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Teatro

Marcelo Savignone: "Intento arrojarme siempre al vacío"

Un actor se arroja al abismo cada vez que pisa un escenario, cada vez que un texto lo vigila desde el papel. Y ese actor debe arriesgarse poniendo el cuerpo. La cosa se encamina a ponerse más difícil cuando la ausencia de guión es la forma elegida para expresarse. Como cuando al más renombrado escritor lo sobrevuela el karma de la hoja en blanco. Pero para un artista que desde algo más de diez años viene eligiendo el salto sin red como manera de comunicar su opinión teatral, el resultado es por demás atractivo. El director, autor, actor y entrenador de actores, Marcelo Savignone sin duda que viene poniendo el cuerpo en cada una de las obras que monta con la perspectiva de la improvisación, desde los comienzos con la Compañía Teatral Sucesos Argentinos, hasta las actuales en cartel En Sincro y Felis.

¿Cómo fue eso de largar el estudio de medicina para dedicarte a la actuación?

Comencé a estudiar teatro cuando estaba terminando el secundario y empezando el CBC. En 1997 me fui a Cuba a estudiar circo y percusión, todo lo que tenía que ver con la acrobacia y la idea de la actuación del payaso de circo, donde los cubanos estaban muy empapados en eso porque tienen mucha influencia rusa. Cuando volví de ahí, entré a estudiar con Cristian Moreira todas las mañanas, era como una especie de conservatorio de la línea de improvisación Jaques Lecoq. Salía y me iba a estudiar medicina, y en ese momento me hizo como un crack cerebral luego de haber estado metido en el arte en Cuba durante todo el tiempo y en tercer año en microbiología abandoné. Cuba fue para mí como una gran pulsión, como una felicidad en el hecho de dedicarme todo el día a lo que realmente me apasionaba, y que hasta ese momento no sabía realmente lo bien que me hacía.

Alguna vez dijiste que no hacés carrera artística, sino que sos un trabajador del arte...

Tengo muchos amigos que dicen, "cómo está tu carrera", y la verdad es que si pienso que es una carrera es porque tiene un fin. Creo que mi trabajo no tiene fin, creo que la búsqueda de la actuación, de la creación, de encontrarme no tiene fin. O espero que no lo tenga. Tener una continuidad de pensamiento, de investigación, de evolución, de opinión teatral. Mis últimos trabajos son en verdad opiniones teatrales, por ejemplo Felis, no hay ninguna historia, el texto está como secundario a lo que sucede con los cuerpos, el amontonamiento de cuerpos, el espacio, el ritmo. Es lo que opino del teatro, es lo que me interesa del teatro. Me interesa mucho la vitalidad, y por eso odio un poco el teatro que no sucede, que sólo se dice. Eso me aburre sobremanera, y por momentos me hace descreer de la profesión. Igual que la tevé adonde no sucede nada, donde al actor no le sucede nada como instrumento. Como cuando uno se transforma en un obrero que es muy diferente a un trabajador, en concepción mental. No quiere decir que un obrero no sea un trabajador, sino como cuando uno hace el oficio. Pero en la actuación, en el arte, es como más allá de un oficio. Si pienso la creación artística como mero oficio, podría volver a estudiar medicina. Es ahí donde algo no está bien.

En la época de Sucesos todo se desarrollaba como más grupal, ¿parece que hubo un cambio en el lenguaje de tus obras?

Trabajé mucho con la gente de Sucesos Argentinos, y lo sigo haciendo. Lo que sucedió en la última etapa es que yo hacía la dirección, proponía la idea y a veces también hacía la producción. Así, mi trabajo empezaba a perder cierta identidad porque Sucesos fue en su momento mi lenguaje pero ya dejó de serlo. Y los medios también nos encasillaron: "al de improvisación", y en ese momento estaba haciendo un unipersonal que se llamaba El comeclavos, sobre textos de Kafta y El entenado de Juan José Saer, y entonces el medio ya decía "que improvisás estilo Kafka". La improvisación es uno de mis lugares de afirmación poética, pero también hago obra armada. Para mí el trabajo es una combinación de gente, yo propongo un disparador para que sea una combinación de gente la resultante. Sí necesito una guía, necesito dirigirla, sí necesito llevarla hacia algún lugar a la gente, como si tuviera una pequeña linterna que va hacia delante.

¿Cómo llegás a textos de Onetti, Kafka, Saer?

En el caso de Kafka y de Saer en El comeclavos, tenía ganas de trabajar sobre la temática circense y me acerqué a alguien que hace narrativa, que escribe novelas, y él me propuso Un artista del hambre, y ahí empezamos a investigar y dimos con El entenado de Saer. Después cuando hice Unísono, que era sobre textos de Onetti, me interesó su mundo; en Brazos, quiebran, tomé la película Los payasos de Fellini. Me atrae como el acercamiento de otras poéticas, de otros lenguajes; ya sea la plástica, el cine, creo que esos lenguajes alimentan mi teatro, porque en general no he montado obras clásicas, obras como ya del índole ¡teatro!, sino que hago el teatro. Cuando elijo un texto, es como un deseo que me transita, como una cosa medio inexplicable; una noche que me levanto medio exaltado, como imágenes que me vuelven a la cabeza cuando entreno. Tiene que ver con un deseo, con tomar el trabajo con un gran sentido del humor, que no quiere decir superficial. Creo que es la única manera de hablar de cosas más profundas...

La nota completa en Sudestada n°41

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Autor

Martín Latorraca