Aires atravesando Tucumán, Salta, Córdoba y Santa Fe, más algunas ciudades bonaerenses, a pie, junto a sus caballos y mulas; para exigir que se les restituyeran sus tierras. Esas mismas tierras usurpadas años atrás, primero por los colonizadores y luego por hacendados como Patrón Costas, un latifundista que hasta intentó ser Presidente de la Nación. Pero eso apenas es una parte de la historia.
Corrían los primeros meses de 1946 y en el norte argentino se percibía la efervescencia provocada por los estertores de la supuesta nueva "justicia social" que vendría a terminar con las iniquidades que sufría el ser humano y que, parecía, estaba al alcance de la mano. El reclamo era latente. Y los kollas del NOA reaccionaron, como lo hicieron infinidad de veces, y se organizaron. Tomaron sus animales, sus pocas pertenencias, y se lanzaron a caminar. Pero no estaban solos, claro. Entre ellos había dos protagonistas que serán claves en esta historia. Si bien los kollas, como otras comunidades, son autogestivos, no podían prescindir de apoyo; y ese sostén llegó a través de un diputado provincial por el laborismo, Viviano Dionicio, que era un dirigente que nunca se avergonzó de su condición indígena, que entendía la idiosincrasia kolla como pocos, y que llegó a tener activa participación en los aspectos organizativos de la marcha. Junto a él, actuó el teniente Mario Augusto Bertonasco, quien ayudó a canalizar los reclamos del Malón y contribuyó a la logística de la marcha. Por esos años, Bertonasco era hombre de la Secretaría de Trabajo y Previsión, y tenía estrecha relación con quien sería electo presidente días después que el Malón iniciara su marcha. Bertonasco fue quien aconsejó a los kollas, diciéndoles que la única forma de "salvar a la raza indígena" era realizando una gran marcha a Buenos Aires, por eso les propuso "tener fe, voluntad, y creer en el coronel Perón".
Bertonasco tiene una historia particular, su padre había sido coronel y doble expedicionario al desierto. Es decir, primero se había ido con el general Roca a matar mapuches y luego, con el general Winter, se dedicó a asesinar indígenas chaqueños. Pero cuando tuvo a su hijo, se le ocurrió que la mejor idea era enviarlo al Colegio Militar. Pero el muchacho no iba, era muy indisciplinado, así que le dieron la baja dos veces: en la primera, el padre logró que lo reincorporaran y en la segunda, ya no fue posible. A partir de ahí, Bertonasco se consagra a las causas de los desheredados. Irá a trabajar en la sección de tierra del Ministerio de Agricultura, junto a los mapuches...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada nº61- Agosto 2007)
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