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Sin fronteras

Operación. Maten a Bin Laden

La “Operación Gerónimo”, que terminó con la ejecución de Osama Bin Laden en pakistán, es una de las más oscuras de la historia bélica de Estados Unidos. Lejos del “cuento de hadas” que difundió el presidente Obama, la verdad está más cerca: el periodista Seymour Hersh afirma que Bin Laden estaba desarmado y era prisionero del gobierno pakistaní, que entregó al siempre funcional enemigo público número 1 de Washington. Crónica de una mentira de Estado que conmovió al mundo.

Un helicóptero negro sobrevoló el caserón protegido por altos muros en la ciudad de Abbottabad, al norte de Pakistán. La noche caía sobre el territorio y la operación debía ser rápida y precisa. Dentro de esa casa, que luego los medios de comunicación calificaron como "mansión", se encontraba el enemigo público número uno. El terror que despertaba había paralizado al mundo el 11 de septiembre de 2001. Us?ma bin Muhammad bin `Awad bin L?din, o conocido mundialmente como Osama Bin Laden, vivía sus días en Pakistán, convertido en una sombra imposible de rastrear. O, tal vez, esperando alguna orden para actuar.

Líder máximo del grupo terrorista Al Qaeda, la noche del 2 de mayo de 2011 Bin Laden se encontraba con una de sus esposas y cuatro de sus colaboradores. Para ese entonces, su vida era un mezcla de mitos, leyendas, conspiraciones, negociaciones secretas, atentados terroristas y la prédica del Islam más ortodoxo que todavía hoy se difunde en el mundo y que, por estos días, tiene su máxima expresión en el Estado Islámico (EI).

Apenas 40 minutos, ese fue el tiempo que tardó el grupo comando de los Navy Seals estadounidense para desprenderse del helicóptero, tocar el techo de la casa de paredes blancas, ingresar y rematar de un disparo en la cabeza al líder de Al Qaeda. Una acción rápida, precisa y secreta. Sin ningún tipo de permiso del gobierno pakistaní o resolución alguna del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los militares norteamericanos cumplieron su misión.

Desde Estados Unidos, sentado en un sillón de cuero –y rodeado por sus más estrechos colaboradores, entre ellos el vicepresidente John Biden y la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton–, Barak Obama tenía la cara marcada por la seriedad. El mandatario estadounidense seguía en vivo el operativo en el cual se resumía el concepto de democracia y libertad defendido por el gran país del norte: asesinar al enemigo sin que nadie lo supiera, violando todas las leyes internacionales y blindando todavía más el secretismo.

Confirmada la muerte de Bin Laden, el propio Obama anunció la victoria sobre el terrorismo internacional. "Hoy, bajo mi dirección, Estados Unidos lanzó una operación selectiva contra este complejo de Abbottabad, en Pakistán –explicó el mandatario–. Un pequeño equipo de americanos llevó a cabo esta operación con un coraje y una habilidad extraordinarios. Ningún americano resultó herido. Se esmeraron en evitar que hubiera víctimas civiles. Después de un intercambio de disparos, mataron a Osama Bin Laden y se llevaron su cuerpo".

Hasta el día de hoy nadie sabe dónde está el cuerpo sin vida de Bin Laden, pese a que la Casa Blanca afirmó que fue trasladado a Afganistán, donde se celebró un funeral islámico y que luego fue arrojado al mar...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada)

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Autor

Leandro Albani