Siempre se vuelve al primer amor y también al último. Ediciones de la Flor acaba de sacar a la venta la cuarta y última aventura metafísico-nacional -inédita en nuestro país- de Perramus, el grandioso personaje engendrado por Juan Sasturain (en su primer trabajo como guionista) y Alberto Breccia (en otro de sus tantos geniales trabajos) allá por el año de 1982. Perramus, ese hijo bastardo e innombrable de los flamígeros años de la dictadura. Y ahora, otra vez, ‘aventura' vuelve a escribirse con mayúscula en Perramus IV: Diente por diente.
En el principio fue el verbo, sí: la acción, la aventura. En el caso de Perramus, sinónimo de lo aventurero, podemos decir sin embargo que en el principio fue el sustantivo propio: para forjar la leyenda de este personaje había que encontrar primero un nombre porque, entre todas las cosas dejadas atrás -olvidadas- por este desmemoriado estaba, precisamente, su nombre. Y se sabe que un nombre es lo más importante que uno puede tener. Así, en la inaugural aventura El piloto del olvido, ese hombre perdido, que anda con lo puesto, adopta como nombre propio la marca de su vestimenta: un sobretodo Perramus. Sasturain, en un giro maestro, vuelve a darle a ese nombre una significación propia, ya que desde hacía tiempo venía designando para nosotros un tipo de prenda de vestir -utilizada, oportunamente, para cubrir la ropa que no queremos que se moje o se ensucie- más que una marca particular. Al igual que tantas otras palabras desde aquellos años pasmosos (desaparecido, chupar), el perramus dejaba su calidad anónima para, en su caso, empezar a nombrar a un ser característico de aquellos años: el que había enterrado su memoria bajo un montón de trapos sucios. En ese nombre desaparecido y en la culpa que ese personaje había conseguido borrar por medio del olvido se conjugan, de una manera maravillosa y terrible, los duros años del Proceso.
Un sobretodo hecho a medida
Hay, pues, una obvia o no tan obvia vinculación entre ese piloto y la patria, como se vislumbra también en algunos versos de Sasturain contemporáneos a la escritura del primer Perramus. En el esperado y largamente postergado libro Carta al Sargento Kirk y otros poemas de ocasión (Gárgola, 2005), podemos leer: Este 25 de mayo/20 de junio/9 de julio/ amaneció y amanecerá lluvioso o neutro de nubes/ para los que esperan mirando al cielo (...). No sé por qué las fiestas patrias suelen hacerme escribir o/ le ponen a la gente sobretodos o paraguas alusivos. Vivimos en un país en el que siempre está a punto de llover, en el que siempre se cierne sobre nosotros alguna tormenta peor que la anterior y más suave que la siguiente, en el que siempre -digamos- llueve sobre mojado. Los dibujos de Breccia, cargados como nunca y como suele, transmiten esa sensación tormentosa en nubarrones que amenazan con anegarlo todo a través de los cielos de Santa María ("mi Buenos Aires querido" en la visión-versión de Sasturain-Breccia). Nada mejor, entonces, que ese sobretodo casi canino, que ese poncho urbano, para hacer frente al húmedo clima de Santa María, porque además encarna -corporiza- el espíritu de la figura del detective, el buscador incansable de la forma moderna de la aventura.
Al maestro con cariño
A veces da la sensación de que Perramus es una gran excusa, de que ese título está un poco fuera de lugar y de que se está hablando de otra cosa o, mejor, de otra persona. En el primer álbum, El piloto del olvido, asistimos efectivamente al nacimiento del héroe individual -Perramus-, pero también del grupal, con el propio Perramus, el uruguayo Canelones, el inventado Enemigo y... Borges. La irrupción de Borges como personaje y como héroe en un relato altamente alegórico puede parecer irónica y sin duda lo es, pero los autores supieron -quisieron- sostenerlo y manejarlo con talento y con libertad. Hicieron de Borges lo que ellos habrían deseado que fuera (un valiente, un hombre comprometido), pero también lo que Borges habría deseado ser (un valiente y, por ende, un hombre comprometido): Mis padres me engendraron para el juego/ arriesgado y hermoso de la vida,/ para la tierra, el aire, el agua, el fuego./ (...) Mi mente/ se aplicó a las simétricas porfías/ del arte, que entreteje naderías./ Me legaron valor: no fui valiente. Vieron entonces que, además de un puro intelectual, "algo de aventurero había en él y hasta de tahúr". Entendieron que Borges ya se había convertido en una suerte de mito (como Gardel), que tenía estatura de personaje y que no estaba para nada alejado del pueblo y de lo argentino, como muchos -más ciegos que el propio Borges- se empeñan todavía en creer. Volvieron fácil lo difícil: mezclaron con muchísima clase elementos reales y ficticios para formar un relato que busca llegar de la ficción a la verdad. De lo imposible a lo posible hay, es verdad, un solo paso: sólo tenemos que saber darlo. No es casual que Diente por diente termine con una escena compartida sólo por Perramus (una creación) y por Borges (una re-creación)...
(La nota entera en Sudestada edición gráfica)
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