Melodías insurgentes

"América Latina siempre estuvo marcada por la violencia, desde que la historia recuerda hasta nuestro días. Violencia en nombre de la tierra, violencia por los que dicen y violencia por los que callan, violencia por el poder y violencia por la impotencia del no poder".
Así de contundente arranca el Manual de la Violencia, el disco álbum que La Sonora Insurgente editó el año pasado.

Porque está la violencia que se perpetúa sobre las tierras (como el genocidio a los pueblos originarios, que sigue hasta nuestros días), en la criminalización de la pobreza, en el sangriento terrorismo de estado, en la desaparición de los cuerpos (aún hoy con Luciano Arruga o con las redes de trata), sobre los que se rebelan, sobre los que resisten al sistema; y también está la otra violencia: la que exige justicia, la que lucha por la libertad, la que reclama por lo que le pertenece, la que arrastra aún la esperanza. Y para dar cuenta de todas ellas, los músicos fueron creando a partir de la mixtura entre las canciones y los escritos de organizaciones, intelectuales, familiares de víctimas de la violencia (lo que ellos denominan "referentes de esa lucha"). Así los textos, los dibujos, los escritos, y las duplas de palabras como disparadores -"Atajo y camino", "Mentira y rebelión", "Sed y resistencia"- terminaron conformando un "manifiesto artístico y político" colectivo que da cuenta de los tipos de violencia que fueron generadas en Latinoamérica.

La Sonora Insurgente nació al oeste de Buenos Aires, en La Matanza. Cuentan que empezó a tomar forma un verano de 2010 en San Marcos Sierras cuando formaban parte de La Sota y su fiesta pagana y andaban de gira por Córdoba. Allí algunos integrantes empezaron a pensar en una experiencia con un recorrido más profundo en ritmos y autores latinoamericanos. "Creo que La Sonora es eso: una búsqueda constante musical, literaria y política", afirma Marcos Rodríguez, compositor y cantante de la banda. Buscan, fusionan, recorren América Latina para llegar a los sonidos de primera mano; pero no olvidan sus orígenes: el rock urbano es el hilo conductor en el que se fusionan esos ritmos absorbidos que van desde la cumbia mestiza, el candombe, la salsa, la chacarera o el reggae.
Entonces el resultado: Un Manual compacto de 50 páginas; 10 capítulos, 10 manifiestos. El trabajo fue elaborándose y creciendo en el camino: mientras los músicos grababan en la sala de ensayo, las entrevistas a los referentes para cada título disparador eran realizadas desde la radio comunitaria FM Fribuay de Ramos Mejía; los dibujos y los trazos adquirían forma con el diseño de Darío Addesi y la grabación en el mítico estudio del Cielito (con la producción de Pepe Céspedes y Osky Righi de Bersuit Vergarabat) fue el cierre para el disco.

La nota completa en la edición marzo 2013 - Sudestada nº 116