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Editorial

De Buitres y otros rapiñeros

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Hace algunos meses, el historiador Norberto Galasso participaba de un debate en Claypole, en el que pretendía profundizar sobre el presente político local. A la hora de señalar aspectos positivos de la actual gestión de gobierno, el intelectual mencionó en primer lugar, y para sorpresa de algunos, "la renegociación de la deuda". Sorpresa porque quien elegía ese aspecto por sobre otros había integrado el equipo del tucumano Alejandro Olmos, que durante décadas se ocupó de estudiar el problema del endeudamiento hasta llegar a una conclusión lapidaria: la deuda es ilegítima e impagable y no sólo eso, es la mayor estafa contra el pueblo argentino en toda su historia. "El caso argentino debe servir a los pueblos hermanos de América Latina para mostrar, en toda su crudeza, la aplicación de un método de dominación que ha consagrado una nueva forma de esclavitud del hombre y de los pueblos. La esclavitud al poder financiero de la usura y de la globalización como arma para impedir las reacciones nacionales de nuestros países", afirmaba Olmos. Escuchar a Galasso, años más tarde, defendiendo la renegociación de una deuda ilegítima, ilegal y usurera es un signo de una derrota en el imaginario colectivo: si una lección habíamos aprendido después de las jornadas de diciembre de 2001 es que la única chance para iniciar un camino real de desarrollo en la Argentina era no pagar la deuda externa.

Hoy toda la estructura económica de la gestión de turno depende de la decisión de un tribunal estadounidense. Por supuesto que se trata de un problema heredado por pésimas gestiones anteriores, pero la decisión de transformarse en "pagador serial" fue de este gobierno: pagó en efectivo al FMI una cifra millonaria y lo festejó como un triunfo del pueblo (que es el que siempre paga los platos rotos).
Después de renegociar con el Club de París (y presentarlo como otra victoria), la conclusión en cifras fue la siguiente: la deuda pasó de 145.000 millones de dólares en 2001 a 201.000 millones en septiembre de 2013. Es decir, el único triunfo de asumirse como "pagador serial" fue incrementar lo adeudado. Sin embargo, quizá la peor traición no fue la económica, sino la simbólica: se intentó sembrar como verdad absoluta que la única opción para escalar en la trama del "capitalismo en serio" es pagar puntualmente. No sólo eso: se supuso que el sistema financiero global iba a tener en cuenta la prolijidad argentina, en detrimento de los intereses de los gigantes imperiales que especulan desde hace décadas con la miseria del Tercer Mundo. Como en aquellos días de 2001, habrá que seguir insistiendo en que la única opción soberana es no pagar una deuda ilegal, ilegítima y usurera, porque el capitalismo (no el "serio" ni el "anarcocapitalismo" mencionado por la Presidenta en la reunión del G77, sino el único existente) se ha transformado en un callejón sin salida.

Quienes sigan apostando a las presuntas bondades de este sistema explotador, criminal y destructor del medio ambiente, por más retórica nacionalista que empleen y villanos que señalen en el exterior, no son otra cosa que cómplices funcionales. "Frente al hambre, a la desocupación y al saqueo levantamos una consigna: o se está al servicio del pueblo contra la deuda, o se está contra el pueblo al servicio de la deuda", decía Olmos hace no tantos años. Aunque muchos la hayan olvidado, vale la pena repetir esa consigna, hoy y siempre

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.