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Entrevista

Ciro Bustos: Un hombre del Che (segunda parte)

Ñancahuazu y un abrazo eterno. La amenaza de un cerco que se cierra. La captura, la derrota y la infamia. Los recuerdos de Ciro Bustos amontonados en estas páginas, donde sobrevuelan los nombres del Che Guevara, de Tania, de Regis Debray. La memoria de una derrota que fue, a la vez, faro luminoso de generaciones de luchadores y sombrío refugio de mentiras que es necesario develar.

La memoria empuja, uno a uno, los recuerdos de las horas finales en Ñancahuazu. La despedida con el Che, un abrazo eterno, una anécdota mínima en medio de una guerrilla cercada: el Che ve que Ciro tiene frío, y le entrega su abrigo. No median palabras en la acción, el Che se saca su abrigo y se lo da. En mitad del desastre, con un horizonte oscuro asomando en la selva boliviana, el Che se toma su tiempo para un gesto que lo sintetiza. Bustos es, otra vez, juez y parte de toda una historia. Una historia que empieza, otra vez, en La Habana. Y allí se cruzan Tania con su cita equivocada, el Che y sus sueños de entrar por el norte argentino con dos columnas, en busca de su revolución. Y el final de esta historia, la infamia que expandió como veneno Regis Debray, y sus mentiras comerciales. Mentiras que arrastró Bustos durante décadas de silencio. Hasta que dijo basta y empezó a desatar, una a una, las madejas del ovillo. La maraña sombría de una revolución derrotada...

¿Cómo fue el llamado del Che para sumarlo a su proyecto en Bolivia?

Bueno, hubo todo un despelote por cómo había sido el llamado; él no estuvo de acuerdo. Porque fue Tania quien me dijo: "El Che quiere verte", pero ella tenía que decirme otra cosa, algo críptico que, para él, significaba mucho según como yo reaccionara. Cuando empieza la reunión conmigo en Ñancahuazu, él llega después de la caminata y de los despelotes del primer combate. Y lo primero que me pregunta es: "¿Qué te dijo Tania cuando te vio en Córdoba?". "Que usted quería verme", fue mi respuesta. "No, no. Decímelo con sus palabras, ¿qué te dijo?", me repite. Entonces le dije: "El Che quiere verte". Y empezó a gritar y pidió que viniera Tania ya mismo. Y aparece Tania, contenta porque creía que iba a participar de la reunión, y le cae un infierno tremendo. El Che le pregunta: "¿Qué te dije que le dijeras al Pelao cuando lo vieras?". Tania responde casi lo mismo que había dicho yo: "Que usted quería verlo...". "No, no. Qué te dije yo, repetime las palabras exactas". Ella manejaba esas cosas de inteligencia, así que estaba preparada para no llevar información y recordar cada detalle. Entonces dijo: "Ah... que tu antiguo jefe quiere verte". Y el Che, enojado, le dijo: "Para qué digo yo las cosas, siempre lo mismo, indisciplina...", y armó un escándalo. "Ya voy a hablar contigo, porque estás acá por culpa de esa indisciplina, acá no tenías que estar", le dice a Tania. Bueno, y Tania se fue llorando... Esto es en Ñancahuazu.

Era verdad, ella no tenía que subir, no podía llegar siquiera cerca del grupo. Su trabajo era en La Paz: ella era un topo, totalmente secreta. Ya había hecho contacto hasta con milicos del ejército, había ido a fiestas. Ése era su trabajo, tenía que estar en el seno del enemigo para escuchar. Ella era un oído, no tenía que hacer el transporte que hizo cuando tuvo que sumarse por cuestiones de seguridad. Tania fue por su cuenta. Y cuando llegamos a Camiri y nos viene a buscar Coco, que nos tenía que llevar al campamento; él le dice que ella no tiene que subir. Pero Tania insiste. Ella en ese momento tendría que haberse borrado, no tendría que haber ido al campamento...

En esa reunión en Ñancahuazu, el Che le plantea concretamente que su objetivo es pasar a Argentina desde Bolivia...

Claro. Después del lío con Tania, empieza de nuevo la discusión. Él me pregunta: "¿Qué hubieras hecho de haber recibido el mensaje original?". Yo le contesto: "Yo tenía dos alternativas, o que Segundo (por Jorge Masetti) resucitó o que era usted". Entonces insiste, "¿Y qué hubieras hecho?". "Hubiera venido", le dije. Porque, para él, esa cosa críptica tenía un significado: era ver cómo yo enganchaba la actualidad con el proyecto original. Si yo iba inmediatamente, para él, significa algo distinto que recibir una orden del Che directa. Y esa percepción se perdió porque Tania modificó el mensaje. Pero ahí empieza la conversación, y yo le digo que acepto todo lo que me proponga, que en realidad no es más que la continuación del viejo plan. Lo único nuevo que me dice es que necesita 200 personas, que tengo que seleccionarlas, mandarlas y hacerlas llegar equipadas. Y todo eso tiene que ocurrir antes de dos años, porque él quería entrar a la Argentina con dos columnas, antes de dos años. Directamente desde Bolivia.

¿Y por qué, en este caso, elige Bolivia y no Argentina como punta de lanza?

Ahí hay una valoración que resultó errónea. Se suponía que Bolivia era el país más desprotegido, con el ejército más pobre y con menor capacidad militar. Y eso resulta un error porque, justamente, por ser un ejército poco equipado, actúan de otra manera. Lo hacen directamente: los bolivianos del ejército se transforman casi en grupos guerrilleros que entran a la zona, no se quedan como un ejército tradicional, desde afuera y cercando o enviando exploraciones. Hay cuatro o cinco batallones que se meten y viven días en la selva, hasta que se agotan las provisiones y entonces salen y entran otros...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada nº61- Agosto 2007)

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Autor

Hugo Montero