Después de la invasión de la OTAN, de las milicias y los mercenarios, de las imágenes con la caída del líder libio que recorrieron el mundo, uno de los hombres de confianza de Gaddafi relata cómo fueron los días finales del régimen. Pese a un saldo de errores propios y destrucción ajena, de divisiones tribales y crisis económica, el testigo del fin de una era se compromete ante la memoria de su Líder y jura: "El país volverá a ser nuestro".
1. "El Líder, el Líder", repite Abdel, que (por supuesto) no se llama Abdel, aunque así lo llamaremos por razones de seguridad. Somos tres personas en una habitación sin más lujos que dos sillones, un velador y una mesa de madera donde hay papeles desparramados. Un silencio tenso cruza el pequeño lugar. Sobre una de las paredes se recortan los rayos de sol de una tarde madrileña que llega a su fin. Abdel, que habla un inglés fluido y hace gala de su formación en universidades británicas, fue uno de los sobrevivientes de la invasión de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN) que durante ocho meses bombardeó Libia hasta terminar con la vida de Muammar Al Gaddafi, el líder que encabezó la Revolución Verde en 1969.
Llegar a Abdel fue una casualidad. El periodista Carlos Aznárez se cruzó en plena capital española con un amigo que no veía desde hacía muchos años. Ese amigo, en apenas unas horas, concretó la entrevista con el estrecho colaborador de Gaddafi y de uno de sus hijos, Saif Al Islam, que en la actualidad se encuentra encarcelado en la ciudad de Zintan. Carlos me avisó que al otro día teníamos que entrevistar a alguien, pero no me dijo mucho más. Nos vimos en una esquina cualquiera de Madrid y entonces me explicó quién era Abdel. Y me preguntó si lo podía reconocer físicamente. Le contesté que sí, ya que había sido uno de los funcionarios del gobierno libio con mayor exposición en los últimos meses de vida de Gaddafi.
Sin custodia y con una amplia sonrisa, vimos llegar a Abdel por una calle atestada. Camisa blanca, pantalón de vestir gris, la correa de su morral cruzando el pecho, la piel color aceituna y una calvicie incipiente eran, a primera vista, sus rasgos más notables. Antes de que lo reconociéramos, ya nos extendía la mano para saludar.
La entrevista la realizamos hace un año y fue publicada en Resumen Latinoamericano. Aunque las declaraciones de Abdel mostraron otro rostro de Libia, ese artículo apenas fue difundido en los medios de comunicación. Sus palabras nos llevaron hasta lo profundo de ese país del norte de África que, hasta hace unos años, ostentaba uno de los mejores niveles de vida del continente negro. Abdel se emocionó al describir su despedida de Gaddafi, tres días antes de que lo asesinaran, y aseguró que la "Libia Verde" seguía en pie con, al menos, 90 mil personas armadas, pero que desde la "resistencia" buscarían una salida política para un país sumido en el caos y la división.
2. Primavera Árabe. Ese fue el término que los grandes medios le dieron al movimiento de protestas desatado en Medio Oriente y el Norte de África. En 2010, Túnez fue el primer país que desbordó de manifestaciones, en las que se reclamaba la salida de Ben Alí, un dictador arropado por Francia. El 25 de enero de 2011, Egipto ingresó en una espiral de protestas y violencia que desembocaría en centenares de muertos, el respaldo de Estados Unidos al dictador Hosni Mubarak y la posterior caída del militar que hacía cuarenta años gobernaba con mano de hierro. La Primavera Árabe tenía mucho de real en sus reclamos, pero también permitió una injerencia profunda por parte de Washington, París y Londres. Las caras de las monedas fueron muy diferentes, según los países que iban eclosionando debido a regímenes deficientes, autoritarios y que ya no lograban sostener el statu quo. Mientras que el presidente Barack Obama respaldó hasta último momento a Mubarak por ser "un amigo de la Casa Blanca", la sentencia contra Gaddafi y el Estado libio estaba dictada de antemano.
Ante los coletazos que hacían temblar al mundo islámico, la aparición de la polémica organización Hermanos Musulmanes (HM) trajo mayores dudas sobre la autoproclamada Primavera Árabe. Los HM, agrupación con más de ochenta años de existencia, salía a la luz pública tras un fuerte trabajo social. Pero sus conexiones con Estados Unidos y los servicios de inteligencia también pusieron un toque de alerta sobre esa organización que parecía canalizar las protestas y manifestaciones de la región.
Abdel tiene una visión concreta sobre los HM y el nuevo movimiento geopolítico que busca la Casa Blanca en Medio Oriente y el norte de África. Con la locuacidad que lo caracterizó cuando todavía era funcionario en Libia, explica que "Estados Unidos con el resto de sus aliados de Occidente decidieron constituir una especie de movimiento religioso reaccionario. A través de esta ‘no santa' alianza-matrimonio entre el imperialismo internacional y este movimiento religioso reaccionario, pueden servir a sus intereses aplastando a la izquierda y a las políticas revolucionarias en la región". Abdel no duda en calificar a los HM como los responsables de mantener a la región en la "edad oscura". "Por eso -agrega-, especialmente Estados Unidos, pero también Occidente en general, tiene lazos tan cercanos con los Hermanos Musulmanes, que es el principal movimiento en Egipto, Túnez, Turquía y otros países. Ellos acordaron mantener intactos los intereses del Occidente imperial y darles lo que quieren: petróleo, seguridad y mantener la zona dividida. A cambio, estos movimientos religiosos tendrán poder, pueden hacer lo que quieran con su sociedad, lo que obviamente incluye leyes reaccionarias, opresión de la mujer, lucha contra el arte, la cultura y las políticas de izquierda".
(La nota completa en Sudestada N° 130 - julio de 2014)
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