"Buen día señor vecino, ¿puedo dejarle esta revista barrial?...". El hombre, que recién había llegado del trabajo, miraba confundido las hojas fotocopiadas que le alcanzaba el joven barbudo, mientras pegaba un ruidoso sorbido al mate de la tarde. "¿Te tengo que pagar algo?". "¡No, faltaba más!, es gratis...". "¿Sos de un partido político?". "¡No! Jajaja... somos un grupo independiente". "Bueno, gracias". Una hoja oficio doblada por la mitad, con pedazos de notas escritas con una Olivetti, una calidad que dejaba ver la cinta scotch en los recortes, fotos pegadas del diario, y un título implacable: "La voz del pueblo"...
Así empezaban, décadas atrás, los incipientes medios alternativos nacidos de una época de reconstrucción, sobre los restos de organizaciones sociales golpeadas por el terror. Grupitos barriales que buscaban el precio más bajo de fotocopia para editar 50 folletos mal redactados, pero con el enorme valor que brinda el levantar el cuerpo, de a poco, para empezar a zurcir el tejido social deshilachado. Comisiones internas reunidas a oscuras, bajo el temible acecho de los burócratas, repartían a sus compañeros unos pocos boletines escritos con birome y armados con recortes de diario y mucha plasticola. Un dejo de setentismo hacía de su estética artesanal una marca propia, combativa, revolucionaria... Y otros más hacían lo suyo: estudiantes que empezaban a sen¬tir la necesidad de cuestionar los contenidos rígidos de la academia, partidos y organizaciones que ensayaban nuevas formas de interpretar la política, movimientos sociales con dificultades de comunicación interna, etc.
Años después, cientos de publicaciones se amontonaban en las recepciones de las radios comunitarias, en las mesas de las agrupaciones estudiantiles, en los locales partidarios y en los sindicatos de base. Toda esa producción desordenada, ruidosa, era la materia prima para la comprensión de una realidad conflictiva y convulsiva que se estaba viviendo en los subsuelos de la sociedad post dictadura. Los medios que intentaron mostrar esa realidad como un proceso transformador tomaron la bandera de la Comunicación Alternativa. Con las armas que tenían a su disposición, nuevas y viejas, fueron mejorando sus soportes. Pero empezaban a imponerse las primeras barreras visibles: el cerco informativo de los grandes medios; el terror que seguía instalado en la conciencia colectiva; y la enorme distancia entre el mundillo militante y el resto de la sociedad, entre muchos otros.
En medio de estas grandes rupturas, nació Sudestada, nueve años atrás, con la atención puesta en reconstruir la historia reciente y la cultura revolucionaria, pero lejos, muy lejos, de una visión y un discurso sectarios.
Hoy los medios alternativos estamos un poco más adultos, hemos superado pruebas difíciles, pero todavía no hemos podido levantar nuestra voz como un conjunto. Tal vez no aprendimos a deshacernos de las viejas actitudes sectarias, o seguimos perdidos en discusiones estériles que dejan caer la calidad de nuestros medios, o nos quedamos estancados en las antípodas del discurso marginal. De nada sirve echarle toda la culpa al "enemigo", cuando el problema (y la solución) está al alcance de la mano. A diferencia de aquella época de pésimas condiciones para generar canales nuevos, donde lo más alternativo eran los papeles que viajaban de mano en mano, hoy las posibilidades son otras: el fácil acceso a la tecnología, una enorme camada de comunicadores ya profesionales con actitud crítica, y un importante sector social que demostró no comerse los sapos de la maquinaria mediática hegemónica.
Tal vez las experiencias de encuentro e intercambio entre editoriales independientes y medios alternativos, que brotan por diferentes lugares, sirvan para empezar a romper otros cercos, no de los que tienen vallas policiales, sino aquellos ligados a los vicios propios.
Nueve años en la calle
Con esta edición que hoy llega a sus manos, amigo lector, estamos festejando nuestros nueve años en la calle. Sí, casi una década de trabajar, pensar y vivir para una publicación que es algo más que un recodo desde el cual hacer escuchar nuestra voz. Después de tanto tiempo de esfuerzos, alegrías y contratiempos, esta revista ha comenzado a parecerse mucho a nosotros mismos. Aquí estamos, esto somos. A veces desprolijos y llenos de errores, pero también dedicados y comprometidos; a veces irónicos y contundentes y otras abiertos a escuchar todas las opiniones; de vez en cuando gritando solos a un costado del kiosco de diarios y otras tantas acompañados por miles de amigos y compañeros que leen y vislumbran horizontes parecidos a los nuestros.
En 2001 imaginamos que era posible editar una revista que evitara el panfleto, que apostara por la amplitud y por la investigación de hechos y personajes que nos conmueven. En el camino, fuimos descubriendo que nuestras inquietudes y curiosidades se parecen mucho a las de tantos lectores, que se fueron sumando en este viaje. También nos hemos ganado -porque así debe ser- críticas interesantes, reproches varios y un puñado de refutadores de mínimo relieve. Pero a la hora del balance, vale la pena abrir estas páginas para saludar una escala más en esta travesía compartida.
El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.
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