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Tareferos, poesía y música

Versos de sudor

Un recorrido por distintos autores que indagaron, desde sus obras poéticas y musicales, el sufrido universo de los cortadores de yerba mate; temática que también abrazaron algunos trabajos audiovisuales. Además, un ensayo fotográfico sobre los tareferos de Misiones.

En una crónica publicada en 1966, tras un viaje a Misiones, Rodolfo Walsh describía: "ahí están, hormigueando entre las plantas verdes, con sus caras oscuras, sus ropas remendadas, sus manos ennegrecidas: la muchedumbre de los tareferos. Hombres, mujeres, chicos, el trabajo no hace distingos.
En un yerbal alto como éste, el jefe de la familia trepa al árbol y con la tijera poda las ramas que su compañero y su prole cortan y quiebran en un movimiento incesante, separando la hoja del palo y amontonándola en las ponchadas -dos bolsas abiertas y unidas- que cuando estén llenas se convertirán en ‘raídos'. No hay cabezas rubias ni apellidos exóticos entre ellos. El tarefero es siempre criollo, misionero, paraguayo, peón golondrina sin tierra".

Al igual que Walsh -a través de décadas en las que la actividad de los cosechadores de yerba mate no ha sufrido cambios que pudieran desterrar la característica generalmente magra de sus condiciones laborales-, numerosos artistas han hecho foco en la figura del peón rural yerbatero, el tarefero, para alumbrar desde su mirada obras poéticas y musicales que indagan o reflejan las vicisitudes y características de estos laburantes.

Desde la indignación o el reconocimiento, un sinfín de canciones y versos han sido plasmados en honor al tarefero. A continuación, ofrecemos un recuento acerca de apenas algunas de estas obras.

Desde adentro
Nacido y criado en Apóstoles, Capital Nacional de la Yerba Mate, Blas Antonio Jara fue tarefero toda su vida. Además, a través de su actividad sindical, Jara se irguió como un defensor acérrimo del sector. También fue un hombre que gustaba de plasmar sus sentimientos por medio de las letras, y así fue como dio vida al poema "El día que yo muera", uno de los pocos escritos poéticos sobre la tarefa, materializado por un tarefero. El siguiente es un fragmento de esa obra:

En el tiempo de cosecha/ me alegrarán las cuadrillas/ quebrándome en sus manos/ al pisarme los paisanos/ haciendo ronda de raídos./ Y las perlas del rocío/ me llorarán en la mañana./ Y en esas frías labores/ cuando las escarchas blanqueen/ desprenderá mis amores/ en las llamas del cambito/ que serpenteando se eleva/ cual cabellera de oro/ como divino tesoro/ brinda calor en las manos./ Y al crepitar de las llamas/ en improvisado fogón/ calentaré la pobreza/ de algún sufrido peón.

El autor, Blas Jara, sufrió en carne propia -hace más de 20 años- la pérdida de un hijo, que cayó de un camión donde viajaban hacinadas varias cuadrillas de tareferos, una situación lamentable que aún hoy sigue siendo moneda corriente en nuestra provincia. Aquel trágico episodio sensibilizó la pluma de otro autor apostoleño, Mario Zajaczkowki, quien escribió entonces, "Requiém para un niño tarefero". Parte del poema dice así:

Hubo una vez en la tarefa/ (ese oficio de cantar bien temprano/ cuando se inunda de luz la madrugada)/ Un ángel, como muchos de rostro pálido,/ al que le quebraron las alas./ Y el nido se le desprendió porque pudo más el destino/ que la juventud y los sueños./ (pedacitos de humanidad desperdigados)/ Tarefero Niño... al caerte del camión/ se esfumó en el asfalto/ el canto del mensú,/ el sabor del mate cocido con galleta/ se volvió más amargo, como si le faltara azúcar/ (o le sobraran nostalgias).

La nota completa en la edición marzo 2013 - Sudestada nº 116

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Autor

Sergio Alvez