La angustia, la locura, el complot, el asesinato, el sexo y el suicidio se muestran como rasgos del género negro que Arlt abordó en su obra. La influencia de su oficio como cronista "criminal" en su literatura, dejando al descubierto la decadencia de la sociedad, contraponen al escritor de Boedo con Borges, quien abordó lo policial con un mecanismo de relojería.
1. Arlt nunca será un clásico. Es demasiado incorrecto, demasiado burlón. De una ferocidad sucia, áspera, incompatible con el bronce. Un hijo de nadie, heredero de nada, que construye con lo que encuentra entre los escombros de "un edificio social que se desmorona".
Arlt es, sobre todo, un hombre de su tiempo. Un tipo con el oído atento a los sonidos secretos, a los ecos de ciertos ruidos que todavía no sucedieron. Así en su obra -junto con restos todavía frescos de Dostoievski y Pushkin, y retazos de la novela de aventuras del siglo XIX- ya resuenan las pesadillas paranoicas de Philip Dick, las angustias del existencialismo, la ficción de espionaje. Y, por supuesto, lo negro y lo policial.
2. Hace un par de años participé de una charla sobre el género negro en la Sociedad Argentina de Escritores (SEA) junto a Reynaldo Sietecase y Álvaro Abós.
La intervención de Abós giró en torno a la idea (bastante propagada en su generación, ya que recuerdo haber leído declaraciones similares en alguna entrevista a Vicente Battista) de lo que podríamos llamar pannegrismo y que se resume así: todo -o casi todo- es género negro.
Abós señalaba que cualquier historia en la que haya una investigación es una novela policial; cualquiera en la que se narre un crimen, una novela negra. De esta forma entrarían en esa categoría desde Otelo hasta Crimen y castigo, desde el Martín Fierro a El juguete rabioso.
Pero si todo es género negro, claro, nada lo es.
Esta lectura no toma en cuenta que el crimen no es una de las cosas que pasan en una novela negra. El crimen es lo que pasa. No es el andamiaje literario sobre el que se construye la historia, es la historia misma.
En El extranjero hay un asesinato, pero la novela no trata de eso. En la novela 1280 almas, de Jim Thompson, sí.
3. La mirada contrapuesta es la de la lectura purista que pretende que la novela negra es un producto de un momento histórico único e irrepetible, que todo empieza y termina en Estados Unidos, desde 1929 a 1940.
Veamos: la novela negra, es cierto, nació en el Estados Unidos -el país que sería el dueño del mundo de ahí en adelante- de la Depresión, justo entre las dos guerras más sangrientas, brutales y con mayor número de muertos de la historia de la humanidad. Podríamos decir que nació entre la muerte y la búsqueda desesperada del dinero: la novela negra es, por definición, el género literario del capitalismo tardío.
Los puristas del detective de sobretodo, sombrero y pucho en los labios sostienen que el género negro no puede existir, porque la sociedad que lo hizo nacer ya no existe.
(La nota completa en Sudestada N° 130 - julio de 2014)
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