E?n cuestión de horas, un debate fogoneado por los grandes medios corporativos estalló en la agenda pública. Ante una multitud de trabajadores y vecinos que padecen una ofensiva contra su bolsillo y su propia subsistencia (ajuste, tarifazo, inflación, todo en dosis macabras), la partidocracia criolla se desgarra las vestiduras por escándalos de ocasión. No alcanza con tirarse corruptos y evasores por la cabeza, de un lado y del otro. Mientras tanto, el Parlamento busca consenso para una inédita amnistía fiscal para fugadores de divisas. Es decir: la propia democracia burguesa valida el delito de sus operadores, y hasta pretende regularlo…
En cuestión de horas, un debate fogoneado por los grandes medios corporativos estalló en la agenda pública. Ante una multitud de trabajadores y vecinos que padecen una ofensiva contra su bolsillo y su propia subsistencia (ajuste, tarifazo, inflación, todo en dosis macabras), la partidocracia criolla se desgarra las vestiduras por escándalos de ocasión. No alcanza con tirarse corruptos y evasores por la cabeza, de un lado y del otro. Mientras tanto, el Parlamento busca consenso para una inédita amnistía fiscal para fugadores de divisas. Es decir: la propia democracia burguesa valida el delito de sus operadores, y hasta pretende regularlo…
Por su parte, ciertos referentes del progresismo vernáculo minimizan la corrupción según el color del ladrón de turno, y apenas si extienden la crítica con una apreciación tan ambigua como insuficiente: se trata de un "vicio" inherente al capitalismo. Claro que nadie se anima siquiera a poner en cuestión a ese tal capitalismo, a ese sistema injusto y explotador: el problema son esos casos singulares que empañan otro modo de hacer política, dicen. Otros, más progresistas aún, provocan y afirman que la corrupción es el único modo de "democratizar" la política, de establecer una perspectiva popular en contraposición a las fortunas de la derecha histórica. Para ellos, la delgada línea entre la resignación y la justificación se desvanece. Lo importante son las líneas estratégicas, dicen; no las manzanas podridas. Pero ninguno es capaz de señalar una certeza: el sistema político se apoya en la corrupción, y no sólo como variable de enriquecimiento personal. Desde el primer eslabón (el Poder Ejecutivo, y su fortuna no declarada, en paraísos fiscales), hasta el último de la cadena (las fuerzas de seguridad), este Estado capitalista es una maquinaria armada para hacer negocios. En las barriadas populares, la presencia policial administra el delito y hace negocios con el tráfico de drogas, mientras persigue y criminaliza al joven y al pobre como chivos expiatorios. En los despachos de los funcionarios, las corporaciones deslizan fichas, cierran contratos y, cada tanto, recompensan a sus dóciles empleados con alguna dádiva.
Pero más allá de este breve diangóstico, hay una serie de preguntas que es necesario hacerse: ¿es posible imaginar una construcción política que no tenga al negocio como principal ambición? ¿Es verosímil pensar un proyecto real de alternativa, que se sustente en las necesidades de los que menos tienen y que no legitime ladrones ni posicione empresarios con filosos colmillos? ¿Tan utópico resulta pelear por una gestión que anule el crimen organizado de la policía, los negociados mafiosos de los poderosos, la mecánica sistemática de "dar y recibir" de sus funcionarios? ¿El Estado es sólo esa máquina perfecta de hacer negocios, apenas un instrumento para profundizar la desigualdad y aplastar cualquier voz crítica emergente?
Hace muchos años nos repetimos estas preguntas. Quizá ya sea la hora de gambetear la resignación, de tirar por la borda a los mercenarios del "mal menor" y de aplastar a quienes siguen imponiendo su lógica de explotación, usura y corrupción como la esencia que mantiene más vivo que nunca al capitalismo.
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QUINCE AÑOS
Con esta edición que llega a tus manos, amigo lector, arrancamos a festejar nuestros quince años de vida como publicación alternativa. Dirán que es tiempo de balances, pero la tarea nos sigue imponiendo sus ritmos, y no hay mejor regalo para este aniversario que seguir en la calle, colgados de un broche en el kiosco, viajando en tu mochila, visitando tus ojos, de vez en cuando. De todos modos, bien podemos saludarte y agradecerte por la confianza: no son tiempos sencillos para invertir las chirolas en esta aventura de papel. Pero acá estamos, nosotros y vos. Seguimos buscando, sin descanso. Hablando en voz alta, contándote historias compañeras, de esas que te dejan pensando, de esas que abren puertas y generan discusiones. Por eso, nada mejor que festejar estos quince años de Sudestada con vos, con los amigos canillitas, con los distribuidores que se la juegan en todo el país para sostener este proyecto, con todos los que nos cruzamos en las ferias y en las actividades. A un lado y al otro de la tinta. Quince años, che... y acá estamos. Quién lo hubiera dicho...
El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.
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