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Editorial

Sectas que consumen sectas

Las imágenes se suceden, como metáforas siniestras de una realidad inasible. Detenerse apenas unos segundos frente a la exposición Arte BA...

Las imágenes se suceden, como metáforas siniestras de una realidad inasible. Detenerse apenas unos segundos frente a la exposición Arte BA, por caso, permite delinear con justeza los contornos de un universo cada vez más exclusivo, cada vez más elitista. Ese universo, a veces, se denomina con el eufemismo de "arte". Detenerse en el escenario de las presentaciones de libros, de la salida de discos, de los vernissages de nuevos pintores, nos permite acentuar una tendencia crítica. No es nueva la idea, claro, pero hoy resulta tristemente consolidada: el sistema impone un límite de clase, pero no sólo para el acceso del producto comercial, sino principalmente para su generación.

Basta preguntarse cómo es posible que un pibe que necesita trabajar 10 ó 12 horas por día como repositor en un supermercado pueda dedicarle algo de tiempo a escribir una novela, más allá de todos los obstáculos conocidos que vienen después (la indiferencia de los editores, la concentración de las editoriales en pocas manos, los prejuicios, el interés por lo "vendible"). Basta pensar en una chica que trabaja a destajo en un comercio y que, en su escaso tiempo libre, pinta y dibuja con un talento que jamás conocerán los ojos del selecto mundillo cultural. Basta observar las ganas y la fuerza de una banda de barrio que rompe con los moldes del modelo comercial, que (quizá sin saberlo) propone un aporte original al cuadriculado mundo del rock nacional, perderse en el vendaval del trabajo y las obligaciones cotidianas, mirando por la tele a grupos berretas, que sólo intentan copiar la fórmula del éxito.

Hay una cuestión de clase que se va acentuando. La cultura no sólo es mercancía para una minoría (cada vez más pequeña). La generación de cultura hoy parece un privilegio, una utopía, para aquellos sin posibilidades de conseguir un subsidio o una mirada ocasional de algún mecenas. De esta forma, y más allá de las políticas oficiales (nulas, inexistentes, cómplices, que sólo profundizan esta tendencia) en materia cultural, vamos camino a un país en el que un grupo minúsculo produzca arte para el consumo de otro mínimo grupo. Sectas que trabajan para sectas. Medios que difunden la información útil para la secta. Y sectas que debaten sobre una realidad que eligen ignorar, que sólo aparece en sus pesadillas.

Pero por abajo, en el silencio, otra historia se escribe, otras melodías se escuchan, otros trazos se disfrutan. Hay corazones cansados de esperar, hay legiones que salen a la mañana a trabajar y vuelven en el colectivo con una historia para contar, y no se rinden. A ellos está dirigida, de algún modo, esta humilde publicación. A ellos les pedimos (exigimos) la belleza, la originalidad, la fuerza, el descubrimiento, la militancia. Del mundo miserable y recortado de los elitistas disfrazados de artistas, se ocupan sus propios esbirros. Nosotros no, nosotros queremos escuchar otras voces, mirar otros trazos, compartir otros sueños.

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Sudestada

El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.