Detrás de La Garganta Poderosa emerge una historia de lucha colectiva: la del barrio Zavaleta por visibilizar su voz, su historia, su problemática actual. Detrás de esta pelea, desde abajo, también surgen voces alternativas como la de uno de sus referentes, Nacho Levy. En esta charla con Sudestada, hablamos del delirante (y peligroso) ataque de la ministra Patricia Bullrich contra La Poderosa, pero también de los vínculos que fue generando esta construcción desde la raíz, de frente a un contexto hostil y en el corazón de un país que silencia y niega la identidad de los barrios.
En Zavaleta se escucha todo. El sonido de una amoladora cortando una baldosa, el ladrido de los perros, un vecino que pregunta cómo va el partido Egipto-Rusia, otra vecina que cierra la ventana porque el frío de la tarde empieza a pegar fuerte. Los pasillos angostos son una caja de resonancia que amplifica cada ruido. Pero también son el escenario de un conflicto comprimido en calles breves, cubiertas algunas con cemento, pero todavía rápidamente inundables apenas se desata una tormenta. En este paisaje cualquier caminante puede cruzarse con efectivos de Prefectura, con pibes jugando en las hamacas de la Plaza Kevin o tirando avioncitos de papel en el comedor comunitario, y con los murales de La Poderosa tatuando la memoria del barrio, subrayando ausencias queridas.
En el corazón del barrio está la casa de Nacho Levy, uno de los referentes de esta aventura que nació catorce años atrás. Casa que, en el inicio de La Garganta Poderosa, fue también redacción y lugar de reunión. Allí nos recibe para charlar sobre el desmesurado ataque de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que anunció que iba a "desenmascarar las mentiras" de La Poderosa y en la conferencia de prensa posterior hizo el ridículo, acusando sin pruebas, balbuceando sin atender las denuncias por torturas cometidas por las fuerzas de seguridad bajo su responsabilidad. Pero más allá de esta ofensiva que intenta silenciar la voz de La Garganta, también hay una historia de paciente construcción con los vecinos y las vecinas, una herramienta que le permite al barrio gritar su verdad en un contexto hostil, pelear por mejorar la calidad de vida desde abajo, desde la raíz, desde las angostas callecitas de la Zavaleta. Allí, donde se escuchan todos los ruidos, también se hace escuchar la voz rebelde de La Poderosa.
–¿Cómo los agarra esta ofensiva de Patricia Bullrich? ¿Habían percibido señales? Porque el proceso represivo se agudiza…
–Claramente hay un proceso que se agudiza y que lleva de la mano lo económico, lo político y lo represivo, que es el embudo donde confluye todo. Si nos preguntás si esperábamos que una Ministra de Seguridad de la Nación, que supuestamente vela por la seguridad de todas y todos, le iba a dedicar medio día a luchar contra asambleas comunitarias que venimos desde hace catorce años denunciando –entre otras cosas– sus zonas liberadas, te hubiera dicho que no. Nos hubiera parecido surrealista. Pero sí vemos que hay una escalada premeditada. De la misma forma que hablamos de "luz verde", de autarquía de las fuerzas de seguridad con los distintos gobiernos, claramente hoy entendemos que las fuerzas tienen un protocolo de la ilegalidad y una bajada de línea política para ejercer la "mano dura" y la pena de muerte en el territorio. Históricamente los gobiernos contaron con una ventaja con respecto a nuestros barrios; existía una especie de acuerdo tácito de que lo que pasaba en la villa, quedaba en la villa. Cuando nosotros pintamos esta redacción en el corazón de la Zavaleta, queríamos colgar cuadros de comunicadores villeros y ahí tenés: hay cuadros de García Márquez, de Roberto Santoro, de Rodolfo Walsh... Pero no encontramos registro de ilustradores, fotógrafos, poetas o escritores del barrio, y doscientos años de una crisis vocacional es mucho, ¿no? Claramente, hay un sistema que a través de sus medios de producción, educación y comunicación fue impidiendo que se generaran las bases para informar desde adentro del barrio. Si buscás información de qué pasó en las villas durante la dictadura, lo que encontrás son periodistas y militantes que –por suerte– llegaron desde afuera a militar en las villas y contaron qué pasaba, pero no de los propios villeros.
Estos años de organización en La Poderosa no nos han permitido cambiar muchos problemas estructurales de nuestros barrios, pero sí por lo menos darle un hilito de voz a una realidad que históricamente estaba silenciada. Ese hilito de voz que podía ser molesto, incómodo, tergiversado cuando no ocultado, para no hablar de los planteos políticos de fondo o del trabajo comunitario, ese granito de arena se puso más molesto cuando ellos se vieron en la necesidad de emprender un plan de silenciamiento territorial salvaje, como creo que nunca habíamos visto.
–¿El caso de las torturas a Iván y Ezequiel en 2016 marcó un quiebre en el barrio con respecto a las fuerza de seguridad?
–Las torturas a Iván y Ezequiel marcaron una bisagra en el atropello histórico de las fuerzas de seguridad sobre nuestros barrios, porque pusieron sobre la mesa esas prácticas. El 24 de septiembre de 2016 a Iván y a Ezequiel los detienen en Iriarte, la única avenida asfaltada de la Villa 21-24. La Federal los detiene, los amenaza con pasárselos a Gendarmería pero se los pasa a Prefectura, los llevan a una garita en Cruz e Iguazú y los someten a torturas inenarrables. Después de horas, logran escapar y tienen el coraje de salir a contar la historia. Hasta ese momento todos en La Poderosa éramos absolutamente anónimos en los medios de comunicación. Si salíamos en una radio, lo hacíamos como La Garganta Poderosa, y si no estaban de acuerdo en presentarnos así, no hacíamos la nota. Somos vecinos y vecinas, nos organizamos para mejorar la calidad de vida de nuestro barrio y tenemos claro que si les permitimos personalizar nuestro proceso lo van a atacar, como lo hicieron con otras experiencias genuinas de lucha. Siempre dijimos: mientras no fueran villeros los artistas del circo mediático, nosotros no queríamos ser actores de ese circo. Y esa práctica nos ayudaba, además, a darnos garantías en cuanto a la seguridad y a domar nuestro propio ego. En pleno crecimiento, el sello era lo colectivo. Nunca nos organizamos pensando una plataforma anti represiva, nunca nos organizamos de cara a las fuerzas de seguridad, simplemente nos organizamos. En ese marco entendimos que teníamos que crear un medio de comunicación propio, que no podíamos seguir dependiendo de las migajas de los mismos que nos demonizaban. Y generamos los mecanismos económicos, organizativos y asamblearios para poder dar a luz a La Garganta, que pasó a ser un medio sin publicidad ni pauta oficial, en el que había que definir en asambleas –que hoy son 79 en todo el país– qué temas íbamos a escribir en la revista. Lo que empezó a pasar es que mucho de lo que surgía tenía que ver con el accionar de las fuerzas de seguridad. Cuando llega ese momento, después de tener cinco asesinatos en el barrio (el quinto Kevin, mi ahijado), después de haber denunciado las torturas a Iván y Ezequiel, nos pusieron en una nueva encrucijada: si Iván y Ezequiel no denunciaban lo que habían vivido –ahora que no habían muerto, como Ezequiel Demonty–, si no lo denunciaban con la jeta y con su nombre entonces difícilmente eso hubiera marcado el hito histórico que va a significar. Convencimos a la abuela de Iván de que la mejor manera de resguardarse era ir a la televisión y contarlo. Cuando volvimos de la tele, caminando hasta la avenida Iriarte, nos separamos porque él vive a cinco cuadras de acá, en Zavaleta. Cuando llegué, me llamó la mamá para decirme que a Iván lo acababa de correr Prefectura hasta la casa. Ahora, cuando volvió de declarar en el juicio, pasó lo mismo. Frente a eso nos replanteamos qué iba a pasar si quienes empezaban a dar la cara eran los más expuestos. En ese contexto aceptamos invitaciones a programas de televisión para romper el dispositivo original de nuestra organización, sabiendo que una vez que te hacen actor de ese circo, se les vuelve muy fácil demonizarte. Si vos afectás sus intereses, te dan con todo. Y sus intereses han sido históricamente contrapuestos a los nuestros: desde el genocidio de 42 años atrás hasta el "pobricidio" que hoy mata a uno de nuestros vecinos cada 23 horas en manos de las fuerzas de seguridad. La realidad es que nosotros mantenemos ese orden asambleario y desde ahí pensamos nuestra realidad porque entendemos que nadie se salva solo, y nuestros barrios lo entendieron así. En esa práctica asamblearia es que intentamos visibilizar un accionar que históricamente fue arbitrario, abusivo e ilegal de parte de las fuerzas de seguridad y que se puso salvaje en estos últimos meses...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)
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