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Viñetas sueltas

Oesterheld para chicos

HGO nació de un libro de aventuras. Ya desde los cinco años, disfrutaba de las historias de Salgari, Defoe, Stevenson y Verne. Con esta base, se convirtió en uno de los mejores cuentistas infantiles de los 40 y 50. Antes de ser conocido por sus increíbles historietas, HGO creó un mundo fantástico protagonizado por animalitos y bichos raros.

La vida te va llevando por donde menos sospechás. Un día sos un geólogo y al otro, el mejor historietista del país.

Héctor Germán Oesterheld tenía apenas 18 años cuando le mostró a un amigo el cuento que había escrito en sus ratos libres. Como un papel que el viento desprende de la mano y cobra vida propia, el cuento "Truila y Miltar" llegó al director del diario La Prensa y fue publicado unas semanas después en una edición de domingo, en 1943.

"Mi madre estaba en la cocina. Fui allá y le mostré el periódico sin decir nada. Ni siquiera lo miró, tan ocupada estaba en preparar los tallarines. Insistí, diciéndole que si mirase con atención el diario, tendría una sorpresa. Vio mi nombre impreso, debajo del cuento y no pudo leer nada más. Las lágrimas se lo impidieron. Tuve que leerlo yo. Fue una de las mayores emociones de mi vida". Le contó al periodista Mário de Moraes, de la revista O'Cruzeiro, en enero de 1959.

Pero él siguió insistiendo con la geología, resistiéndose al destino, y se licenció en Ciencias Naturales. Mientras tanto, por el cuento publicado, lo llamaron de las editoriales Abril y Códex para que escribiera notas de divulgación primero, y cuentos infantiles después.

Podía tener un buen futuro como geólogo pero, de a poco, se fue metiendo en editoriales infantiles. Años más tarde, le pedirían que escribiera historietas. En esa época, la literatura infantil y la historieta eran fenómenos realmente masivos, pero no dejaban de ser considerados géneros "menores". HGO apuntaba a los grandes públicos, por eso relegó siempre el reconocimiento que podía obtener por medio de la literatura "seria" (como la novela y la poesía) y optó por los géneros más populares, metiéndose como un polizonte en la vida del lector vulgar, de un niño curioso, de un distraído transeúnte o de un viajante urbano que disfruta de una buena revista de historietas en el último asiento del colectivo. Eso prefería antes que ser leído por un lector de pipa y sillón.

"La historieta es un género mayor -remarcó en una entrevista hecha por Carlos Trillo y Guillermo Saccomano-, porque ¿con qué criterio definimos lo mayor o menor? Para mí, objetivamente, género mayor es cuando uno tiene mayor cantidad de lectores. Y yo tengo más lectores que Borges".

Sin embargo, nadie es más olvidado que un guionista de historietas, nadie está más escondido que esa voz en off, ese hombre oculto que extrae historias de la nada, de una foto, de una ventana del edificio contiguo, de un comentario ajeno en el tren.

Decididamente, HGO se dedicó a la literatura como oficio y, por momentos, como militancia, con gran profesionalismo y entrega, y con una gran pasión puesta en cada personaje, ya sea un zombie o un burrito. Tenía dos cosas bien claras: el gusto del lector y el manejo de los recursos literarios.

Entre 1946 y 1956, escribió la mayor parte de su obra infantil, con cuentos como Tres amigos, El lago de las sorpresas, Beba y los piratas, La rifa del gorrión, Se ha perdido un lobito, La victoria de los animalitos, etc., que firmaba en general con los seudónimos de Germán de la Vega y Héctor Sánchez Puyol (Sánchez por la esposa y Puyol por la madre)...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada)

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Autor

Martín Azcurra