Gustavo "El Príncipe" Pena fue uno de los cantautores clave de la música popular uruguaya. Hacedor de bellas melodías y poesías, falleció en 2004 y empezó a ser redescubierto luego: además de por sus canciones, por el rescate de su obra que emprendió su hija, la cantante Eli-u Pena. Ella editó su primer disco solista con composiciones inéditas de él, y tras una ardua búsqueda lanzó una página web que reúne y clasifica material disperso de El Príncipe. En estas líneas, Eli-u Pena habla de ese proyecto y sondea sus propios deseos como cantante.
¿De dónde viene esa niña? ¿Qué voces respiran en ella? Hacia dónde se va, niña, al encuentro de melodías, de colores, de susurros de pájaros: esa risa trae el viento, junto a memorias al sol de la tarde: a la voz que oscurece, a la que pronunciará canciones para recordarse. Y aquí en el patio, en el barrio porteño de Boedo, vienen con ella los sonidos del que una vez, en Montevideo, escribió esa otra estrofa que va cantando, candombera: "Regando el patio a manguera, niña de la primavera, niña de la primavera, regá mi patio de amor".
Y lo canta ella misma recordándose ahora, mientras enciende un cigarrillo y se mira en el reflejo del aire: el cuerpo pequeño, el rostro duende y los ojos claros brillando; el cabello castaño ondulado y con algunos hilos de canas. Es Eli-u Pena (así, con u minúscula, como le pusieron sus viejos y se lee en su cédula), la que sabe cantar jugando y (no sólo) es hija de quien cantó y escribió sobre aquel patio brotado de amores niños y niñas: Gustavo José Pena Casanova. O para verlo mejor: El Príncipe, el que fue y será una voz central de la música popular uruguaya de las tres últimas décadas; un compositor oculto hasta no hace mucho; un cancionista que sigue por delante...
Montevideano como Eli-u, El Príncipe nació el 2 de diciembre de 1955 y todo en él fue cuerpo, energía y tiempo: una fuente musical imparable. ¿Compararlo con? No hay imágenes estáticas: pura dinámica. Basta verlo al tipo: estudió flauta contralto y armonía, y se sabe que podía abordar con destreza y gusto la guitarra, el bajo, la armónica, el mandolín. Se dice que viajó mucho, que vivió en la selva brasileña y de ahí -además de por su oído-radar- extrajo sonoridades, ritmos, sin perder la potencia del candombe barrial: el color príncipe degustando el jazz, el funk, el jazz-rock marca años 80, el flamenco, el country...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº116 - Marzo 2013)
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